El Instituto Migal, financiado por capital estatal, está detrás de un aerosol oral que podría “convertir a la enfermedad en un resfriado”. A pesar de las ilusiones, la OMS solicita cautela.

Israel se destaca mundialmente por invertir aproximadamente el 4,2% de su PIB en I+D. Es una porción considerable si se compara con el magro 0,5% que Argentina arañó durante los últimos años. A fines de febrero, el gobierno  difundió que se prende a la carrera por desarrollar una vacuna que pueda combatir y ponga punto final a la pandemia del coronavirus que, desde fines de diciembre, azota al mundo. El Instituto Migal –Instituto de Investigación de Galilea– comunicó este jueves que sus expertos podrían tenerla lista en poco tiempo y que, en apenas tres meses, tras realizar los trámites correspondientes para las autorizaciones, podría estar en el mercado. Su aplicación sería segura y, a priori, no generaría daños colaterales de ningún tipo. Incluso, fuentes gubernamentales adelantaron que, de concretarse, aplicarían bajos costos para democratizar las condiciones de acceso a toda la población del globo.

¿Cómo será suministrada? Se trata de una fórmula que, de tener éxito, operará por partida doble. Por un lado, protegerá la boca, a partir de la activación de la respuesta inmune de la mucosa. De esta manera, se espera que pueda restringir el ingreso del virus por su vía de entrada principal. Por otra parte, fortalecerá el sistema inmunológico al activar los anticuerpos y los glóbulos blancos específicos, para culminar con las partículas virales en el caso de que éstas logren sortear la boca como primera barrera.

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La noticia no deja de ser una sorpresa, más si se tiene en cuenta que, incluso los equipos científicos con más presupuesto del mundo, en condiciones normales,  demoran entre 10 y 15 años para la elaboración de respuestas inmunológicas tan complejas. La incógnita por la celeridad del asunto en el caso israelí se resuelve, al menos parcialmente, a partir de las respuestas que elaboran sus protagonistas. De acuerdo con Chen Katz, líder del equipo, los avances a velocidades supersónicas fueron logrados porque, desde hace cuatro años, el Instituto trabaja en una vacuna capaz de especificarse y ser efectiva ante varios patógenos.

Esta plasticidad, en apariencia, fue la que les permitió a los investigadores modificar el fármaco que estaban pensando para bronquitis infecciosa en aves de corral y así orientarlo para el SARS-COV-2. En simultáneo, mientras ponen la droga a punto mantienen conversaciones con las autoridades regulatorias para conseguir los permisos necesarios que los faculten a realizar, en el corto plazo, las primeras pruebas en humanos. No obstante, al ser una vacuna oral –de característica no invasiva– el grupo de Migal resolvería más fácil el enredo burocrático. Con las inyecciones, según advierten, sería otro el cantar.

El estado de crisis global empuja a los investigadores a doblar sus esfuerzos y a concentrarse a tiempo completo en la entrega de soluciones. Los gobiernos están más cerca que nunca de sus complejos científicos-tecnológicos y aceleran los procedimientos. Hay que tener en cuenta que Israel tiene 19 víctimas fatales y aproximadamente 5 mil infectados. El Migal es una institución que recibe financiamiento del Estado y de tradición pujante. No obstante, aunque el mandato de la Organización Mundial de la Salud invita a mantener la cautela y a no alimentar falsas esperanzas, el referente del proyecto contagia de optimismo: “La vacuna podría convertir a la enfermedad en un resfriado muy leve”, dice.

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Por eso es tan importante financiar investigación básica. Si bien es cierto que los gobiernos deben administrar partidas destinadas para sectores considerados “estratégicos” –que varían de acuerdo a la ubicación geopolítica y al modelo de desarrollo de cada nación–, los escenarios contemporáneos son tan dinámicos que los problemas pueden provenir de cualquier lugar. En este caso, los científicos tuvieron una ventaja extra porque habían sostenido sus estudios en otros virus. No obstante, si hubieran interrumpido sus trabajos por falta de fondos, hoy no habrían podido responder con tanta velocidad a las necesidades que el momento de crisis actual depara.

En el estado de emergencia actual, la OMS comunicó que existe más de una veintena de proyectos científicos que planean el diseño de una vacuna para combatir el coronavirus. El avance de la ciencia abre un escenario de posibilidades impensadas décadas atrás. No obstante, anunció que, según puede prever, no habría una solución certera hasta el 2021. En un caso u otro, será cuestión de esperar.

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