Por Emilia Racciatti y Julieta Grosso

Los autores plantean inquietudes, dudas y reflexiones sobre las estrategias que desplegaron las editoriales para continuar el contacto con los lectores en un contexto de cuarentena y repiensan las condiciones del trabajo creativo ante el avance de la liberación de contenidos y las invitaciones a leer ebooks, un formato que hasta ahora era una opción minoritaria para el universo lector.

Con el pulso o la intuición que aflora cuando irrumpe lo extraordinario y disuelve los parámetros, el sector editorial salió rápidamente del desconcierto que se instaló el 20 de marzo cuando se dispuso el aislamiento social y decidió contraatacar el cierre temporal de librerías y la suspensión de las actividades con una oferta aluvional de libros para descargar gratis o leer on line.

Acompañados de hashtags como #LeamosEnCasa o #YoMeQuedoEnCasaLeyendo, la mayoría de los sellos y plataformas literarias liberó parte de su catálogo para facilitar la lectura en tiempos de reclusión, una iniciativa que con el correr de las semanas ha desatado una trama de inquietudes y objeciones en algunos autores que plantean desde cuestiones ligadas a los derechos de autor hasta la utilidad concreta de la estrategia.

«La liberación para descarga gratuita es más un método de promoción que otra cosa y no lo digo yo. Lo reconoció algún editor de manera explícita en otro medio. Que se disfrace de gesto solidario resulta bastante mentiroso, ¿no? Por otro lado, nadie ha facilitado la descarga de sus ‘novedades’, sino de libros que ya dieron supuestas ganancias, o que pasaron inadvertidos», señala la escritora Fernanda García Lao a Télam.

La autora de «Fuera de la jaula» y «Nación Vacuna» –el libro que en estos días tenía iba a presentar en España en un circuito que la pandemia dejó en suspenso- relativiza la eficacia de la liberación de contenidos como un recurso para afianzar hábitos lectores en tiempos de aislamiento.

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«¿Cuántas descargas se producen porque un texto sea gratuito? ¿Uno lee lo que le tiran, o elige qué leer? Los libros que me interesan no figuran en esas listas. ¿Hay tanta hambre de lectura en esta cuarentena? Estamos atravesando una situación inédita, sin final definido ¿Cuál es el apuro? Habría que pensar a largo plazo, contemplando a autores y libreros», enfatiza.

¿Cuántas descargas se producen porque un texto sea gratuito? ¿Uno lee lo que le tiran, o elige qué leer?

Fernanda García Lao

García Lao plantea también la asimetría entre el esfuerzo que demanda escribir un libro y los dividendos que se perciben por derechos de autor: «Para escribir uno invierte mucho tiempo…¿cuánto vale el tiempo?», inquiere.

«Para la industria editorial, el porcentaje de venta de un libro en papel representa para el autor el 10% del precio de venta. Ya es lo suficientemente poco como para pensar en regalar tu trabajo al cien por cien. La pregunta es si los escritores y escritoras somos o no considerados trabajadores. Si la respuesta es afirmativa, habría que formular la siguiente pregunta: ¿por qué se vulneran nuestros derechos?», cuestiona.

En sintonía, el escritor Sergio Olguín asegura que se trata de «un gesto de marketing un poco desesperado, más que una acción a favor de la cultura» e ironiza: «No entiendo el concepto de liberar libros que manejan las editoriales ¿Estaban presos sin sentencia firme y no nos habíamos enterados? ¿La gente solo necesita leer en cuarentena? Si las editoriales creen que hay gente que no puede comprar sus libros, ¿por qué creen que el problema se resuelve cuando no hay cuarentena? ¿Van a pagar los derechos de autor de esos libros bajados o son los autores los que los ceden?»

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«Los libros ya están liberados desde hace rato. Los de papel en las bibliotecas públicas y los digitales en las webs de intercambio gratuito de libros. Hay muchos sitios y muy buenos que tienen excelentes bibliotecas digitales en las que comparten sus libros sin pedir nada a cambio», explica.

Marina Yuszczuk, poeta, narradora de ficción, cronista cultural y editora del sello Rosa Iceberg, acota: «Varios estuvimos pensando en estos días en la posibilidad de que se puedan liberar contenidos, que la gente pueda descargarse ebooks gratuitos y uno de los cuestionamientos que se hizo es si las editoriales contemplan pagar las regalías que corresponden a esos autores por esos contenidos».

«El público que tiene acceso a enterarse que un contenido está disponible de manera gratuita en la web suele tener con wifi en su casa, dispositivos para leer estos libros entonces probablemente puede pagar por un ebook, que suele ser la mitad o menos de lo que vale un libro en papel. Entonces la pregunta es cuál sería la utilidad real de liberar contenidos y una de las primeras cosas que salta a la vista es hacer publicidad», reflexiona.

La cuestión de los derechos no devela por igual a todos los escritores, en tanto algunos han ramificado su oficio en actividades paralelas que engrosan su diversificada fuente de ingresos: «Es cierto y obvio que la liberación de títulos merma nuestros derechos de autor, pero no estoy tan segura de que estos derechos sean nuestro medio central de subsistencia. Ese es en el caso de contadísimos autores. El resto de los mortales subsistimos con colaboraciones, clases, talleres y un largo etcétera», señala Liliana Escliar.

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«El hecho de que nuestros libros circulen siempre es una alegría. Nos permite acercar nuevos lectores y acompañarnos en este momento tan complicado», amplía la narradora, que lanzó su novela «Tumbas rotas».

Es cierto y obvio que la liberación de títulos merma nuestros derechos de autor, pero no estoy tan segura de que estos derechos sean nuestro medio central de subsistencia

Marina Yuszczuk

Yuszczuk resalta que se trata de «una situación tan imprevista, nueva y difícil que también cada uno está haciendo lo que puede y lo que le sale» y en esa línea se posiciona la escritora María Teresa Andruetto: «La situación es excepcional, inédita, no sabemos como van a seguir nuestra relaciones con otros, la forma de organización del mundo. Tampoco cómo va a seguir la relación con el libro, si es con el libre en papel, virtual, no sabemos, en qué medida, en que proporción. Y una cosa buena que podemos hacer por nosotros es aceptar que no sabemos, vivir este momento tolerando no saber», opina.

Para la autora este panorama de incertidumbre «también da respuestas de excepción, diversas. Cuando esto termine y se vea la nueva relación de cosas se verá también cómo hace uno con los libros, los derechos, las publicaciones».

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