La nicaragüense Gioconda Belli, el español José Ovejero y la argentina Gabriela Cabezón Cámara complejizaron la idea de «nueva normalidad», instalada a partir de la pandemia, y plantearon la importancia de la literatura para habitar mundos, poder trazar nuevas redes y pensar el futuro de la humanidad, en lo que fue la segunda jornada de la 25ª edición del Foro Internacional por el Fomento del Libro y la Lectura que se realiza de manera virtual hasta el viernes.

Desde sus casas, los tres autores se conectaron pasadas las 16 y compartieron textos en los que retomaron ficciones que marcaron sus años de infancia o los impulsaron a escribir y coincidieron en advertir la centralidad de la literatura para atravesar este tiempo histórico.

La primera en tomar la palabra fue Belli que calificó a la pandemia como «una tragedia» y se sumergió en su infancia y su relación con la lectura promovida por su abuelo Francisco «Pancho» Pereira que le regaló las ficciones de Julio Verne y llegaba siempre con libros, historietas y cuadernos para iluminar sus vacaciones en la playa.

Gioconda Belli

Gioconda Belli

«Fue quien me regaló mi primera pluma para mis alas de escritora y me abrió las puertas de la imaginación y la percepción», señaló la autora de «La mujer habitada» o «El país bajo mi piel» quien se definió como «un ratón de biblioteca» durante su adolescencia al descubrir los universos de Dickens, Salgari o Lewis Carroll.

Belli (Managua, 1948) resaltó el acceso a las «locas bibliotecas» de su país y dijo que los poetas nicaragüenses han sido «enseñados en una escuela donde leer en voz alta la poesía es tan serio como escribirla» por la influencia de Rubén Darío.

La escritora advirtió que «para las bibliotecas y los libros la nueva normalidad no la trajo la pandemia sino la tecnología» y quizás esta situación «ayude a potenciar el mundo ancho y ajeno que existe en línea más allá del entretenimiento».

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En ese sentido expresó un miedo a que «el amor por los libros sea sustituido por el amor por las máquinas» aunque reconoció no creer que los libros impresos vayan a desaparecer e invitó a conectar «con el placer de tocar, leer, ver el encuadernado de las portadas, poder moverse adentro del texto para hojear lo que viene».

«La militancia del libro es una tarea de nuestra generación porque la lectura es la que nos provee los vasos comunicantes para entendernos con la experiencia humana presente y pasada», apuntó la poeta.

A su turno Ovejero (Madrid, 1958) propuso trazar un cruce entre literatura, normalidad y milagros para lo que se dispuso a retomar cuentos como «El joven del clavel», de Isak Dinesen o «Milagro», un microrelato de su autoría.

«La normalidad no existe ni nueva ni vieja salvo como una forma de nuestra falta de atención», consideró el autor de «Biografía del explorador» o «La comedia salvaje» y resaltó que «una de las tareas de la literatura es poner patas para arriba la aparente normalidad, examinarla, diseccionarla, reconstruirla, rechazarla».

Ovejero retomó el cuento «Circe» de Julio Cortázar y sus universos en los que la normalidad, la cortesía, las relaciones de familia «revelan el bicho que agita sus patas bajo la capa de chocolate»; mientras que recordó a Alfonsina Storni cuando rechazaba «el cuidado de quien la quiere pura, blanca, niña porque en la adoración descubre el deseo de control». Y siguiendo con los autores argentinos, el escritor retomó a Ricardo Piglia y su idea de que «el cuento es la narración de una historia secreta» que implica la pregunta por «cómo contar una historia mientras se está contando otra».

«Todo género indaga sobre un secreto porque las cosas se nos presentan siempre como simples, juzgadas», expresó Ovejero y consideró que «es el gesto literario el que rescata su complejidad y es eso lo que vuelve arte a la literatura: usar la palabra para decir lo que es imposible decir».

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De esta manera, subrayó que «seguiremos necesitando a la literatura en la nueva normalidad como la necesitábamos en las pasadas porque éstas son un engaño o un espejismo».

«El poder de la ficción es el de inventar mundos que nos ayudan a desmontar esa realidad simplificada en la que nos movemos», agregó.

Para finalizar, resaltó que «la literatura se nutre del sufrimiento porque el impulso creador tiene que ver en buena medida con el malestar», por lo que el arte que considera «inmundo» es el que «se limita a tapar los síntomas, a poner la venda sin mirar la herida» y, por el contrario, definió a la buena literatura como aquella que «muestra la herida y la posibilidad de alcanzar a comprender su alcance y gravedad».

«La literatura nos servirá después de este proceso de pérdida para lo que siempre nos ha servido: para aprender a habitar espacios reales y dejar el holograma de la normalidad que carece de solidez».

Gabriela Cabezón Cámara

Gabriela Cabezón Cámara

La tercera expositora fue Cabezón Cámara quien, con los ruidos de los ladridos de sus perros de fondo, leyó un texto potente y poético en el que el humo fue el disparador para hablar de los desastres ambientales que atraviesan la «nueva normalidad» en la que recalcó que algunos «son cada vez más y más ricos» y otros «más y más pobres».

«Si la normalidad supone algo así como una estabilidad, un equilibrio sepan que no hay más, vivimos de crisis en crisis que son más riqueza para las minorías y más pobreza para las mayorías», enfatizó la autora de «La virgen cabeza» y «Las aventuras de la China Iron» y resumió: «La nueva normalidad es crisis tras crisis».

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Con un tono agónico y enfático, la escritora llamó a «imaginar un futuro no apocalíptico, a empezar a imaginarlo» para los niños que van a necesitar «un nuevo mundo para vivir» porque «no se puede respirar humo, comer basura, tomar agua contaminada y tener más pestes como el coronavirus».

Para este nuevo mundo, Cabezón Cámara (San Isidro, 1968) aseveró que es «necesario leer porque nos hace felices» como indicó que lo podemos ver «en las caritas de los pibes cuando les leemos un cuento» que nos piden que lo leamos «una vez y otra vez y otra vez» o ese momento en el que leemos una novela que nos emocionó o un poema que nos «llenó de luz o de oscuridad pero de algo que nos hizo más grande el mundo».

«Durante esta pandemia que parece interminable, ¿cuántos momentos de paz te dio leer, si es que pudiste leer. ¿Cuántos momentos de paz y de intensidad te dio escribir?», interpeló la escritora que también exhortó «a los que amamos la vida» a la tarea «no solo de que siga sino que sea mejor, más luminosa y menos cruel que la que nos tocó a nosotros».

Para cerrar llamó a trabajar para «tener todos más bibliotecas» para «un futuro en el que los ojos y los pulmones se llenen de sol y aire limpio», en el que haya «buenos trabajos y tiempo libre para poder disfrutarlos», lo que sintetizó y condensó en la potente línea: «Un futuro sin humo».

El Foro Internacional por el Fomento del Libro y la Lectura se desarrolla en su 25ª edición, de manera virtual, bajo el lema «Leer en tiempos de incertidumbre» y con la organización de la Fundación Mempo Giardinelli continúa mañana en la que será su tercera y última jornada.

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