"Abecedario de la memoria", Pati

«Abecedario de la memoria», Pati

A 26 años del atentado a la Asociación Mutual Israelita Argentina, la memoria, la herida dolorosamente abierta y el pedido de justicia ante la impunidad del acto, se actualizan en diversas acciones plasmadas virtualmente que llevan el sello de Elio Kapszuk, el curador que está a cargo de la programación artística de la institución y cuya principal misión es vincular arte con memoria.

Encarar desde las disciplinas artísticas la visibilidad de la memoria ante el atentado del 18 de julio de 1994, la situación límite de la muerte y la pérdida, es un largo camino que emprendió la mutual judía después del ataque al edificio de la entidad.

«El arte no necesariamente tiene que trabajar un mensaje para existir. Una de las peores cosas que se puede hacer frente a la obra de arte es preguntarse ¿qué quiso decir el artista?, porque el arte no necesita transmitir un mensaje. Cuando lo hace puede ser una herramienta sumamente poderosa y efectiva, y eso es lo que intentamos hacer», destaca Kapszuk, director del departamento de Arte y Producción de la AMIA.

El curador y gestor cultural plantea dos perspectivas a la hora de pensar la imbricación entre arte y memoria: lo temático y la expresión artística. «Si bien se fomenta el trabajo y la lucha por la memoria en general con los testimonios, no todos son literatura y hay algunos que tienen otro tipo de valor -aclara-. Lo que se busca es que estén presentes ambos, la obra de arte y la temática».

Desde 1994, la AMIA ha realizado alrededor de 400 acciones, muchas de ellas encargadas especialmente a artistas a los que se propuso abordar la temática de la memoria: que imaginaran y crearán una obra conceptual.

German Parsons

German Parsons

Así, Gerardo Feldstein y el Grupo Escombros trabajaron en instalaciones que apelaban a la memoria y al reclamo de justicia; Emiliano Miliyo trabajó el binomio ausencia/presencia; Jorge Caterbetti incorporó la materialidad de las copias de la causa judicial AMIA para realizar las ruedas de su Carro de la Memoria; y Tomás Espina realizó un abecedario con letras stencil a partir de la carrocería de una Trafic similar a la usada en el atentado. «El abecedario da la posibilidad de nombrar, decir aquello que no se podía y que estaba vinculado con la justicia», precisa Kapszuk.

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Este año, con el «Abecedario de la memoria» (dibujado por el humorista Pati) y un memotest, vuelven sobre esta idea e interpelan ¿De qué no nos tenemos que olvidar los argentinos?. Tal como lo define el curador, la memoria es un trabajo a diferencia del olvido y construye identidad y si bien el atentado a la AMIA es parte de la identidad argentina, está conformada por otras tragedias que hay que recordar. Muchos asocian la memoria con el rencor y es todo lo contrario. La memoria es un verdadero trampolín, para desde el presente construir futuro: tiene que ver con las raíces y la identidad», apunta el curador.

De las 15 acciones conmemorativas realizadas por la AMIA durante la pandemia, dos corresponden a artes visuales, dos arte urbano (stencil y afiches) y cinco son audiovisuales: el monólogo de Ricardo Darín, la canción «No se borra» de Mateo Sujatovich -líder de «Conociendo Rusia»- y otros tres videos a partir del patrimonio de la entidad.

En «Re Memoria, retratos de vida», de Marcos Acosta, el trabajo de memoria se hace por primera vez desde la pintura. «El lema ‘Vivirán tanto como nosotros porque los recordamos’ se trabajó desde la palabra, a través de una anécdota o un recuerdo. Pero en el caso de la pintura, era necesario volver a retratar los rostros, a partir de las fotos, porque así como los colores pierden su intensidad con el tiempo, los recuerdos también», sostiene Kapszuk.

Para la segunda obra visual se convocó a Jessica Trosman, diseñadora de indumentaria que se dedicó a las esculturas con telas. «Trabaja con telas a las que congela: las llena de volumen y las deja rígidas, estáticas, deteniéndolas en un pliegue, en un movimiento. Esta es la metáfora perfecta de la memoria, porque la memoria congela algo y lo mantiene como puede, pero lo mantiene», señala.

Para aportar a la obra, Sofía Guterman, madre de Andrea Guterman -una de las víctimas del atentado- le dio dos delantales de su hija a Trosman. La joven era maestra jardinera y había ido a la AMIA a buscar trabajo ese día.

El espacio público es muy importante para el trabajo del equipo, precisamente porque es el lugar de la memoria y la justicia, y de allí la relevancia del abordaje que hacen del arte urbano. Este año lo realizan con dos disciplinas: el stencil con el colectivo Buenos Aires Stencil y los afiches del diseñador Tano Verón, cuya estética gráfica de bailanta, tiene un mensaje muy claro.

«La otra gran disciplina del arte urbano es el muralismo», explica Kapszuk. Hace dos años presentaron el mural en la medianera del edificio de la AMIA -realizado por Martín Ron- y el año pasado, los murales del Hospital de Clínicas (a donde llegaron los heridos después del atentado). Son tres murales de 50 metros de alto, pintados por El Marian, Martín Ron y Mariela Ajras. El primero representa el atentado, el segundo el trabajo de los médicos y el tercero la justicia carcomida por el tiempo con un reloj de arena que transforma la injusticia en impunidad», comenta.

¿Por qué la memoria necesita aniversarios, lugares físicos o simbólicos para recordar? «Porque si no, el tiempo lo devoraría absolutamente -reflexiona Kapszuk-. Era importante dejar en claro que en el Once alguien no crea que ahí no ocurrió nada».

En esa línea, también acompaña «el corredor de la memoria», que empieza en Corrientes y Pasteur con la estación emblemática de subte -que pasó a llamarse Pasteur-AMIA hace 5 años- y termina en la avenida Córdoba. En las cuatro cuadras del corredor, en los árboles, hay placas con los nombres de las víctimas y a mitad de camino se encuentra el edificio de la AMIA, que también en su frente hace mención a todos los fallecidos. A su vez, el mural que se ve desde la calle es una evocación alusiva del artista Yaacov Agam, padre del arte cinético, en la plaza que antecede al nuevo edificio.

Actualmente, el departamento de Arte y Producción, integrado por cuatro personas, trabaja en conjunto con el Espacio de Arte y el Centro de Documentación e Información sobre Judaí­smo Argentino Marc Turkow, para poder llevar a cabo el trabajo. «Nada se hace solo. Todo es trabajo en equipo. Incluso el trabajo creativo se hace y se enriquece en equipo», sostiene Kapszuk.

Otra de las iniciativas en marcha es «Sueños quebrados», que a través de la señalética urbana recupera los sueños no concretados de las víctimas. Entre ellas está Germán Parsons, artista que vivía enfrente de la AMIA y deseaba exponer sus obras en el Palais de Glace. Por eso, en estos días se entregó una placa alusiva a Federico Baeza, el director de ese espacio que se encuentra actualmente en proceso de remodelación.

Y finalmente está la producción audiovisual en la que Ricardo Darín interpreta el monólogo de Charles Chaplin en el «El gran dictador» (1940). Si bien el nuevo monólogo habla de la AMIA, también lo hace sobre «el huevo de la serpiente, el odio».

Cuando se empieza a odiar -reflexiona Kapszuk-, a construir en el otro el enemigo y se le saca cualquier característica humana, después es todo fácil. Chaplin decía: el odio produce matanza. En el video decimos: ‘Detengamos el odio con memoria, verdad y justicia'», concluye.

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