Margaret Randall escribió "Estrellas del mar sobre una playa" entre marzo y mayo de este año.

Margaret Randall escribió «Estrellas del mar sobre una playa» entre marzo y mayo de este año.

La poeta estadounidense Margaret Randall aborda en su obra «Estrellas de mar sobre una playa» interrogantes que acechan a la humanidad en este escenario de incertidumbre ante la irrupción de una pandemia inédita, e invita a reflexionar con profundidad y belleza sobre este tiempo que nos enfrenta a la finitud de la vida con poemas en los que sella su impronta como militante feminista y activista social.

Randall, de 83 años, logra conmover con piezas que transitan por la más sencilla cotidianeidad para describir situaciones donde se agazapa el peligro, cuestionar los discursos políticos del odio, e interpelar sobre los comportamientos humanos que llevaron a situaciones como el Holocausto, o las guerras sucias en América Latina que considera el resultado de cosmovisiones que también se revelan hoy.

La poeta, que nació en Nueva York, acuña una extensa trayectoria como militante feminista y activista social; tuvo un hijo, tres hijas, diez nietos y dos bisnietos, se unió en pareja a los 50 años a la artista Barbara Byers; vivió en Alburquerque, Ciudad de México, Sevilla, La Habana, Managua y residió por breves períodos en Perú y Vietnam del Norte.

Formó parte de la generación Beat, el grupo de escritores estadounidenses de la década de los cincuenta; participó en el movimiento estudiantil mexicano de 1968, compartió años decisivos de la revolución cubana en los 70 y los primeros cuatro años de la revolución sandinista en Nicaragua.

En los 60 fundó y editó en México, junto con Sergio Mondragón, la revista literaria bilingüe El corno emplumado-The plumed horn que por ocho años publicó la literatura más innovadora e importante de la época y difundió por primera vez en español a Allen Ginsberg y a Ernesto Cardenal en inglés. En Cuba conoció a Rodolfo Walsh, fue amiga de Roberto Fernández Retamar y colaboró en la Casa de las Américas.

Este libro, que Randall escribió entre marzo y mayo de este año, llega a la Argentina editado por Abisinia, en una bellísima edición bilingüe ilustrada, y traducida por Sandra Toro.

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Autora de 150 obras de poesía, ensayo e historia oral explicó en diálogo con Télam su visión acerca de esta pandemia y del presente que transita la humanidad.

– Télam:¿Qué miserias y logros creés que dejó expuestas la pandemia?
– Margaret Randall: Está poniendo en evidencia tanto a los gobiernos como a las personas. Los gobiernos que están manejando la pandemia a su antojo, tratando de conseguir mayores ganancias de la tragedia, se ven por lo que son: fuerzas miserables que la historia juzgará duramente. Los gobiernos que escuchan a los científicos y trabajan para dar la mayor seguridad posible a sus pueblos están ganando respeto y agradecimiento. En cuanto a las personas, pues hay gente decente, responsable, generosa, en todas partes. Lo terrible es que los gestos individuales no logran grandes cambios frente a una pandemia de esta naturaleza.

– T:¿Creés que se espera demasiado en cuanto a cambios morales y del orden mundial a partir de la pandemia?
– M.R: No, no creo que esperemos demasiado, pues solo satisfaciendo las necesidades reales de los pueblos, tendremos un futuro viable. Sin embargo, tampoco soy ingenua. Esta pandemia no es la primera tragedia a nivel global que hemos conocido. Si tienes mi edad -83 años-recuerdas otras muchas: el fascismo europeo de mediados del siglo pasado, las bombas atómicas que Estados Unidos lanzó sobre Hiroshima y Nagasaki, las guerras sucias en América Latina en las décadas de los 70 y 80, y otras. Siempre decimos que no podemos dejar que tales desgracias regresen, pero con el olvido se repiten. No se enseña la historia como debe ser, y la gente no tienen idea del pasado, incluso del pasado reciente. Los grandes poderes se encargan de borrarnos la memoria. Así es que no estoy aguantando la respiración para que haya cambios morales, ni tampoco el nuevo orden mundial que tanto necesitamos.

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– T:¿Qué interrogantes te generó esta situación a vos en particular?
– M.R: Como muchos, quiero saber qué mundo tendremos cuando desaparezca la pandemia. Si es que desaparece. Me parece que la globalización tendrá menos injerencia en nuestras vidas. Las economías están siendo seriamente afectadas. Es posible que las necesidades puedan cubrirse con productos más locales. Espero que los gobiernos que han manejado la pandemia de un modo cruel, incluso criminal, caigan. Pero, no confío en que así será. Con el neofascismo que tenemos hoy, sobre todo acá en Estados Unidos, es difícil saber cómo vamos a salir de esta crisis ni qué vendrá después. Son interrogantes que tendremos que contestar sobre la marcha.

– T: En el poema «Espiral» hablás de deshacerse de la arrogancia y el orgullo? Por qué mencionás esas dos características en particular del ser humano?
– M.R: Menciono esas dos características-como también menciono la avaricia, la violencia, el racismo, el sexismo, la homofobia y la xenofobia-porque creo que son productos de un capitalismo y un patriarcado particularmente crueles. Ya sea explícita o implícitamente, en esta serie de poemas dejo muy claro mi manera de ver el mundo, un mundo que nosotros, los seres humanos, hemos llevado al umbral de la muerte. Es la arrogancia de quienes sostienen el poder la culpable de que no hayamos podido enfrentar el calentamiento climático, la pobreza, el hambre, el hecho de que haya tanta desigualdad, tanta miseria cuando tenemos los recursos suficientes para que todos puedan vivir dignamente.

– T: En el poema «El giro rápido de un tornillo» te interrogás acerca de los supuestos cambios que trajo la pandemia? ¿Con qué otro momento lo podrías comparar?
– M.R: El mundo ha sufrido otras pandemias: la llamada «muerte negra» en la edad media, la influenza de 1918, el cólera, SIDA, ebola, y zika entre otras. Y podemos hablar de pandemias políticas, tales como el asalto al mundo indígena, la trata de esclavos africanos, el masivo asesinato de judíos europeos durante la Segunda Guerra Mundial, los centenares de miles de desaparecidos en América Latina en los años setenta y ochenta, o el genocidio camboyano. Creo que son comparables, con la diferencia de que en aquellos casos muchas veces no se sabía la verdad de lo que estaba ocurriendo hasta que miles o millones murieron. Hoy, con las redes sociales, la información es mucho más accesible. Sabemos de inmediato. Y el reto de parar el terror esta allí, frente a todos nosotros.

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– T: En este momento de la historia se está dando visibilidad a las problemáticas de las personas trans, gays, bisexuales, ¿considerás que se está saldando una deuda que se ha tenido con estos grupos?
– M.R: Por supuesto, aunque el progreso es dolorosamente lento. Es terrible, pero siempre hay un grupo o varios que son blancos del odio y de la explotación de los poderosos. Ni siquiera los países socialistas han incluido a todos en sus promesas de justicia. Yo creo que no podemos hablar de justicia social hasta que todos los grupos sean considerados, que tengan voz y voto.

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