El sentido de lo atávico y lo inefable atraviesa todo el libro", avisa Goransky. Fotos: Alejandro Meter.

El sentido de lo atávico y lo inefable atraviesa todo el libro», avisa Goransky. Fotos: Alejandro Meter.

En «La mujer poco probable», la escritora Tatiana Goransky indaga sobre las tensiones entre mandato y deseo a partir de un conjunto de personajes que reflexionan sobre sus decisiones en la antesala de una posible fatalidad y construyen un tejido de deseos relegados y duelos silenciosos: «la idea de construir la vida poniendo el deseo por detrás y no por delante, es tristemente actual -dice la autora-. Hoy, lo políticamente correcto está atentando contra el ámbito de lo privado, se mete en la casa, entre las sábanas».

En el avión que trae de regreso a Buenos Aires a la pareja que integran desde hace 25 años Martina y Leo, las cosas no están saliendo bien. Resignados a una turbulencia interminable que agita los asientos y provoca gritos desaforados, encuentran en la inminencia de la posible tragedia un resquicio para mirar retrospectivamente sus vidas, para reflexionar sobre ese vínculo que hace varios años los empuja hacia el presente con más inercia que potencia.

¿Solo por costumbre han perseverado en un matrimonio que hace mucho dejó atrás el deseo? «La mujer poco probable» (Editorial El Ateneo)  empieza a desandar ese camino en un momento en que no hay certezas de que la lucidez acompañe a los personajes. O acaso sí, porque esos minutos en que nada está bajo control, los subterfugios se desarman para iluminar todo aquello que la construcción laboriosa de lo cotidiano ha intentado domesticar, como el deseo cuando se antepone a la conveniencia.

“Era absurdo ir contra el deseo”, dice Leo, psicoanalista de profesión, cuando descubre que todas las mujeres que lo atraen replican el prototipo físico de su madre. Ese mantra, sin embargo, no acompaña a la mayoría de los personajes de la novela, que planifican a espaldas de sus pulsiones. Algunos atinarán a revertir esta contradicción, pero será tarde porque ese deseo reprimido se habrá transformado en enfermedad. Y todos, casi todos, tienen algún secreto guardado, que ocultan para “proteger” a los demás, pero también para preservarse a sí mismos.

Goransky, cantante y autora de libros como «Don del agua», «Fade Out»y «¿Quién mató a la cantante de jazz? «, plantea una suerte de tragedia moderna donde el azar entrelaza la vida de personajes y una fuerza metafísica parece operar por encima o en oposición a la voluntad y las decisiones racionales. «El sentido de lo atávico y lo inefable atraviesa todo el libro», destaca la escritora en entrevista con Télam.

– Télam: La trama de “La mujer poco probable” está situada en la antesala de una posible tragedia ¿Por qué te interesó plantear la desintegración de una pareja en ese marco? ¿Las situaciones límite generan mayor elocuencia para leer procesos o por, el contrario, la angustia y la desesperación distorsionan la percepción?
– Tatiana Goransky: Las situaciones límite son siempre terreno fértil para poner en escena el derrumbe. Enfrentados al desastre los personajes pueden o no responder de la misma manera. A veces, hay espacio para la acción: intentar, inútilmente, cambiar ese destino que ya aparece demasiado claro. Otras, son ideales para leer procesos, mirar hacia adentro, hacer una lectura propia de la vida que se escapa. En el avión, a punto de caer, no solo se juega la desintegración de la pareja constituida por Martina y Leo, sino la recapitulación de la historia personal. ¿Cómo recordamos? ¿Qué historia nos contamos para poder hacer más tolerable la idea de un final?

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– T: La mayoría de las parejas que aparecen en el libro arrastran frustraciones de origen y a pesar de todo han seguido adelante a través del tiempo ¿Te interesaba exponer esa suerte de tensión entre el deseo y el mandato, plantear que muchas veces queremos lo que no deseamos y viceversa?
– T.G.: Sí, creo que pasan los años y hay cosas que cambian poco o cambian lento. Ahora mismo se está viviendo un nuevo período de tensión alrededor del deseo. Antes, estaba abiertamente ligado a situaciones como las que nombrás: parejas de otras épocas que se constituían según ideas de un viejo mundo. Los casamientos duraban de por vida, los roles estaban divididos de manera fija, todo giraba alrededor de los mandatos y muy pocas personas podían (o se animaban) a romper con lo que les tocaba en suerte (o en desgracia). Pero, por más que en esta novela esos personajes aún existen, la idea de construir la vida poniendo el deseo por detrás y no por delante, es tristemente actual.

Hoy, lo políticamente correcto está atentando contra el ámbito de lo privado, se mete en la casa, entre las sábanas, incluso alcanza las fantasías. Es un tema que me preocupa y, entonces, atraviesa mi escritura. En “La mujer poco probable” esa tensión está puesta en parejas que construyen el árbol genealógico de los protagonistas, aunque a ellos también los alcanza, porque es muy difícil escapar de los mandatos, de las máximas, de las micro publicidades que se proyectan a diario. Todos, en algún momento, somos víctimas de lo que deberíamos ser o hacer.

