El ala extrema de la oposición vive como un triunfo el banderazo de este lunes. Los medios dominantes editan los títulos que tenían premeditados desde semanas atrás. Ni la precisión ni el rigor deben impedir que se publique la noticia deseada: primer mandato del periodismo de guerra.

La derecha se apropia de la palabra “gente”. “La gente” protestó, expresó el “hartazgo”, palabra clave. El resto de los argentinos, consabida visión elitista. No se deja englobar en el colectivo gente. Son chorros, negros, planeros, korruptos.

La clásica polémica acerca del número de manifestantes se hace ardua en tiempos de pandemia. Tal vez algunos adherentes se hayan guardado por cuestiones de salud. Los consabidos cálculos por metro cuadrado deben reformularse cuando hay más autos que peatones. No es igual dos cuadras de personas abigarradas que de coches, a menudo de gran tamaño.

La multiplicidad de convocatorias complica más la suma. Cuando se hayan avistado más imágenes panorámicas, de numerosas ciudades, se podrá intentar una aproximación. Cuando se escribe esta nota, la noche del lunes, digamos que Juntos por el Cambio (JpC) ocupa la calle sin muchedumbres pero con estrépito. Obtuvo más del 40 por ciento de los votos en octubre de 2019, cuenta con una base numerosa.

Su desdén por el cuidado de las reglas sanitarias le concede una ventaja, transitoria y enojosa, contra el oficialismo cuyos partidarios eligen no salir.

El primer ejemplo ético lo dieron las Madres y las Abuelas cuando levantaron el acto del 24 de marzo para cuidar y cuidarse.

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Cada cual tiene derecho a expresarse, a opinar y hasta a macanear. El portal Infobae publica imágenes de drones, no muy impactantes, y argumenta: “A solo ocho meses de asumir multitudinarias manifestaciones contra el gobierno”. De las cifras ya dijimos algo y volveremos en un par de días.

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La sugerencia es que ocho meses es un lapso corto para que la oposición ocupe el espacio público en la Argentina. Buen argumento para desmemoriados o arrogantes. Viene a cuento repasar lo sucedido en 2016, primeros meses de gestión del presidente Mauricio Macri. Sin coronavirus, sin deuda externa exorbitante, con un peronismo dividido… mucho más que JpC hoy en día.

El macrismo parecía arrasar, demasiados dirigentes justicialistas le hacían de claque o de compañeros de ruta. Sin embargo (o por eso) la movida callejera comenzaba a enfrentar a Macri.

* Fue rotundo el acto del 24 de marzo, confrontativo con un gobierno negacionista y enemigo de los movimientos de derechos humanos.

* En abril, cuando el fallecido juez federal Claudio Bonadio comenzó la cacería contra la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, una masa impresionante se congregó en los alrededores de Comodoro Py. Pocos bondis, pocos autos. La lluvia torrencial no disuadió a los participantes. Difícil calcular en el trazado de Retiro, con calles angostas, alguna plaza al fondo. De cualquier modo, la adhesión impresionó. Vista en perspectiva sugirió un hecho corroborado más adelante: ni la derrota electoral, ni la ofensiva de Comodoro Py pusieron fin al liderazgo de Cristina.

* El 29 de abril la Confederación General del Trabajo (CGT), las dos CTA y organizaciones sociales concretaron un acto cerca del edificio de la central obrera. Los popes cegetistas tuvieron mano de seda, le ahorraron a Macri superpoblar la Plaza de Mayo. Aún con ese changüí, despuntaba otra constante que iría in crescendo hasta el final del mandato de Macri. Sindicatos y organizaciones sociales ponían entre paréntesis divergencias para concretar “unidad en la acción”. Columnas gremiales nutridas, muchísima gente común suelta, primera movida de intendentes del conurbano bonaerense.

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En los mismos meses, los tarifazos de Macri y del ex ministro Guillermo Dietrich acunaron un nuevo sujeto movilizado. “Los vecinos” perjudicados por los sablazos al bolsillo. Transversales las concurrencias esparcidas en diferentes barrios, con muchos argentinos poco entrenados en esas lides, novatos o debutantes en la revuelta callejera.

Los reclamos se tradujeron en amparos, la demanda se hacía sentir. La Corte Suprema de Justicia les puso coto a los aumentos, decretados ilegalmente por falta de audiencia pública. Se entrenaba y cobraba musculatura otro activismo: el de gente común, posiblemente con alta proporción de votantes de Macri quien los había herido en su víscera más sensible: el bolsillo.

La protesta social diseminada no encontraba contención en una fuerza política. Minaba al macrismo, advertía. El peronismo internalizó y copió el ejemplo justo a tiempo, cuando se venían encima las elecciones del año pasado.

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El epicentro de la protesta fue la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, tradicional bastión de PRO. El jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta marcó distancia respecto del acto; no le conviene como gobernante ni como dirigente con ambiciones. No quiere que se agraven contagios y muertes en su territorio por responsabilidad y por conveniencia. Su rival en la interna de PRO, la ex ministra Patricia Bullrich, es una inescrupulosa que desprecia la vida ajena. Pruebas al canto: Chocobar, Santiago Maldonado, Rafael Nahuel. Si la pandemia se agrava, ella supone que sus chances se acrecientan. Real politik macabra, muy a tono con la protagonista.

El macrismo se mira en el espejo deformante que escriben sus medios aliados. Se adjudica la condición de mayoría. Perdieron en 2019 por una amplia diferencia. Sin embargo la académica Liliana de Riz escribió en Clarín que fue la menor desde 1983. Falacia de una persona informada: Daniel Scioli perdió por menos recién en la segunda vuelta. La distorsión de una persona culta posiblemente aluda al frasco en que vive antes que a mala fe. De todas maneras, es reveladora de cuánto obnubila cierta ideología. La oposición cerril miente o se engaña aún respecto de hechos comprobados. Volvamos al eje de esta columna.

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A la noche sonaron aplausos al personal de salud. Calcular cuántos rindieron ese homenaje es, también, aventurado.

Pero podemos cerrar con hechos y conductas innegables. Durante el feriado (como todos los días) decenas de miles de trabajadores esenciales se rompieron el lomo, se cansaron, se arriesgaron a contagiarse para cuidar al prójimo. Los profesionales de salud, como vanguardia de un conjunto más vasto. Sin gritar, sin sacarse, sin insultar al prójimo, dan un ejemplo cotidiano y colosal. Son gente, aunque algunos lo nieguen o subestimen. Mejor gente que otra gente, opina este cronista en ejercicio de la sacrosanta libertad de expresión.

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