«No quisiste por las buenas y esto te pasa por las malas. ¿Dónde está la plata?». Mientras le pegaban frenéticamente, esas fueron las palabras con las que el grupo de jóvenes de El Calafate le exigían dinero al ex secretario presidencial Fabián Gutiérrez. Uno de los jóvenes, Facundo Zaeta, que durante tres meses le mandó fotos desnudo para seducir a Gutiérrez, hizo ingresar a otros dos integrantes del grupo, Facundo Gómez y Pedro Monzón, para ejercer una tortura pocas veces vista. Mientras Zaeta y Gómez arrasaron en el piso superior con 90.000 pesos, una TV, un equipo de música y buscaban más plata, en la planta baja Gutiérrez logró zafarse, se metió en baño y allí terminaron asesinando al ex funcionario estrangulándolo con una venda y pegándole con una piedra gigantesca. Ya muerto, le propinaron cinco cuchilladas en el cuello.

El juez Carlos Narvarte describió hasta el último detalle lo ocurrido en El Calafate, con abrumadoras pruebas y testimonios. El texto de 86 páginas concluye en el procesamiento de Zaeta como autor del homicidio tríplemente calificado, por haber sido cometido por dos o más personas; por ensañamiento, debido a la ferocidad del asesinato, y por criminis causa, que es cuando se mata para tapar otro delito, en este caso el robo o extorsión. Gómez y Monzón fueron procesados como coautores, aunque la pena prevista es la misma.

Todo el minucioso relato derrumba la insólita salida a la cancha de Juntos por el Cambio que, de entrada, sostuvo que el crimen tenía gravedad institucional, sugiriendo que a Gutiérrez lo mataron para silenciarlo, porque era un arrepentido. Lo que muestra el magistrado es que fue un robo torpemente planificado, pero que el crimen fue producto de la furia del momento, al punto que utilizaron una venda de las de uso deportivo que encontraron en la casa de Gutiérrez, dos cuchillos de la cocina del ex funcionario, una piedra inmensa que servía de decoración, una silla y hasta un palo de escoba. Nada que pudiera adjudicarse a un homicidio pensado para silenciar a alguien. Tampoco pensaban llevarse una gran fortuna, tal vez unos 40.000 dólares producto de la venta de un camión y una camioneta. Una clave de todo lo ocurrido es que planearon aprovechar la vulnerabilidad de Gutiérrez por su condición sexual y lo mataron –señala el magistrado– porque se resistió y todo hacía prever que los iba a denunciar.

Mirá También:  El PJ postergó sus elecciones internas

Los testimonios son coincidentes. El ex funcionario estaba ilusionado con pasar el primer fin de semana de julio con Zaeta, un joven de 19 años que lo fue seduciendo por mensajes. Tres amigos de Gutiérrez fueron testigos del proceso porque el ex secretario les mostraba las fotos de Zaeta desnudo y les contó del encuentro acordado el jueves 2 de julio a la noche; el joven le había escrito que «quería probar».

Los tres participantes del homicidio confesaron que estuvieron en la casa de Gutiérrez. Reconocieron el robo, no el asesinato.

* Zaeta dice que él sedujo a Gutiérrez pero que el plan, el robo y el homicidio fueron obra de Gómez. Admite que golpeó al ex secretario, aunque dice que no lo mató. 

* Gómez afirma que cuando llegaron a la casa junto a Monzón, Zaeta ya prácticamente había cometido el crimen y Gutiérrez no respiraba.

* La versión de Monzón es que, efectivamente, el ex secretario estaba moribundo por los golpes de Zaeta, aunque después de contradecirse aseguró que Gómez fue el que le pegó con una piedra.

El juez Narvarte piensa que Zaeta sedujo, los otros dos ingresaron, empezó el robo maniatando a Gutiérrez, pero éste se soltó, se metió en el baño y el grupito tiró abajo la puerta. El estrangulamiento con la venda –sostiene el magistrado– fue obra de Zaeta, pero la furibunda golpiza fue obra de los tres.

Como se ve, los hechos no se parecen en nada a la obra de killers o sicarios enviados para silenciar a alguien. Son tres jóvenes conocidos de El Calafate; Gómez y Monzón sin antecedentes y Zaeta con el antecedente de haber sido detenido el año pasado con pastillas de éxtasis. Tampoco usaron autos o motos robadas ni tenían un plan de fuga, sino que en base al testimonio de los amigos de Gutiérrez, la policía rápidamente dio con Zaeta, unas horas más tarde con Monzón y Gómez y, finalmente fue Monzón el que acompañó al juez a la cabaña adonde estaba el cuerpo del ex secretario.

Mirá También:  Argentina ofrece su ayuda a los habitantes de las Islas Malvinas

La sospecha existente es que el grupito sabía que Gutiérrez había vendido un camión y una camioneta. Sucede que el padre de Gómez tiene una concesionaria de autos y Facundo Gómez trabajaba allí comprando y vendiendo vehículos. Incluso el juez le preguntó por dos personas que compran y venden coches en negro. Es muy probable que por esa vía Gómez se haya enterado de los negocios de Gutiérrez y aprovecharon la vulnerabilidad del ex secretario y también que, tal vez, no hiciera la denuncia porque tenía los bienes embargados por el fallecido Claudio Bonadío y no podía justificar tener el camión y la camioneta. Pero Zaeta, Gómez y Monzón no buscaban un gran tesoro ni una bóveda: en una bolsa llevaban una sábana y una cuerda para llevarse hasta el televisor.  

Deja un comentario

You May Also Like

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *