Algunos personajes relevantes de esta semana merecerían, supone esta columna, un mayor relieve que el modesto y recatado que hoy los caracteriza. Uno, encomiable, es el diputado provincial santafesino Carlos Del Frade, del Frente Social y Popular, quien en un reciente trabajo -–de esta misma semana, por lo que esta publicación es inaugural–- muestra el disparate económico-financiero que es dueño de este país.

Estudioso del devenir de la tercera (o segunda en disputa con Córdoba) provincia más importante del país, Del Frade destaca que Vicentin está ubicada en el puesto 14 entre las mil empresas que más facturan en la Argentina (según el ranking de la revista Mercado) e informa que en 2019 vendió por 144.376 millones de pesos, a razón de 274.687 pesos por minuto, lo que lo lleva a preguntar, no sin ironía, cuánto habrá pagado por todo concepto al estado santafesino. Respuesta implícita: monedas.

Son impactantes otros datos de este estudio: Aceitera General Deheza, por ejemplo, 7ª entre las mil que más facturan, vendió por 185.265 millones de pesos -–también en 2019–- a razón de 352.482 millones de pesos por minuto.

Todos los casos son igual de impactantes: Cargill, 17ª entre esas mil, vendió por 140.030 millones de pesos y a razón de 266.419 por minuto. Bunge, la número 20, vendió por  119 mil millones de pesos a 227 mil pesos por minuto. Dreyfuss, en el puesto 24, vendió por  97 mil millones de pesos, a razón de  85 mil pesos por minuto. Y así siguiendo, el listado expone las facturaciones de la Asociación de Cooperativas Argentina (ACA, puesto 32), General Motors (puesto 55), Acindar (puesto 63), y la lista es tan agotadora como chocante.

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Lo que bien puede llamarse desde ahora «Informe Del Frade» ofrece, además, otra postal para la indignación: Algodonera Avellaneda, que pertenece al grupo Vicentin, está ubicada en el puesto 701 del ranking de las mil empresas que más venden en la Argentina, con una facturación de 2.800 millones de pesos durante 2019 (o sea 7,6 millones diarios, o 319.634 por hora, o 5.327 por minuto) pero paga menos de 130 pesos por hora a sus trabajadoras y trabajadores, que desde hace meses reclaman incremento salarial y ahora están recibiendo -–loca justicia la de este país–- «notificaciones de fiscalía para acreditar sus identidades porque están cortando el acceso al Parque Industrial de Reconquista».

Tan grosera impunidad capitalista ­-–a cuyas dirigencias Alberto Fernández bien definió como «miserables»–- conforma un verdadero sistema de hiperexplotación humana, ya francamente intolerable para una nación que hace 70 años tenía una de las legislaciones más avanzadas de la Tierra en materia de derechos laborales.

Y concluye el Informe Del Frade: «Aceitera General Deheza, Vicentin, Cargill, Bunge, Dreyfuss, Oleaginosa Moreno, ACA, General Motors, Acindar, AFA, JBS, Renova, Terminal 6 Industrial, Gerdau, Terminal 6 y Terminal Puerto Rosario, facturaron en 2019 nada menos que 1.052.797.000.000 de pesos. Para que se entienda: un billón 52 mil 797 millones de pesos fueron facturados por solamente 16 empresas. Si se tiene en cuenta que el presupuesto provincial para todo el año 2020 y destinado a mitigar las necesidades de más de 3 millones y medio de personas es de casi 415 mil millones de pesos, el volumen de venta de estas 16 empresas equivale a dos veces y media el presupuesto santafesino». El informe concluye preguntándose irónicamente cuánto dinero dejan al estado santafesino «a cambio de todo lo que les da la provincia».

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Los otros personajes, uno concreto y el otro conjetural, no se relacionan directamente con este informe aunque sí inducen al señalamiento de otras cuestiones trascendentes. Como la pandemia, vamos, que también viene desnudando disparidades sociales inconcebibles en un país en recuperación democrática como el nuestro. Y encima cada vez más agresivamente.

Por eso esta columna afirma, y reitera, que las responsabilidades en la lucha contra la peste no son parejas y que hay un responsable principal de los estragos sanitarios que produce la pandemia en el pequeño, pero muy poblado territorio de lo que para las mayorías nacionales, o sea las 23 provincias, sigue siendo la Capital Federal. Territorio hiperprotegido y mimado por los mentimedios, y en el que tantas veces ha sido más importante la felicidad inmobiliaria de los amigos del poder y los negocios con loteos, plazas, parques y tierras públicas privatizadas en muchos casos irregularmente y sin respetar zonificaciones -–todos los cuales han sido denunciados pero duermen en morosos expedientes judiciales–- que la salud de sus habitantes.

Cierto que el esfuerzo presidencial por evitar un conflicto es notable y hace al estilo mesurado de AF, pero es un hecho que en los últimos 12 años el gobierno porteño (Macri primero, Larreta después) jamás se ocupó de proveer de agua potable, luz y servicios esenciales a los cientos de miles de habitantes de las villas miserias porteñas, donde además tantos lo han votado con inexplicables razonamientos (por decirlo de modo suave). Pero lo que hoy parece evidente es que ese mirar para otros lados fue y es la causa primordial del contagio de covid-19 que hoy hace estragos en la llamada AMBA y que hace que la Argentina muestre cada vez más horribles y atemorizantes estadísticas, las cuales ­–en verdad– no se corresponden con la realidad pandémica del país completo, que es bastante menos alarmante que en la llamada CABA.

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Es muy raro que esto no se sincere como la ciudadanía merece. E igual de extraña es la suposición de que la idea de bancar al intendente a cualquier costo le estaría llegando al presidente de boca de un grueso jerarca de su entorno íntimo, peronista muy amigo de Diego Santilli y Daniel Angelici, entre otros, y con sólidos vínculos con la administración macrista porteña de los últimos años, de la que formó parte y en la que llegó a tener una extraordinaria influencia en sedes judiciales. Quién sabe si sea cierto, pero lo que sí parece serlo es que las caras en la tele del alcalde porteño junto al presidente y a un Axel Kicillof que a veces parece contener fastidios, ya no hablan de lo mismo: porque son sólo dos los que luchan a brazo partido contra una peste que, mientras no se detenga eficazmente en la Ciudad de Buenos Aires, va a seguir padeciendo toda la Argentina. 

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