Con un libro que explora en lo autobiográfico, Luciano Lamberti aborda en «La rebelión de los niños. Pink Floyd. The Wall» el impacto provocado por esa paradigmática película de Alan Parker en su universo de adolescente tímido y asustadizo, pero rebelde e inconformista, que percibía el crujir de las estructuras de los 80, y 40 años después lo confronta con un adulto que se pregunta qué quedó de aquella rebeldía.

The Wall, de la banda británica Pink Floyd, llegó entonces como una confirmación de lo que ese adolescente que solo amaba leer y escribir para sobrevivir intuía: «Algo anda mal en el mundo». Y la película fue el espejo de lo que gran parte de una generación sentía: que las estructuras educativas, familiares y sociales estaban en crisis y a punto de estallar.

Debajo de esas estructuras amenazaba un nuevo orden mundial de la mano de políticas neoliberales que en el Reino Unido fueron llevadas adelante por Margaret Thatcher y, a fines de los 80 se producía la caída del Muro de Berlín que devino en la disolución de la Unión Soviética, detalla Lamberti.

Autor de los libros de cuentos «El asesino de chanchos» y «El loro que podía adivinar el futuro» y de las novelas «La maestra rural» y «La masacre de Kruguer», el escritor nacido en la ciudad cordobesa de San Francisco dialogó sobre esta obra, publicada por la plataforma Indie Libros.

– Télam: ¿Este libro era una deuda pendiente hacia vos como escritor, en cuanto a la temática y el estilo autobiográfico? ¿O a partir de qué surgió?
– Luciano Lamberti: Todo lo que escribo es autobiográfico, y todo lo autobiográfico es ficcional, o más ficcional que nada. Lo que este texto tiene es un código autobiográfico para que pueda ser leído en esa clave, pero también es muy mentiroso. Surgió a pedido, lo que en vez de ser una restricción puede ser una oportunidad. Matías Bausso me escribió para invitarme a escribir algo sobre un consumo cultural: enseguida descarté un libro, porque escribo todo el tiempo sobre libros, y preferí hacerlo sobre algo tan vital y poderoso como es esa película.

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– T:¿En qué medida y aspectos aportó la película para que la consideraras vital y poderosa ¿Qué cosas transformó en vos?
– L.L:Como toda obra de arte, incluso con sus limitaciones, la película me mostró lo que yo ya sabía y que estaba esperando que alguien me dijera: que la escuela, los padres, la sociedad entera, eran una gran farsa, y que sus valores no eran los míos. Cambió mi vida, junto a los libros que leí y la música que escuché en esa época.

– T: ¿En qué sentido todo lo autobiográfico es ficcional?
– L.L:En lo autobiográfico siempre existe la elaboración de un personaje que es uno mismo, y uno siempre miente o tiene una versión parcial, como bien lo demuestra el psicoanálisis. Es lo que pasa cuando uno escribe sobre alguien, ese alguien nunca se va a sentir representado por eso. Como cuando nos vemos filmados o nos oímos grabados: sentimos que esos no somos nosotros.

– T: El texto tiene una mirada crítica hacia la sociedad, el capitalismo, la conformación del mundo en los 80, pero también hacia el protagonista y hacia el mismo Roger Waters. ¿Cómo fuiste construyendo ese punto de vista?
– L.L:Todo lo que nos marca en nuestra iniciación sentimental está fijado para siempre en un momento de nuestras vidas. La distancia entre el joven y el adulto vuelve a las dos figuras un poco ridículas. En realidad la base de esa mirada crítica hacia todo surgió de mis sesiones de psicoanálisis en las que el joven que había sido le hablaba (es un decir) al adulto que soy. Supongo que lo que subyace es la impureza de todo, especialmente desde el punto de vista de un joven idealista, inconformista, como el que fui.

– T:¿Por qué la escribiste en tercera persona, siendo que tiene sesgo autobiográfico?
– L.L:Me cansa la primera persona para narrarme a mí mismo. Me parecía que la tercera me servía para objetivar a ese personaje. Creo que Coetzee la usa en uno de sus libros autobiográficos, y se me habrá pegado, también.

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– T:¿En qué aspectos se puede comparar la película con una novela, como decís en el libro?
– L.L:La película, con todos sus defectos, sus exageraciones románticas, incluso con las cosas que envejecieron, es una gran novela iniciática y lo iniciático es siempre el contraste entre los valores de alguien que todavía no entró al mundo con los valores del mundo. Es un conflicto, una lucha. Por eso la entiendo así: es el asco que le da la sociedad lo que lleva al personaje a transformarse.

– T:¿Qué queda hoy de ese adolescente cuestionador del sistema? ¿Sentís que el sistema te doblegó o lograste un equilibrio?
– L.L:Todos los adultos somos doblegados por el sistema. Es parte del juego. Podés vivir en las grietas, y escribir ayuda. Pero no podés tener todo. El hecho de ser padre te pone del otro lado, un lado policial muchas veces, y te descubrís cometiendo los mismos errores (o aciertos) que tus padres, en una cadena infinita.

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