La estadística sobre estos delitos de máxima ferocidad coloca en superficie el drama de las personas asesinadas, en el marco de hechos como robos, femicidios, venganzas narco o riñas familiares

La pandemia no brinda respiro en términos de contagios y muertos. La violencia extrema tampoco detiene su marcha. En lo que va de agosto, se registraron al menos 32 homicidios dolosos, es decir perpetrados con intención. Se trata de un crimen violento cometido cada 6 horas, una cifra que expone la necesidad de abordajes sobre resolución de diversos conflictos, que lejos de solucionarse por vía del diálogo o legal, terminan a los balazos, cuchillazos, golpes u otras formas de matar.

En el marco de un relevamiento realizado por POPULAR, los mencionados homicidios se registraron en el marco de situaciones de robos, femicidios, disputas entre bandas narco, y problemas vecinales o familiares.

Sólo ayer, octavo día del mes, se registraron seis homicidios, con un crimen en Tucumán por una discusión entre vecinos (hay tres detenidos, que son hermanos); en la localidad bonaerense de Los Polvorines con un apuñalado en el marco de un asalto, por el que se busca a los autores; en Florencio Varela por una disputa de hermanos que culminó con uno ellos muerto de un balazo; en Ensenada un hombre de 29 años murió por golpes en la cabeza, y fue detenido un adolescente; en La Plata un hombre de 48 años recibió cuchillazos y apresaron a su hijastro; y en Rosario también con arma blanca un muchacho de 28 resultó muerto y detenido su hermano menor.

Acerca de la problemática, Luis Vicat, licenciado en Seguridad Pública, manifestó que «la naturaleza ya no imita al arte sino al revés, la curva de contagios por coronavirus sube, y de la violencia sigue escalando».

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«Como un desiderátum irreversible, la muerte se presenta como la única solución a cada vez más conflictos planteados entre víctimas y victimarios, ya sea por conflictos de género, de venganzas o simple odio y frenesí. Es el no va más, profundiza la grieta entre vida y muerte y reconoce su origen como pulsión en la frustración, que genera agresión como válvula de escape a las tensiones interiores, pero también como parte del fenómeno de ajenización del otro que se percibe como una cosa y ya no un par, por lo cual su exterminio no produce conflicto», señaló el analista.

«La sociedad, entre el pavor y el hartazgo, naturaliza la violencia y ya la muerte se presenta como un invitado habitual al comentario, adornando en clave siniestra nuestra habitualidad. Difíciles tiempos para una nueva ‘normalidad`», señaló Vicat.

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