La preservación del patrimonio y las distancias regladas son parte de los cambios acelerados por el contexto de emergencia sanitaria y marcan la agenda sobre la que reflexionan en estos tiempos curadores e investigadores de arte de cara a la reapertura de los museos que tendrá lugar en los próximos meses.

La curadora María José Herrera comenta a Télam que se está trabajando con la realidad aumentada, la geolocalización y los portales, con recursos de última tecnología que mediante una aplicación permitirán tener una obra de arte en cada hogar y cita un experimento de virtualización de los movimientos reales de las obras del arte cinético argentino y los efectos ópticos al estar frente a una obra.

«El arte es un espacio en el cual convergen múltiples formas de aparición de lo estético, que van de lo sensorial a lo conceptual. Toda obra de arte es plurisémica. Y a la hora de pensar en formatos inmateriales, hay que elegir muy bien los sentidos que se verán potenciados en esos formatos y apuntar a ellos», indica el el curador Rodrigo Alonso.

El arte es un espacio en el cual convergen múltiples formas de aparición de lo estético, que van de lo sensorial a lo conceptual.

Rodrigo Alonso

La interacción física y la experiencia de estar frente a una obra de arte en esta época es, según el investigador Juan Ricardo Rey Márquez, un momento en que «hemos aprendido a reconstruir la fenomenología de nuestras experiencias, por ejemplo, con la naturalización del celular como apéndice de nuestra percepción, que implica una mediación».

«La experiencia virtual se presenta como simulacro, sucedáneo de la experiencia real pero con el privilegio visual y auditivo, o como mediación alternativa, pero no real», afirma.

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Para Rey Marquez los recorridos virtuales permiten una experiencia del tiempo diferente, donde no debemos compartir el espacio con otras personas, pero donde al igual que en la educación, la brecha digital se termina convirtiendo en una barrera: «La libertad de lo virtual necesita de unas condiciones materiales necesarias», subraya.

«Los recorridos virtuales son más pautados, pero por los enlaces nos puede llevar a infinitos lugares, es distinto -reflexiona Herrera-. Pero nada reemplaza al tiempo demorado y contemplativo que se produce al estar en un museo ante una obra. Del mismo modo que leer en la computadora no es como leer un libro. La materia y la espacialidad del libro es otra y única».

Sin embargo, cada entorno tiene sus propios tiempos y sus propias mediaciones: «Se puede pensar en posibilidades, no generalizar. En los museos físicos la gente suele explorar bastante la materialidad de las obras y pasar de largo ciertas informaciones, como algunos textos de sala o los rótulos de las obras. En la experiencia a través de soportes digitales se suele hacer más hincapié en la información, considerando, además, que el público puede, en cualquier momento, completar la información provista por la exposición», destaca Alonso.

Ante la pregunta sobre la capacidad de los museos para realizar estas exhibiciones virtuales, Weschler afirma que «producir estos formatos virtuales requiere de un saber específico que no está disponible en todos los museo y que la desigualdad reside no sólo en los museos que tengan o no acceso a ‘virtualizar’ sus muestras sino también en los públicos, ya que no todos tienen acceso a internet como para poder disfrutar de estas experiencias on line».

La experiencia virtual se presenta como simulacro, sucedáneo de la experiencia real pero con el privilegio visual y auditivo, o como mediación alternativa, pero no real.

Ricardo Rey Márquez

Diego Guerra considera que casi ningún museo del país está en condiciones de hacer una exhibición virtual: «Es una cuestión de recursos y capacidad de respuesta ante una coyuntura que resultó sumamente sorpresiva y abrupta a lo que se suma la desigualdad. El pasaje de la práctica museográfica a lo digital implica disponer de medios que suelen faltar en los museos e implica una carencia por parte de grandes sectores de público».

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«El potencial de las plataformas digitales como multiplicación del acceso tiene dos obstáculos: el acceso restringido a la tecnología (disponibilidad de conexión de calidad y dispositivos adecuados), y la saturación de la red por los niveles inéditos de consumo de contenidos online. ¿Cuánta gente puede aspirar a una recorrida de salas de museos en alta resolución, que recree de modo mínimamente convincente el goce estético que acostumbramos a esperar de su equivalente físico?», se pregunta.

Alonso aclara que «lo virtual funciona de mejor manera para ciertas producciones que para otras. Sin embargo, cualquier museo puede pensar en estrategias expositivas para el universo inmaterial. El tema es que, para eso, debe dedicar tiempo e investigación. El problema con la pandemia es que muchas autoridades de museos y centros culturales se vieron casi «obligados» a tener que salir a ofrecer contenidos virtuales y ese no es el mejor camino. Planificar, diseñar y proyectar es importante, concluye.

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