Talleres de arte, exposiciones en lugares como la habitación de una vecina, coloridos murales en sus calles, un taller de serigrafía que genera una salida laboral a través de remeras estampadas y un «comedor gourmet» son algunas de las actividades artísticas y sociales que desarrolla desde hace 17 años el espacio Belleza y Felicidad Fiorito (ByFF), que dirige la artista y escritora Fernanda Laguna en Villa Fiorito.

Poeta, novelista, artista, curadora y promotora cultural, Fernanda Laguna (Hurlingham, 1972) desarrolló un perfil tan subrepticio como fundamental en la escena artística argentina: creó la mítica galería Belleza y Felicidad en 1999 en Almagro y más tarde la editorial Eloísa Cartonera, presentada en la Bienal de Arte San Pablo, mientras que su obras ha sido exhibida en Americas Society de Nueva York y el LACMA de Los Ángeles, entre otros.

Fue en el año 2003 cuando Laguna conoció a Isolina, una vecina de Fiorito que trabajaba cartoneando y que le contó que tenía un comedor: a partir de ese encuentro azaroso la artista comenzó a dar allí talleres por donde ya han pasado más de 500 niños y niñas.

Aquello fue la chispa inicial de numerosas acciones que vendrían luego: un festival de cortos y videos, una exposición de León Ferrari, la grabación de un disco con letras de canciones escritas por los niños del barrio, con música de Francisco Garmona. («Cuentos raros y sueños extraños»), una revista en papel anual y tantas otras acciones.

«Plomo en sangre», «Estado ausente», «Fuera tranzas del barrio», «Amo la cumbia pero sus letras no me quieren», «El amor» o «Acá no manda nadie» son algunas de las frases estampadas en las remeras realizadas por el colectivo Ni una menos Fiorito, que estuvieron recientemente a la venta en el stand de ByFF, en la edición on line de la feria arteBA en la plataforma estadounidense Artsy.

Una de las insignias de su presencia en el barrio es la instalación, en plena entrada, de una réplica del pie izquierdo del David de Miguel Ángel, realizada por el Museo de Calcos de la Cárcova, como un homenaje a Diego Maradona, oriundo de Fiorito.

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En un momento, los vecinos comenzaron a dejarle cartitas pidiéndole deseos y algunas de las chicas le pintaron las uñas con colores. No hay prácticamente vecino que no diga «Te espero en el pie» o «Nos encontramos donde está la patota», al menos hasta antes del comienzo de la cuarentena.

«La pandemia nos afectó muchísimo. Nos faltan los abrazos, los mates, las charlas. Pero seguimos adelante, por ejemplo, nuestro taller de niñes funciona en las casas, las docentes envían los ejercicio y las mamás hacen de docentes», cuenta Laguna en una entrevista con Télam.

Además -relata-, el comedor duplicó la cantidad de comensales, de 200 a 400 y cada persona que viene al comedor se lleva una bolsa con alimentos y «se le ha entregado a cada une su barbijo», agrega.

– Télam: ¿Cuáles fueron los cimientos del proyecto ByFF?
– Fernanda Laguna: Los primeros cimientos fueron los del amor, la solidaridad, el intercambio. Empezamos en plena crisis del 2003 con un país arrasado donde en el barrio no había para comer. Allí nos sumamos a colaborar con el comedor (Pequeños traviesos) y a hacerlo nuestro. Lo acompañábamos con talleres de arte para niñes y una galería de arte.

– T: ¿Qué obstáculos te encontrás en los talleres de arte?
– FL: Para muches niñes el sábado, que es el día del taller, es un espacio donde jugar, y aprender jugando es el desafío. Es un momento de esparcimiento que le pertenece a elles. El arte es un vehículo apropiadísimo ya que les permite comunicarse sin palabras utilizando el cuerpo y el corazón. Los obstáculos siempre existen, problemas en las casas, con otres amigues, cosas que vamos modelando a través de lo artístico.

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– T: El filósofo francés Gilles Lipovetsky opina que la enseñanza artística tiene el rol de integrar a los individuos en la sociedad. ¿Concebís ByFF desde esta perspectiva?
– FL: Sí, nos concebimos desde esa perspectiva. Hemos trabajado con adolescentes a quienes, por la situación económica, la vida se les vuelve muy complicada y pierden ese lugar de poder experimentar cómo se van sintiendo. Muchos trabajan precozmente o tienen hijes y les falta ese lugar lúdico donde aprender, donde expresar sus emociones sin riesgo y poder ser elaborarlas. Hemos hecho talleres de palabras, video y actuación donde les asistentes podían encarnar otros personajes que los liberaran de su realidad y a través de esto, poder verse desde otra perspectiva.

– T: ¿Qué cambió a 17 años de iniciado el proyecto?
-FL: En el principio nuestros ejes eran «educativo, expositivo y de producción de acciones artísticas». Ahora nos organizamos en torno a lo cultural, el trabajo y la militancia. Lo cultural incluye lo educativo, las exposiciones y las acciones culturales que integran al barrio. El eje del trabajo abarca el taller de serigrafía donde creamos un emprendimiento con salida laboral. Y el militante está conformado por el accionar del colectivo de mujeres Ni una menos Fiorito -formado en 2015- y el Comedor Gourmet que sirve una vez por semana comida rica, creativa y saludable a 400 personas.

– T: Artistas del barrio han exhibido por ejemplo en la habitación de una vecina, en un baño abandonado o en el pasillo de un almacén. ¿Cómo han resultado esas experiencias?
– FL: La experiencia de las exposiciones es fascinante, tanto para el que expone como para la comunidad que recibe. Nos interesa ver qué pasa con las obras de arte cuando se alejan de los circuitos establecidos. Cómo se ven, cómo se modifican. Cada muestra es una historia genial. Encontrar a les artistas del barrio, ir a ver las obras, encarar la muestra juntes. He aprendido mucho de montaje con las muestras en Fiorito, en paredes en las que es imposible colgar o pegar con cinta. Siempre hay una respuesta creativa en los montajes y eso se convierte en un rasgo curatorial.

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Los interesados en ayudar al proyecto puede escribir a su Facebook Belleza Fiorito o en la web donde se pueden realizar donaciones: www.bellezayfelicidadfiorito.com.

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