Los curadores Diana Weschler, Rodrigo Alonso, Diego Guerra y María José Herrera reflexionan acerca de los desafíos que la pandemia planteó a los museos -que tuvieron que salir repentinamente en busca de recursos de difusión virtuales para seguir “vivos” durante el aislamiento- y explican por qué la tensión entre lo virtual y lo físico permite pensar nuevas materialidades a la hora de concebir exhibiciones y muestras.

La reapertura de los principales museos que está teniendo lugar por estos días en varios países de Europa, con restricciones en la cantidad de visitas y la exigencia de distancia social y uso de barbijos, opera como la antesala de una escena que tendrá lugar en la Argentina dentro de unos meses, cuando también puedan volver a abrir sus puertas los espacios de arte locales.

Ante ese escenario, uno de los grandes interrogantes sobre los que reflexionan los equipos de trabajo de esas instituciones es de qué modo se integrará la vía virtual que se consolidó en estos tiempos de cuarentena.

La tensión aparente que se plantea en este contexto entre lo virtual y lo físico permite concebir la virtualidad como una nueva materialidad: «Sin dudas, la virtualidad representa más que una materialidad, una espacialidad diferente. Se trata de un espacio alternativo que puede ser muy dúctil y representa un desafío que supone otras condiciones para la producción y para el público», sostiene Diana Wechsler, investigadora del Conicet y directora artística de Muntref y Bienalsur.

«Más que nueva, constituye una materialidad con características propias -aclara a Télam el investigador e historiador del arte Diego Fernando Guerra- porque el propio término virtual es engañoso: sugiere algo etéreo, irreal… pero lo que conocemos como virtualidad tiene un soporte material bien concreto dado por la tecnología digital que involucra recursos, tecnología, espacio físico, trabajo humano y dinero».

La virtualidad interpone una serie de condicionantes y aquello que representa (convenciones de representación), el traspaso de una experiencia museográfica a un soporte virtual es posible, pero impone sus propias condiciones y sus propios límites

María José Herrera

La curadora María José Herrera plantea que la materialidad existe porque está en alguna parte, tiene un soporte específico que es lo digital, a lo que Guerra agrega que «la virtualidad interpone una serie de condicionantes y aquello que representa (convenciones de representación), el traspaso de una experiencia museográfica a un soporte virtual es posible, pero impone sus propias condiciones y sus propios límites».

Mirá También:  Enard y Fresán: literatura, pandemia y traducción en la mirada de un francés y un argentino

Por su parte, el historiador del arte colombiano Juan Ricardo Rey Márquez indica que se trata de un falso dilema que no debe ser tomado como válido y única opción de la coyuntura actual, sino que se debe «recurrir a lo virtual para mantenernos en contacto, como refugio ante la pandemia».

El investigador destaca que «lo opuesto a la materialidad no es la virtualidad. La materialidad alude a las relaciones de creación de conocimiento para producir arte, prácticas, circulación e intercambio, y también a lo económico que lo sustenta y «la virtualidad es un medio que ofrece una manera alternativa de presencia, que no puede prescindir de lo material. Las visitas online de los museos se ofrecen como un medio, no como una nueva forma de materialidad», afirma Rey Márquez.

El curador Rodrigo Alonso recuerda que el filósofo francés «Jean François Lyotard planteó que la inmaterialidad es, justamente, un nuevo tipo de material, el elemento propio del mundo contemporáneo, después de ser curador de la exposición ‘Les immatériaux’ (1985), en el Centro Georges Pompidou».

Acerca de cómo pensar la curaduría de una muestra virtual a diferencia de una presencial, Weschler explica que «desde 2012 el Muntref produce también visitas virtuales autoadministrables para la web, proporcionando al usuario el desafío de hacer su propio recorrido, a su tiempo, siguiendo sus intereses y sus preguntas como espacio para el desarrollo del pensamiento crítico».

Entonces, «una de las posibilidades es migrar un proyecto pensado e instalado en el formato presencial al formato virtual, diseñado especialmente para estos tiempos en los que las salas están cerradas».

Mirá También:  Graciela Montes: "En este mundo anfibio la permanencia de un libro es un milagro"

Las muestras de los museos se construyen en base a guiones, cuenta Rey Márquez, donde se pone en relación un discurso con un conjunto de obras y su posterior disposición en el espacio (montaje en la sala). Se hacen montajes virtuales con modelos 3D, para dispositivos de realidad virtual, Google arts&culture, pero «la dinámica es la misma y lo que cambia ahora es que se agrega el trabajo del programador web».

Alonso aclara que «las dinámicas son muy diferentes, porque son muy diversas las estrategias de gestión y materialización de las muestras físicas y las virtuales y los problemas suelen surgir en los cruces y las trasposiciones».

Los formatos virtuales pueden funcionar como complementos, como memoria de una presentación y como sitio para el estudio de las muestras

Diana Weschler

«Las muestras virtuales requieren conocer muy bien las propiedades de las obras con las cuales se trabajan, la naturaleza de los espacios virtuales, la posibilidad de construir relaciones y narrativas específicas para ellos y, sobre todo, entender muy bien la situación del público frente a este tipo de muestras, que es una situación por completo diferente a la que se desenvuelve en los espacios tradicionales».

En cuanto al reemplazo de la interacción de los objetos, espacios y lo social del museo por lo virtual, Weschler afirma que se trata de experiencias diferentes: «Lo presencial no puede ser reemplazado. Los cuerpos en el espacio producen situaciones y experiencias que no pueden sustituirse». Sin embargo, dice, «los formatos virtuales pueden funcionar como complementos, como memoria de una presentación y como sitio para el estudio de las muestras», asegura.

Mirá También:  El "Lugones" de César Aira: "El más grande escritor argentino sin ser un escritor"

Rey Marquez plantea también que la virtualidad promete un acceso diferente, más amplio, al accederse a la obra desde un un celular o tablet, pero es otra forma de interacción: «Lo virtual ofrece entonces un medio alternativo» y cita como ejemplo la restauración de «La guardia nocturna» de Rembrandt (2019) donde el Rijksmuseumde Ámsterdam publicó material audiovisual en tiempo real para acompañar el trabajo.

Guerra acompaña esta reflexión y la amplia: «Todo es reemplazable, pero un reemplazo siempre es por algo distinto y quien quiera encontrar en lo virtual una experiencia equivalente a la presencia física en la sala del museo se llevará una decepción. Hay que preguntarse qué otras posibilidades ofrecen los soportes digitales y la transmisión en línea, que en la sala del museo no existan», analiza.

Entonces el desafío mayor es cómo sustituir en lo virtual algo que de todos modos tendría una interacción física sumamente limitada», como la percepción del cuadro de La Gioconda en el Louvre: «Lo que varía es nuestra percepción al estar frente a una pantalla que media y somete todas las obras y salas a un mismo formato, soporte y modo de interacción e impone sus propias limitaciones -entre ellas el aburrimiento- y también sus potencialidades como la contemplación cómoda y exhaustiva de ciertas obras», concluye Guerra.

Deja un comentario

You May Also Like

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *