Claudio Izaguirre dijo que cuando comenzó el aislamiento, «lo primero que tuvieron los organizadores de estas fiestas fue temor, pero luego avanzó la idea de ir convocando de a poco para ver qué pasaba».

Luego de que 150 personas, entre ellos dos policías de distintas fuerzas, fueran sorprendidas en una fiesta clandestina en la localidad bonaerense de González Catán, el presidente de la Asociación Antidrogas de la República Argentina (AARA), Claudio Izaguirre, alertó que en Capital Federal y el Gran Buenos Aires se realizan alrededor de 1.500 fiestas ilegales todos los fines de semana, aunque tan solo el 10 por ciento son intervenidas.

En tiempos de coronavirus y cuarentena, son millones los argentinos que cumplen con las medidas dispuestas por el gobierno nacional para frenar el avance del virus que ya dejó más de 13 mil muertos en el país.

En este contexto, se hicieron conocidas decenas de historias de personas que no pudieron acompañar a sus familiares en sus últimos momentos de vida debido a las restricciones del aislamiento social. Y mientras tanto, como si de un chiste de mal gusto se tratase, se realizan cientos de fiestas clandestinas en las que, más allá de toda violación a la cuarentena, la ilegalidad brilla por su presencia.

Es que, en las últimas horas, unas 150 personas, entre ellas una oficial de policía de la provincia de Buenos Aires y un efectivo de la Ciudad, fueron sorprendidas en una fiesta clandestina, donde también había juego ilegal, en la citada localidad del partido de La Matanza.

Este hecho dejó a luz una red de fiestas clandestinas que, fin de semana tras fin de semana, articula millones de pesos con la impunidad. Según Izaguirre, en la Ciudad y el Gran Buenos Aires se llevan a cabo aproximadamente «1.500 fiestas clandestinas cada fin de semana», en las que hay trabajadoras sexuales, drogas y juegos de azar.

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En diálogo con Diario Popular, el presidente de la AARA explicó que, cuando comenzó el aislamiento, «lo primero que tuvieron (los organizadores de estas fiestas) fue temor, pero luego avanzó la idea de ir convocando de a poco para ver qué pasaba».

«Entonces, iniciaron las convocatorias, las cuales son por internet y en muchos casos de persona a persona, porque son clientes habituales de quienes hacen estas fiestas», agregó.

Asimismo, precisó que las convocatorias también se llevan a cabo por «WhatsApp, Instagram y otras redes que usan los jóvenes. Generalmente no se da el lugar, sino que se le da un punto en común en el que un micro los puede pasar a buscar o se convocan todos en una plaza y de ahí se va pasando el dato», informó.

Bajo esta línea, Izaguirre aclaró que «la idea es que la menor cantidad de gente sepa dónde es el lugar, para que no se anticipen las fuerzas de seguridad que están a cargo de intervenir estas fiestas».

En este punto, mencionó un dato no menor: muchas de estas fiestas son organizadas por «personas que tienen boliches». De esta manera, afirmó, «con elementos de música de esos boliches, los trasladan y ponen a funcionar la fiesta, la cual se da en otro lado, por ejemplo, en una quinta alquilada».

Sin embargo, señaló que tan solo «un 10% de las fiestas son intervenidas», en tanto que hizo hincapié en que «zona norte está plagado de estas cosas», aunque «en el oeste también hay fiestas en lugares como Ramos Mejía, Merlo y Moreno».

«Hay fiestas en todos lados y lo que no hay es una construcción de impedimento de estas cosas», lamentó el presidente de la AARA, quien advirtió: «Lo que vemos es que esto va incrementándose en todo el país».

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Asimismo, alertó que, una vez pasada la pandemia del coronavirus, el número de fiestas clandestinas «va a estallar». Por este motivo, Izaguirre concluyó: «Las autoridades nacionales y de cada una de las provincias van a tener que poner el ojo sobre a quiénes le dan la responsabilidad del control de este tipo de espacios».

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