La chilena Marcela Serrano aborda en su última novela "El manto" el duelo por la muerte de una de sus hermanas.

La chilena Marcela Serrano aborda en su última novela «El manto» el duelo por la muerte de una de sus hermanas.

La chilena Marcela Serrano aborda en su última novela «El manto» el duelo por la muerte de una de sus hermanas, donde evoca el entrañable vínculo que las unió en la infancia, los viajes compartidos por Europa y la agonía de las últimas horas, logrando una obra luminosa sobre la pérdida, donde la escritura se transforma en un refugio ante la muerte.

Desde la no ficción, Serrano deja testimonio de un proceso que inició luego de abandonar su departamento en la capital chilena e instalarse en una casa familiar situada en la montaña, adonde llegó en absoluta soledad, tres días después del funeral de su hermana Margarita para entregarse a cien jornadas de duelo, en contacto con la naturaleza.

En esa convivencia con los cerros recordará los últimos momentos junto a su hermana y los tiempos de la infancia cuando pensaban que sería la última en morir, porque «era la más graciosa, bromista y festiva». Y a medida que la recuerda evoca los detalles del velatorio a la mexicana, el casamiento de Margarita en la torre de un pueblo medieval español, su gusto por los caballos, la música y la escritura, y el Chile de los desaparecidos.

Organizada en breves capítulos, la reflexión y profundidad de la prosa poética se conjugan en «El Manto» (Alfaguara) con la cita de autores como Roland Barthes, C.S. Lewis, Philip Roth, Joan Didion, quienes narraron sus experiencias de pérdida, y le permitieron a la escritora reflexionar sobre la ausencia, la tristeza y el duelo.

En diálogo con Télam, Serrano, autora de «Nosotras que nos queremos tanto» y «La novena» confiesa que cuando terminó el libro, su dolor «era más limpio y llevadero».

«En estos tiempos inciertos y dramáticos de la pandemia escribo todos los días, con mucha disciplina, no estoy inmersa en una novela ni nada parecido, es solo que no sabría otro modo de enfrentarlo»

Marcela Serrano

– Télam: ¿Cómo fue para usted el proceso de escribir una obra de no ficción?
– Marcela Serrano: Jamás imaginé que escribiría algo que no fuese ficción, no estaba en mi registro. Tampoco pensé en ello cuando empecé a tomar notas, inmediatamente comenzado el duelo. Lo hice porque era una respuesta evidente, si siempre he escrito, ¿cómo no hacerlo entonces? Tuve la ilusión de ordenar de alguna forma lo que sucedía, de darle algún sentido. Fue mucho más tarde que opté por la estructura de un libro.

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– T:¿Cómo fue escribir sobre una persona tan querida sin caer en el dramatismo?
– M.S: El dramatismo es todo un tema en un libro sobre el duelo, lo que me hizo estar muy atenta. Sabía que de no controlarlo no escribiría nada. El tono me resultaba esencial. Cuando escribí la primera frase sentí que con ella imprimía una inflexión determinada que me permitiría continuar.

– T: Hay una abundante y reveladora referencia a obras de autores que escribieron sobre la muerte. ¿Hubo alguno de esos libros que la guiara particularmente? ¿Qué lugar ocupa la lectura en su trabajo como escritora?
– M.S: La lectura ocupa un lugar primordial. De hecho, soy una lectora más que una escritora. Cuando personas jóvenes me preguntan sobre los pasos a dar para escribir siempre les respondo: lean, lean y lean. Para «El manto», aunque me envolví en muchos autores, el más importante fue Elias Canetti, con «El libro contra la muerte». Mi editor me lo sugirió entre otros, recuerdo que partí a comprarlo en un día frío y triste y cuando llegué a casa y lo abrí, no pude separarme más de él.

– T: En el texto hace una especie de advertencia para quien no puede tramitar un duelo, por ejemplo a través del llanto. ¿Cree que el proceso de duelo está subestimado en culturas como las nuestras?
– M.S: Cada cultura tiene su propia forma de enfrentar el duelo. Como yo pertenezco a esta parte del mundo, no puedo sino opinar de la nuestra. Acudo a Freud. El duelo es absolutamente necesario, quien lo niegue o lo silencie no hará más que infringirse un gran daño, con las posteriores consecuencias. Creo que detenerse y asumirlo, como una enfermedad, es importante. Como dice Melanie Klein, le llamaríamos enfermedad si no fuese tan recurrente, morir es la cosa más común.

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– T:¿Cómo intervino la unidad familiar que describe en un momento tan doloroso como la muerte de su hermana?
– M.S: En nuestro caso fue especialmente duro, justamente por esa unidad. Éramos cinco hermanas y resultaba inconcebible dejar de serlo. Locas nosotras, ¿creeríamos que moriríamos todas juntas? Pero esa misma unidad jugó a favor al momento del dolor, había otra que sufría igual que yo y esa otra estaba ahí, a mano. Hasta el día de hoy nos consolamos, nos juntamos a hablar de la que falta, a recordar historias, a reírnos (la Margarita era muy divertida).

– T: El velatorio tuvo características festivas, relacionado con los rituales en México. ¿Qué permite esa forma de tramitar la muerte, tan alejada de los hábitos que tenemos en países como Chile o Argentina?
– M.S: Quizás son códigos familiares. Durante la agonía de mi hermana estuvimos muy contenidas en su casa, que nos era ajena, donde ninguna expresión era especialmente bienvenida, donde nadie entraba. Entonces cuando trasladamos el cuerpo a mi casa, nos desatamos y abrimos las puertas. Nos sentíamos otra vez como en la infancia en que todo era motivo de fiesta. Además yo he vivido largamente en México y aprendí de ellos esta otra forma de honrar la muerte. Fue muy lindo el velorio, llorábamos y nos reíamos al unísono, comíamos, tomábamos, nos deteníamos a mirarla largamente, luego seguíamos. Nada de iglesias ni de frío ni de penumbras.

– T: ¿Qué significado tiene ubicar un manto sobre el ataúd de una persona fallecida?
– M.S: La idea del manto sobre el ataúd me la inspiró Nicanor Parra. A él lo cubrieron a su muerte con un manto confeccionado por su madre años y años atrás, de muchos pedacitos de tela diferentes. Ella era costurera y usaba los retazos. Un collage. Un patchwork. Me fascinó esa idea: en vez de la bandera chilena, ya que se veló en la Catedral de Santiago, cubrirlo con algo tan humilde y cercano para él. Mi ilusión era cubrir a mi hermana con mis palabras.

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– T: El libro fue una forma de homenajear a su hermana?
– M.S: Si, «El manto» fue un homenaje a mi hermana. De paso, me hizo bien a mí. La escritura es un tremendo antídoto contra la soledad y la pena. Cuando terminé el libro mi dolor era más limpio y llevadero. Y pensé que al publicarlo de alguna forma me unía al tejido enorme y transversal de otros duelos.

En estos tiempos inciertos y dramáticos de la pandemia escribo todos los días, con mucha disciplina, no estoy inmersa en una novela ni nada parecido, es solo que no sabría otro modo de enfrentarlo. Creo, además, que este no es el momento de la ficción.

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