El asesinato de George Floyd en Estados Unidos reabrió heridas históricas en torno al racismo y la esclavitud que en los últimos días tuvieron su correlato en el arte a partir de la decisión del sello HBO de retirar de su catálogo el film «Lo que el viento se llevó» por el tratamiento racista que se da a los personajes negros y de la polémica que estalló en las redes sociales contra «El señor de los anillos», la novela de J.R.R.Tolkien que fue acusada de “machista y supremacista”.

La semana pasada «Lo que el viento se llevó» (1939), ganadora de ocho Oscar, fue retirada temporalmente de la pantalla de HBO Max, mientras su propietaria -la compañía de WarnerMedia- prepara un rótulo de repudio por contar una historia basada en “unas representaciones racistas que estaban mal entonces y están mal”, según consigna en un texto el periódico La Vanguardia.

La objeción está en cómo el filme edulcora la realidad de la esclavitud en plena guerra civil estadounidense, al presentar en términos de condescendencia las relaciones entre amos y esclavos, o entre patronos y libertos que se quedaron como empleados de aquéllos.

Aunque la propia Warner asuma que “Lo que el viento se llevó es un producto de su tiempo”, la opción de la censura en caliente es lo que mejor le parece en un contexto de de protestas antirracistas globales.

Casi al mismo tiempo que la polémica en torno a «Lo que el viento se llevó», el escritor J.R.R. Tolkien, autor de una de las sagas literarias más populares de todos los tiempos, fue cuestionado porque, en su mundo de ficción, lleno de razas y especies humanoides de todo tipo, no hay negros.

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Esta vez, el blanco de análisis fue «El señor de los anillos», tema central de un debate agitado en Twitter por la articulista del diario colombiano El Tiempo, María A. García de la Torre, quien se dio la tarea de volver a ver la adaptación cinematográfica del realizador Peter Jackson.

El resultado, no fue para nada favorable para la historia: “Me dio por volver a ver las pelis del Señor de los Anillos y no pude con la sobredosis de testosterona”, se lee al inicio de un “hilo” que se convirtió en viral en Twitter.

Los problemas racistas que vive un país globalizado como Estados Unidos salpican a todo el mundo. Junto a novelas antirracistas como «La cabaña del tío Tom», de Harriet Beecher Stowe (1852), o «Matar a un ruiseñor», de Harper Lee (1960), que denuncian el racismo imperante en dos épocas distintas, otros títulos, como «Lo que el viento se llevó», de Margaret Mitchell (1937), se limitan a retratar una sociedad condescendiente con los negros, a los que otorga un papel de fieles sirvientes obedientes.

La historia del arte también está repleta de imágenes racistas que hoy serían reprobadas, como el cuadro «El rapto de la negra» o La violación de la negra», aunque en algunos sitios aparece con el más aséptico «Tres jóvenes blancos y una mujer negra». Fue pintado en 1632 por el pintor flamenco Christian van Couwenbergh (1604-1667) y representa una práctica habitual en la época: la violación de esclavas por parte de europeos, que el pintor parece querer denunciar.

«Esta importante pero muy perturbadora pintura está incluida porque nos desafía a reflexionar sobre la presencia de gente negra en Gran Bretaña y su maltrato”, se leía en una cartela que la Tate Britain incluyó, a modo de disculpa, junto a un cuadro de la duquesa de Mazarin pintada en la segunda mitad del siglo XVII por Benedetto Gennari. La describía así: “En esta chocante y deshumanizadora imagen una mujer es mostrada junto a jóvenes sirvientes negros, o niños esclavizados, con collares metálicos como los de sus perros de caza”.

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