La autora además es cantante.

La autora además es cantante.

– T.: Hay una idea de fatalidad que atraviesa la trama en general: la zozobra de esa pareja en las turbulencias de un vuelo, la poco nítida muerte de uno de los personajes, la enfermedad de otro, los castigos del protagonista a su cuerpo ¿Se podría leer esta historia como una tragedia griega moderna, donde los personajes no pueden eludir un destino fatal ya sea por haber impuesto su deseo como por haberlo reprimido dolorosamente? 
– T.G.: Sí, la novela está pensada como una tragedia griega moderna. A diferencia de las tragedias griegas clásicas de Sófocles, Eurípides o Esquilo acá no respeté la estructura ni tampoco la noción de héroe. Pero el texto entero está construido a partir la idea de lo ineludible, de aquello que fue puesto en marcha sin que nos diéramos cuenta y va a concluir en algo que se nos escapa. Los personajes están atrapados en un universo en donde el libre albedrío no existe. Tal vez no lo sepan, tal vez crean que pueden modificar algo a partir de sus acciones, pero al final el destino (o la tragedia) los alcanza. Aunque no siempre con resultados funestos.

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– T.: En la novela, casi todos esconden algo. Sin embargo, en realidad creen que lo esconden porque esos secretos han dejado de serlo en tanto han llegado a oídos de quienes justamente no debían conocerlos. ¿Qué tan gravitantes han sido esos secretos para quienes los generaron y para quiénes los descubrieron?
– T.G.: Hay un circulo que nunca puede romperse. La Historia ya está escrita y cada secreto se pasa de mano, se transforma, y se vuelve a pasar. Así, el relato opera como un testimonio literal y literario. Algo que se entrega en una carrera de posta (o carrera de relevo) hasta llegar al final.

– T: Se dice en el texto que Leo y Martina han pasado por las distintas etapas del amor pero que hace tiempo que ya no se aman. En una sociedad que apuesta todo el tiempo al cambio y a la velocidad ¿por qué razones una pareja de 25 años de relación que ya no se desea apuesta a permanecer unida?
– T.G.: En el texto se dice que Leo y Martina han pasado por todas las etapas del amor, incluso la del desamor, que en ese caso se considera una etapa más del amor. No es ahí adonde termina la historia entre ellos. Pero preferiría no adelantar lo que está escrito. Últimamente encuentro que narrar el amor es más difícil que hablar sobre pornografía. Al punto que escribir sobre ello es casi obsceno. Y ojo, lo digo con conocimiento de casusa, ya que escribí sobre pornografía durante muchos años.

– T.: “Es difícil entender la oscuridad del otro si no se habla el mismo idioma. Lo mismo sucede con el sentido del humor, es que la lengua delata”, reflexiona Leo. Y más adelante sostiene que haber viajado con su mujer a San Petersburgo “obraba como puente, como un intento por recobrar juntos la familiaridad dentro de la extranjería, dentro de otro código, dentro de otra lengua. ¿La sensación de “hablar el mismo idioma” en una pareja” es viable en algún momento o sólo es un espejismo construido en los primeros tiempos de enamoramiento? 
– T.G.: Creo que uno va construyendo código en común durante toda la vida. Cada familia tiene un idioma propio que toma del social, pero modifica puertas adentro. Además, está la coreografía cotidiana: esos gestos, esos movimientos, esas miradas, esa manera de moverse en el espacio. En el enamoramiento tomamos palabras prestadas de libros, en el amor tenemos nuestro propio diccionario. 

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– T.: Finalmente, ¿por qué elegiste el título de “La mujer poco probable”?
– T.G.: “La mujer poco probable” son dos novelas en una. La primera, una nouvelle, puede leerse de corrido hasta la parte tres. Ahí, uno puede dejarla por unos días y después comenzar a la leer la otra. Llegado el caso, se arranca de nuevo desde el principio y se lee de un tirón hasta el final. Las dos son novelas corales. La primera está narrada a través de Martina, Leo y Dana. La segunda de Martina, Leo, Dana, Pedro, Emma y Shmuly.

Ni bien empecé a escribir, el título del libro era “La inminencia”. El disparador del texto había sido aquella primera imagen: una pareja en un avión defectuoso y la amiga en común mirando el final desde la tele de su propia casa. Todo transcurría en ese tiempo sin tiempo que anuncia una desgracia, que parece no tener más allá. Pero, a medida que fui avanzando, noté que todo me llevaba a pensar el texto como a una tragedia griega moderna; y que las ramificaciones de las historias de Martina, Leo y Dana se iban armando como una muñeca rusa. “La mujer poco probable” es justamente eso: aquella que adentro esconde a otra, a otro, un secreto, un relato, una inmensidad de cajas que son a su vez dispositivo de la narración, la manera misma que tienen los personajes de contar su propia historia y las distintas generaciones a través de las que ésta se plasma. Pero además, en el libro, hay una mujer poco probable. Es que todas y todos somos una mujer poco probable para alguien más.

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