La periodista y escritora estadounidense Vivian Gornick fue la entrevistada de la última cita de la sección «Conversación en primera persona» del Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (Filba), donde dialogó con la periodista y ensayista Tamara Tenembaum sobre su obra, su forma de trabajo y la política, y donde se definió como «una escritora de narrativa personal».

«Apegos feroces», la primera parte de sus memorias, fue un eje de la charla que mantuvieron Tenembaum, desde Villa Crespo, y Gornick, desde Nueva York, en la que la escritora nacida el Bronx en 1935 dijo que esa publicación le produjo «una gran emoción».

«Me sorprendió cuántas personas con vidas tan diferentes a la mía se enamoraron del libro y se vieron reflejadas. Lo tomé como un gran logro. Si bien eran los primeros días del feminismo y me pedían hablar sobre madres e hijas, yo no quería, lo que quería era hablar de mi madre y de mí como hija», dijo.

La escritora, una de las representantes de la segunda ola feminista de los años 70 en Estados Unidos, dijo que «Apegos feroces», publicado por primera vez en 1987, fue el final de su formación de aprendizaje y lo trabajó por casi tres años. Además afirmó la importancia del título porque en el proceso de escritura no escribía sobre su madre sino sobre el apego entre las dos.

Gornick dijo que se considera «una autora neoyorkina local», ya que no cree que «nadie se proponga hablarle a todo el mundo: uno se propone escribir de lo que sabe, contar sus propias experiencias con la mayor profundidad posible».

Al hablar sobre el judaísmo, la escritora dijo que en un momento «ser judío era parte de la identidad de un escritor» pero eso cambió: «Ahora, ser judía es algo que está dentro de mí, es algo con lo que crecí y en ese mundo aprendí, debo decir que aprendí qué es ser un humano en idish», señaló.

La autora de «Mirarse de frente» afirmó que cuando se sienta a escribir se piensa más como feminista que como judía: «Este tipo de escritura surgió porque alguna vez fue importante escribir en medio de hombres como Bellow, Roth. No se veían mujeres en ese grupo, no eran parte, no pertenecían. Todas las obras importantes las escribían los hombres. Así que eran los hombres los que registraban lo que significaba ser judío y estadounidense. Ahora hay muchas personas que se consideran escritores judío estadounidenses».

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«Más que una judía estadounidense, me considero una neoyorquina, porque Nueva York es un país aparte. No puedo imaginarme creciendo en Ohio o en California, me siento una persona totalmente urbana y creo que la identidad judía forma un entramado. No puedo imaginarme un judío que se sienta en casa en una granja en Estados Unidos», expresó la autora de artículos en The New York Times o The Nation.

Gornick dijo que se percibe como «una escritora de no ficción», y que en lo que hace, ya sea «un ensayo, una memoria, una reseña de un libro», hay una narrativa personal: «Considero esencialmente que intento conducir a la narradora dentro de mí, usarme a mí misma para contar una historia, no importa qué forma esté utilizando o trabajando», afirmó.

Sin embargo advirtió que en muchas obras ve que «el escritor está demasiado presente, se entromete de algún modo, de manera errónea en muchos lugares» y eso la lleva a ser «muy consciente» de cuándo utilizarse y cuándo no.

Gornick definió a Natalia Ginzburg como «una gran ensayista» que «en sus ensayos demuestra lo buena que es también en la escritura de ficción» y señaló que una escritora estadounidense cuya ficción no admira -pero sí su no ficción- es Joan Didion: «Sus ensayos perdurarán por el tiempo que perdure la literatura estadounidense. Pero no creo que sus novelas lo hagan. Creo que es mucho mejor autora de ensayos, lo cual es interesante».

A su vez subrayó el valor la ficción, «la que permite darte cuenta del significado de un autor que se sumerge en un tema con una percepción emocional, que es el corazón de cualquier obra inteligente, aunque sea la de un economista».

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Al comparar al feminismo actual con el de los 70, marcó diferencias: «Nosotras nos apoyábamos unas en las otras para hacer y decir lo que hicimos. Ahora lo que existe es evidencia de 40 años de una socialización muy lenta hacia las ideas que desarrollaron las feministas. Cuando el movimiento ‘Me Too’ surgió en 2017 las personas de mi generación estaban asombradas por lo que decían las jóvenes, porque era lo mismo que dijimos 40 años antes. Nos sorprendió que llevara esa cantidad de años que todas esas personas se enojaran aún más que nosotras».

Nacida en una familia de izquierda, Gornick apuntó que «la izquierda no es la de la generación anterior. Cuando las personas se llaman socialistas hoy no estoy segura qué es lo que quieren decir. Definitivamente no buscan una revolución en el gobierno o en el sistema. Son disidentes honestos en la vida estadounidense, quieren ser parte y no hacer una revolución, quieren que la democracia estadounidense cumpla con su propósito, quieren ver un mundo de igualdad ya sea económica, social, cultural».

«La mayoría de las personas, especialmente los jóvenes, quieren una reforma en la clase trabajadora, quieren que se vaya Donald Trump, que se termine esto que estamos viviendo», consignó desde Nueva York, ciudad protagonista de sus memorias.

Gornick dijo que puede estar en su departamento todo el día, que cuando se empieza a sentir «sola, deprimida, ansiosa», sale a la calle y se siente «renovada, revitalizada».

Un mirada sobre la pandemia en la «Gran Manzana»

¿Cómo afecta la pandemia esa relación con la ciudad? «Nueva York se ha vuelto más amable, siempre supera las crisis. Se ha vuelto mejor después de una crisis, no peor».

En ese sentido rememoró lo sucedido «después del 11 de septiembre de 2001, hace 19 años, cuando todos pensaron que la ciudad no iba a ser la misma y no fue la misma pero se recuperó. Por supuesto que la ciudad se va a recuperar».

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Contó que vive en Greenwich Village, en el piso 16 y casi el 40% de las personas

de su edificio se fueron durante la pandemia, también relató que frente a su casa hay un pequeño parque que se volvió un punto de encuentro con sus amigos, tres personas con las que se encontró todos los días por una o dos horas.

Gornick describió los primeros meses como «muy terribles» y especificó: «Con estadísticas muy altas, con tantas personas que fallecían, yo perdí a cuatro personas. Vivo en la Calle Doce y la Séptima Avenida, la esquina de estas dos calles. La Séptima Avenida es una de las principales arterias de Nueva York. En los primeros meses salí y no había nadie. Ni una persona, ni un auto, nada. Parecía un set de una película de ciencia ficción».

La escritora manifestó que «la intensidad de la vida humana hace la ciudad, especialmente en Nueva York. La manera de expresarse que tiene la gente en la calle es tan conmovedora y emocionante. La ciudad es una multitud de personas y todas se sienten solas. En la ciudad la soledad se transforma en algo compartido».

«Desde la pandemia, más personas han escrito sobre lo que es vivir solo. En Nueva York el 50% de los hogares está compuesto por una persona soltera y la mayoría son mujeres», señaló y sobre esa experiencia agregó que «deberíamos aprender más, poder ver cómo se sobrevive, qué es lo que te enseña sobre vos mismo, del mismo modo que funciona un matrimonio».

«Lo importante es que hay que absorber la experiencia de cualquier situación, de estar solos o no y aprovecharla», finalizó la escritora en su participación en el Filba.

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