Desde que en diciembre pasado dejó la Casa Rosada, Mauricio Macri venía combinando un llamado a silencio (dejó trascender inicialmente que era “para escribir un libro”) con vacaciones, en una suerte de segundo plano, aunque queda claro que en la actual interna de la oposición no está dispuesto a dejarle el camino despejado a quien la pandemia perfila como su sucesor, el jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta. Desde esa posición, el ex presidente se tomó, sin embargo, algunas pausas en su retiro para ubicarse como líder entre los «duros» de esa interna y formular declaraciones “libertarias” –según la nueva acepción que ha tomado ese término, en otros tiempos vinculado a las luchas anarquistas y hoy agitado por la derecha contra cualquier medida de protección del Estado–. 

A principios de marzo, por ejemplo, el expresidente aseguró que el populismo era “más peligroso que el coronavirus” y, junto a Patricia Bullrich, firmó una declaración lanzada por referentes de la derecha iberoamericana, criticando el aislamiento social y denunciando que los gobiernos que la aplicaban restringían “las libertades y derechos básicos”. Completando la escena de la derecha internacional, en julio dio un reportaje a Vargas Llosa hijo, en el que criticó a Alberto Fernández por el manejo de la epidemia (dijo que en su lugar hubiera equilibrado la salud pública con la “salud laboral”). 

Una semana después viajaba en un avión privado a Paraguay, sin cumplir con los protocolos de aislamiento, con la poco sostenible excusa de tratar temas vinculados a la Fundación FIFA, donde había conseguido el lugar de presidente en enero de este año. Luego se fue a Europa, desde donde fogoneó las marchas anticuarentena y le dictó a la oposición la obstrucción del parlamento. También trató de armar la mesa del PRO todos los lunes, pero encontró más conflicto que otra cosa.

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Tras el recambio de gobierno, en diciembre, la noticia fue que el expresidente había alquilado unas oficinas en Vicente López, a unas cuadras de la Residencia de Olivos, para “reorganizar el PRO”. A los periodistas que lo llamaban les aseguraba que se iba a dedicar a monitorear la gestión del nuevo gobierno con los equipos técnicos de la Fundación Pensar y remarcaba que con su gobierno había dejado “la vara alta”. Varias notas aseguraron por esos días que Macri estaba escribiendo un libro sobre su paso por la presidencia, a la manera del Sinceramente de Cristina Fernández de Kirchner.

Antes de que terminara el mes, sin embargo, se fue de vacaciones a Villa La Angostura. Tras un mes de descanso desde aquella localidad llegaría su primera reaparición pública. Fue con un video que circuló por las redes, grabado en una charla con dirigentes y simpatizantes del PRO de la ciudad. Allí Macri aseguraba que él nunca había querido endeudar el país. “Yo les decía, cuidado, que yo conozco los mercados. Un día no te prestan más plata y nos vamos a ir a la mierda. Ellos me decían ‘No, segui’”, señaló en su versión sobre cómo la Argentina rompiò records de endeudamiento durante su mandato.   

En marzo habló en el encuentro de ex presidentes en Guatemala e insistió con su idea: «Para mí, algo mucho más peligroso que el coronavirus es el populismo. El populismo lleva a hipotecar el futuro. Compromete no solo el desarrollo sino el futuro básico de las comunidades”, dijo el mandatario que durante su gobierno hizo desaparecer el Ministerio de Salud.

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El último día de julio, Macri viajó a Francia y Suiza “en plan de desconexión” y para «tratar cuestiones vinculadas con la FIFA». Acompañado por Juliana Awada y su hija Antonia, pararon primero en el exclusivo hotel La Reserve, emplazado en un palacio del siglo XIX, y luego se trasladaron al campo para atravesar sin encierros los 14 días de cuarentena requeridos. “Me quedó acá porque en Suiza exigen cuarentena. Así la cumplo acá, pero en libertad”, dijo tras su llegada a París.

Desde el verano europeo Macri se hizo un tiempo para escribir en las redes sociales un mensaje de respaldo a la marcha opositora al Obelisco. «Orgulloso de los miles de argentinos que salieron para decirle basta al miedo y al atropello, y sí al trabajo, al respeto y a la libertad», afirmó en aquella oportunidad. Más tarde, desde la Costa Azul y por zoom, acicateó la línea dura en el Congreso para que bloqueen las sesiones virtuales. Mientras tanto, en la Argentina, seguían adelante una serie de causas de corrupción en su contra

El expresidente volvió a la Argentina el 3 de septiembre y se instaló en su quinta de Los Abrojos. Cuando le faltaba cumplir una semana de cuarentena obligatoria por el viaje, convocó allí a tres intendentes PRO del interior bonaerense. Del encuentro participaron el intendente de Pinamar, Martin Yeza, el de Olavarría, Ezequiel Galli, y el de San Antonio de Areco, Francisco Ratto. Contaron que el tema tratado en Los Abrojos fue el de los «desafíos de Juntos por el Cambio como oposición», y alegaron que la reunción había sido mantenida «al aire libre», como única alusión a las medidas de aislamiento social.

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El encuentro fue el jueves pasado, mientras en Olivos policías bonaerenses rodeaban la residencia presidencial, haciendo ostentación de armas y patrulleros. Pese a la gravedad institucional de este episodio, no hubo una sola palabra de repudio de parte de Macri. Ese silencio fue su último gesto público previo a publicación de la columna de opinión de este domingo en el diario La Nación.

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