A cien años del nacimiento del gran artista argentino León Ferrari (1920-2013), el próximo 3 de septiembre, amigos y personalidades de la cultura lo recuerdan como alguien cálido y generoso, rebelde y con un gran sentido del humor, siempre atento a denunciar las desigualdades sociales y a defender los derechos humanos pero además, como alguien que «hizo de los lenguajes del arte un arsenal».

«Su gran aporte fue buscar formas distintas, novedosas, de insistir con las mismas cosas. Decir lo mismo con nuevas estrategias. En tal sentido León hizo de los lenguajes del arte un arsenal», resalta a Télam la historiadora Andrea Giunta, amiga del artista y curadora de la recordada muestra del 2004 en el Centro Cultural Recoleta.

En aquella retrospectiva, que recorría 50 años de producción, grupos ultra-religiosos llegaron a ingresar a la sala para romper obras, se juntaban en la fachada del edificio a rezar y acudieron a la justicia para pedir la clausura de la muestra, en uno de los debates más intensos y mediáticos que haya tenido jamás el arte local.

Tan sólo tres años después de aquella controversia, León Ferrari recibía en la Bienal de Venecia (2007) el premio al mejor artista: el «León de Oro», galardón internacional que otorga una de las bienales más prestigiosas del mundo, donde se vio una de sus piezas más emblemáticas, «La Civilización Occidental y Cristiana» (1965), una escultura de Cristo crucificado sobre un avión bombardero estadounidense.

Según recuerda Giunta, el artista -que vivió hasta los 92 años- le decía: «Es cierto que me repito, sucede que como las cosas que cuestiono no cambian, tengo que buscar formas distintas de decir lo mismo».

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La autora del libro «Feminismo y arte latinoamericano» atesora miles de recuerdos nítidos de Ferrari, pero destaca uno de los primeros: «En 1992, me impactó su obra exhibida en la Biblioteca Nacional, un homenaje al preservativo, cuando en la Argentina la iglesia se oponía a su uso y en el contexto del SIDA. Así que conseguí su teléfono y me citó para el día siguiente. Cuando llegué me ofreció para tomar un vino de misa que le habían regalado. Eran las 10 de la mañana», remata.

Andrés Duprat, actual director ejecutivo del Museo Nacional de Bellas Artes, conoció a León Ferrari a fines de los 90 y en 1999 organizó una exposición de sus obras en el Museo de Arte Contemporáneo de Bahía Blanca, que por entonces dirigía: «A partir de allí, yo lo visitaba siempre que viajaba a Buenos Aires. Era una persona cálida y generosa. Y era un placer conversar con él», recuerda Duprat en diálogo con Télam.

En 2009, casi diez años después de aquel encuentro en el que comenzó la amistad, trabajaron juntos en la película «El artista», con guión de Andrés Duprat, y donde León Ferrari, además de ser coproductor, interpretó junto a Fogwill, Horacio González y Alberto Laiseca a «unos viejos medio zombies en un geriátrico».

«Siento mucho su ausencia. Recuerdo su buen humor, su fina ironía, su lucidez y su inteligencia. También su integridad, su libertad de pensamiento y su compromiso y solidaridad con quienes tienen necesidades o sufren situaciones adversas», enumera el curador bahiense.

Para Duprat, León Ferrari siempre fue «un espíritu curioso y joven» y alude así a sus cuadros escritos de los años 60; sus «Relecturas de la Biblia»; la serie «Nosotros no sabíamos» en la que recopila noticias de asesinatos y desapariciones durante la dictadura cívico militar; sus planos heliográficos de arquitectura en lo que emula la locura de la sociedad contemporánea y sus indagaciones formales con sus complejas estructuras geométricas.

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El Museo que dirige Duprat exhibe en su hall de entrada, de manera simbólica -ya que sólo se puede ver desde la calle- «La Civilización Occidental y Cristiana», un preámbulo de la exposición antológica para homenajearlo que se debió cancelar por la pandemia y que se hará en el 2022.

«Será la primera muestra individual de León Ferrari en el Museo Nacional así que tiene algo de reivindicación histórica», señala Duprat sobre el conjunto de obras que se verán durante 2021 en el Museo Reina Sofía de Madrid, en el Vann Abbe de Eindoven y en el Centro Pompidou de París, hasta regresar a Buenos Aires para su inauguración, con la colaboración de la Fundación Augusto y León Ferrari Arte y Acervo.

Otro rasgo indeleble de la producción de León Ferrari fue su permanente defensa de los derechos humanos. El artista se exilió en San Pablo durante la dictadura y fue en esa misma ciudad donde se enteró, en 1977, de la desaparición de su hijo Ariel, quien había decidido quedarse en Argentina.

Ferrari decidió volver a vivir en Buenos Aires recién en 1991, donde entabló relación con diferentes actores del mundo del arte.

«Los recuerdos más entrañables son aquellas conversaciones sobre arte y política que se daban mientras caminábamos en círculo en las rondas junto a las Madres de Plaza de Mayo. León siempre expresaba su apoyo cuando realizamos los primeros actos artísticos de denuncia y escraches contra represores de la última dictadura cívico militar. La búsqueda de memoria, verdad y justicia era algo que compartíamos», dice a Télam el artista Federico Zukerfeld, integrante junto a Loreto Garín Guzmán del colectivo Etcétera.

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«Nos conocimos en 1998 cuando vino junto a su compañera, Alicia Barros, al Centro Cultural Recoleta a visitar la primera exposición de Etcétera. A partir de entonces se formó un vínculo de profunda amistad con él, sus nietas y toda la familia. Eran frecuentes sus visitas a nuestro taller en el barrio del Abasto y las nuestras, a su casa, en la calle Reconquista, en el barrio de Retiro», enhebra.

Para Zukerfeld, «son pocos los referentes del arte argentino que, como León, aborden sus obras mediante la provocación artística y ese profundo sentido del humor, interpelando obsesivamente la relación entre religión y violencia, la guerra o la desigualdad social».

«Su ética, su solidaridad con las causas sociales y de derechos humanos hacen de Ferrari un ejemplo inspirador para las nuevas generaciones de artistas», afirma Zukerfeld, quien en 2014, junto a Loreto Garín Guzmán y el filósofo italiano Franco «Bifo» Berardi, rindieron homenaje al maestro en la Bienal de San Pablo, con una obra que solicitaba la abolición del infierno, inspirada en las cartas que Ferrari envió al Vaticano a fines de los 90.

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