«Hasta el 17 no va a haber cambios, después veremos juntos cómo seguir», informaban cerca del presidente Alberto Fernández como balance de la reunión que mantuvo el viernes en Olivos con el jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta. En base a los últimos contagios -en los que la Provincia viene mostrando un aumento más pronunciado-, desde la gestión capitalina dejan trascender que una vez que se cumpla esta etapa la Ciudad seguirá su propia línea, volviendo a las flexibilizaciones previas e incluso más allá, habilitando también gimnasios y peluquerías. La posibilidad, que serviría a la estrategia política de Rodríguez Larreta de marcar diferencias con el gobernador bonaerense Axel Kicillof y responder al espíritu anticuarentena de su electorado, generaba reacciones irónicas en La Plata. «Esos son los peligros de gobernar en base a los focus group. No hay dato cierto que los habilite a pensar de esa manera. Los hospitales y clínicas de la Capital están colapsados y sus índices por cantidad de habitantes son los peores de todo el país. Son los que más estricta cuarentena deberían hacer», afirmaba un fucionario cercano al gobernador. 

«Anda todo muy bien con Horacio, una relación más que en armonía», sostenían en el entorno presidencial a propósito del encuentro a solas en el que repasaron los números desde el endurecimiento de la cuarentena. El balance es bueno. Si bien las calles no presentan el panorama desierto del 20 de marzo, cuando se inició el aislamiento, también es verdad que el tránsito se redujo un tercio, lo mismo que la gente que circula en las calles. En las reuniones, aseguran tanto en el gobierno nacional como en el bonaerense, los funcionarios porteños se muestran convencidos de la necesidad de mantener el aislamiento estricto. Por eso no hay discusiones, sino sólo conversaciones acerca de cómo poner en práctica las medidas.

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Pero es evidente que cuando hablan con los medios, en reserva, dicen otra cosa. En los últimos días aparecieron varias notas en el mismo sentido: que el problema está localizado en el Conurbano y que la Ciudad presuntamente ya administró lo peor, or lo que -con los casos controlados- va a abrir en cuanto pueda. Incluso, se habló de la actual como una supuesta cuarentena «solidaria», más como un gesto de acompañamiento a los bonaerenses que de necesidad real. También, que enseguida después del 17 la Ciudad irá derecho a la fase 3 y a habilitar actividades, incluso más que se permitían antes como las peluquerías y gimnasios, que necesitan un protocolo especial debido a que representan más riesgos. 

«Pasaron cuatro días desde el endurecimiento de la cuarentena, recién dentro de diez días se va a saber si logramos aplanar la curva. Hablar ahora de lo que se hará después del 17 no tendría lógica», comentó un funcionario bonaerense. En rigor, el viernes, tanto el ministro de Salud porteño, Fernán Quirós, como el bonaerense, Daniel Gollán, evaluaron públicamente la posibilidad de reabrir actividades, pero la diferencia es que en CABA hablan incluso de hacerlo por su cuenta, rompiendo la unidad de criterios del AMBA que se manejó durante las últimas prórrogas. «Es muy difícil separar a la Ciudad del Conurbano. También es difícil decir ahora si se podría flexibilizar. El tamaño del problema en el Conurbano es cinco veces más grande que el de la Ciudad, por el territorio, pero se mueve como un todo», subrayó ayer el ministro de Salud, Ginés González García. 

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En la administración porteña resaltan que se consiguió frenar la reproducción de contagios en las villas y que los casos en todo el distrito se mantienen en el orden de los 700/800 diarios desde hace varios días, por lo que hablan de unaa curva controlado. Es real que los casos del otro lado de la General Paz crecen un poco día a día, pero también que la población es cuatro veces mayor. «Obviamente que estamos una situación complicada, pero en la Capital es peor», comentaban en el área de salud bonaerense. «En el primer cordón del GBA tenemos 340 casos cada cien mil personas, en el segundo 240 casos y en el tercero 170 casos. Eso da un promedio de 250 casos casos cada cien mil personas. El de CABA es de 960 cada cien mil personas. Es decir, triplica a nuestra peor zona», añadía. En cuanto a la tasa de letalidad, que calcula los fallecidos por millón de habitantes, la diferencia es todavía mayor. 

Las razones de este impulso tan precoz por anunciar una vuelta a la fase 3 dos semanas antes de tener datos ciertos de la situación, hay que buscarlas más por el lado político que sanitario. En Gobierno interpretaban que Rodríguez Larreta buscaba congraciarse con el electorado opositor, que contiene un sector anticuarentena, cada vez más malhumorado por el encierro. En estos días se conocieron dos encuestas, una de Ricardo Rouvier y otra de Aurelio, con datos coincidentes: se mantiene el apoyo al aislamiento pero crece el desánimo. Además, la imagen de Fernández se mantiene alta pero baja algún punto mes a mes mientras que la de Rodríguez Larreta sube lentamente. La ambigüedad de promover la cuarentena y al mismo tiempo hacer guiños para la tribuna le viene rindiendo.

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En la Provincia afirmaban que podía ser una sensación efímera. «Según nuestros datos, la capacidad de camas de la Capital está al límite. Si los casos suben un poco, se van a empezar a ver situaciones complicadas y ahí no hay encuesta que valga», aseguraban.

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