«La oposición encontró un método para manifestarse, disfrazado de tinte ciudadano, y van a seguir con eso todo lo que puedan. Pero los que salen a la calle son los mismos, es el electorado opositor. El apoyo a Alberto Fernández se mantiene mayoritario y nuestra manera de responder es con gestión», explicaba un funcionario cercano al Presidente sobre la manera que el Gobierno se para frente a una oposición furibunda que rechaza cualquier cosa que venga de parte del oficialismo. La estrategia en general es no salir al cruce, pero el tuir del ex presidente Mauricio Macri desde la tranquilidad de Suiza alentando la marcha anticuarentena fue demasiado. «Nos la dejó picando», concedían.

En el Gobierno tienen medido los periódicos intentos de movilizaciones y cacerolazos que intenta la oposición -a razón de a uno por mes por motivos distintos- que sólo consiguen una adhesión aceptable cuando agarran la bandera los medios mayoritarios y lo difunden. Recién entonces algunos dirigentes salen de detrás de las bambalinas y se muestran como hizo la titular del PRO, Patricia Bullrich, en la marcha del lunes pasado. Después de la resolución del viernes de declarar como servicio público la telefonía, internet y el cable consideraban muy posible que tengan ese batifondo mediático para la nueva marcha que ya están preparando aunque se trate de una propuesta que en algún momento levantaron incluso algunos legisladores de la oposición. «Gladys González presentó un proyecto similar en el Senado. Pero sabemos que, como están haciendo con la reforma judicial, ahora van a decir que con esto vamos camino a Venezuela», se resignaban.

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El convencimiento en Gobierno es que por más marchas y cacerolazos que convoquen, los límites del enojo en las calles no irán más allá del tradicional elector del antiperonismo. «Con este cansancio por la pandemia puede ser que la gente empiece a mirar otras alternativas y con lo que se encuentra es lo mismo que gobernó hasta hace ocho meses en la Argentina dejando atrás un desastre. Más increíble todavía es que reciban las órdenes desde el exterior. Están las declaracione en off de senadores opositores reconociendo que estaban a favor de la reforma judicial pero que Macri ordenó votar en contra y tuvieron que cambiar», comentaba un asesor presidencial con oficina en la Casa Rosada. 

Se aferran a las encuestas que le siguen dando a Alberto Fernández una aprobación cercana al 60 por ciento. Es decir, todavía unos diez puntos por encima de la gente que lo votó en octubre. Es cierto que al principio de la cuarentena llegó a niveles muy superiores, pero consideran normal que esos índices no se mantuvieran por mucho tiempo. Ironizaban sobre los diarios opositores que publican que Jair Bolsonaro supuestamente «subió» en Brasil al 37 por ciento de aprobación al tiempo que sostienen que Fernández «bajó» al 60 por ciento aquí. «Y no dicen que Sebastián Piñera en Chile apenas si pasa del 10 por ciento», subrayan. 

Luego de la reunión política del martes pasado en Olivos donde se reunieron los principales referentes del Frente de Todos, hubo una coincidencia en el discurso sobre el que «descansa en una reposera en Suiza y acá manda a contagiarse a la gente» y también sobre hablar de las «dos pandemias» que sufrió el país, en referencia a la economía durante el macrismo. Pero insisten en su idea acerca de que, más allá del fragor del día a día que exige una respuesta a las acusaciones que parten de la oposición, lo que la gente terminará valorando será el resultado de la gestión y eso es en lo que tienen que enfocarse. «Con la cuarentena evitamos que se dispare el número de fallecidos y que se sature el sistema sanitario. Ahora fabricaremos una vacuna y ya hay indicios de una rápida recuperación económica. Si avanzamos en esa dirección, en unos meses nadie se va a acordar de estas marchas y cacerolazos. El problema lo van a tener ellos en la oposición porque se nota que están divididos. No porque sean diferentes -la verdad que en el fondo no creo que haya diferencias entre Macri y Horacio Rodríguez Larreta- pero sí porque sus estrategias van en distinta dirección y también porque las aspiraciones personales son distintas», cerraba el funcionario.

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