La historia personal de la fotógrafa Andy Cherniavsky da cuenta de un mundo que al argentino de más de una generación también le suena íntima y personal, como si la autora de «Acceso directo: Memorias de una fotógrafa del rock argentino en los años 80» con su tono atrapante contara, por encima el hombro del lector, la cultura y el psicoanálisis de los 70 y 80 y las memorias de las estrellas del rock, además de describir como telón de fondo el inevitable drama -muy presente en esa época-de la violencia en la Argentina.

Para la fotógrafa Cherniavsky, el libro recién publicado por Planeta (2020) es como un «tejido» de recuerdos de su niñez junto a su padre Daniel, director de cine y de TV, y a su madre psicoanalista, su convivencia durante más de un año con el joven Charly García, su amistad con Miguel Abuelo y los nueve años de pareja junto a Andrés Calamaro. Historias que van desde el romanticismo hasta el dolor de algún que otro desencuentro.

– Télam: ¿Cómo te sentís contando tu biografía desde una semiótica diferente a la de la foto?
– Andy Cherniavsky:
En mi vida una cosa siempre fue hilvanándose con la otra. Yo hacía una foto de una botella y me daba cuenta de que podía hacer fotos para una bodega. Pero el rock puntualmente es el que me enseñó a manejar todo esto. Fui pasando de un recital a otro y de un músico a otro. Y todo se fue tejiendo, armando una trama que yo llamo «de crochet» porque es creativa.

"Memorias de una fotógrafa del rock argentino en los años 80".

«Memorias de una fotógrafa del rock argentino en los años 80».

 
Cada foto que saqué (no importa de lo que sea) para mí fue una puntada. Y la verdad es que esa trama se fue haciendo tan grande que finalmente hoy es un poco este libro. «Acceso directo» es la recopilación de toda esa época.

Soy bastante olvidadiza y vivo inmersa en un mundo de fotografías y de cajas con negativos de los ochenta, con diapositivas, con escaneos, con copias por haberme pasado diez años tejiendo toda esta historia. El libro fue disparado a través de todas estas imágenes que atesoro y que me fueron despertando muchas sensaciones y muchos recuerdos.

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El texto, la textura y lo textil tienen mucho que ver con el archivo, que es una especie de diario íntimo de cada día y de cada trabajo. Ahí figuran las fechas, la cantidad de rollos que saqué, cómo los revelé… Tengo todo archivado analógicamente y tengo escrita a mano mi vida en carpetas número cinco desde los setenta y pico hasta que terminan los ochenta. Ahí se entremezclan el texto, con la trama y la posibilidad de escribir con lo que me dispara una imagen.

– T.: ¿En qué sentís que se cruzan tu historia intima, personal, con la historia de los setenta y ochenta?
– A. C.:
Mi historia íntima está bastante expuesta en el libro. Por momentos eso me pone un poco triste, porque es una historia densa que va de la mano con la historia de la Argentina, de toda esa época. Puse poco, porque si hubiera ahondado más, me hubiera lastimado a mí misma, recordando cosas que son mucho más fuertes, incluso de las que conté. Pero de alguna manera creo que está bueno haberlo sacado, haberlo escrito, por qué era importante entender cómo yo llegaba al rock, casi vacía, lastimada, despojada de amor, de cariño, de familia, de un montón de cosas. Por supuesto, eso me permitió crecer adentro del rock. Esa historia es mucho más densa pero al mismo tiempo es mi historia e iba en paralelo con mi profesión.

 
– T.: ¿Cuánto de privilegio y cuánto de peso te dio ese «acceso directo» a los protagonistas de la escena del rock?
– A. C.:
No siento que ese acceso directo sea un privilegio, porque era algo que yo iba viviendo naturalmente. Recién en los últimos años me di cuenta de que había sido parte (y testigo) de ese recorte de la cultura argentina. Lo pude ver a la distancia. Con el libro me doy cuenta de que escribo un pedazo de historia argentina, de la historia de la música, de historia de la vida de todos estos «grosos» del rock. Me gusta haberlo realizado porque podría haber quedado enterrado u olvidado, pero logré desempolvar toda esa época y mostrarla en imágenes y ahora en palabras.

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– T.: ¿Sentís que hay algo que no contaste, que no pudiste, que no quisiste?
– A. C.: 
Ante todo es un libro sincero y honesto. Hay muchas cosas de mi historia personal que no conté porque unas no pude y otras no quise. Hay una historia más dolorosa que tiene que ver con las drogas, con la enfermedad, historias muy difíciles que les sucedieron a muchas de las personas que pasaron por este pedazo de historia. Algunos que ya no están y otros que están mal.

 
No quería ponerme pesimista, ni ir en contra de mi ética con respecto a desempolvar historias que a otros pueden causar daño. Además ahondar más en lo mío de lo que ahondé me hubiese causado mucho daño. Es un poco lo que me pasa ahora con todas estas entrevistas y con toda esta revolución al patear mi propio hormiguero: tengo un poco de sufrimiento. Me siento expuesta. Por un lado es verdad que hay una catarsis y por otro lado, hay dolor. Todas las historias y todas las cosas tienen un lado lindo y un lado duro y feo.

– T.: ¿Cómo sentís que puede ser leído por los músicos que nombras y por sus fans?
– A. C.: La verdad es que nunca consulté a nadie para escribir el libro. Hay un movimiento de fanatismo y hoy es una época de odiadores. Pero siento que hoy toda los músicos y personas que son parte del libro me quieren y toda esa gente me conoce. Los músicos con los que en algún momento tuve una relación -Andrés Calamaro o Charly García- saben perfectamente quién soy y hemos enmendado toda posibilidad de odio o reproches. No soy una mina que tenga ni odiadores ni nada. Mis encuentros posteriores con Charly y con Andrés fueron hermosos y está todo perdonado, cicatrizado y cerrado… bah más bien abierto para decir «qué buenas épocas».

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Con los dos nos hemos abrazado y hemos rememorado todo lo increíble de esos años: lo duro, los divorcios, las peleas, las enemistades entre cada uno de los músicos. Hay una palabra que me encanta que es «cumplí». Siento que cumplí como profesional, cumplí como amiga, cumplí como madre. Cumplo. Y siento que nadie tiene nada para reprocharme.

 
Mi filosofía de vida es estar bien con todo el mundo y mirar para adelante. No me gusta estar peleada con nadie. No me odian. No odio a nadie. Soy temperamental y hay cosas de la política o del fútbol (soy de San Lorenzo, como mi viejo) que me ponen loca, pero soy una persona que más allá de la vida que tuve, de todo lo que implicó moverse por esas épocas «cumplí». Siempre pienso que cuando no esté en este mundo, mi última palabra sería «cumplí».

– T.: Sin embargo sobre las «grabaciones encontradas» de Calamaro vos decís «¡Encontradas, las pelotas! ¡Yo se las guardé!» ¿No es un poco un reproche?
– A. C.:
No, me alegro más allá de que haya dicho en el libro «¡Encontradas, las pelotas», porque yo fui la guardiana de la música de Andrés durante esos nueve años que vivimos juntos. Me alegro mucho, porque yo siempre fui la fan número uno de Andrés. Y si yo guardé todo eso es porque quería que sea «encontrado». En ese momento estaba enojada porque sabía que Andrés no iba a volver de España y yo lo seguía amando, pero ahora me alegro un montón de que esas grabaciones hayan sido encontradas.

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