Confinados a la imposibilidad de abrir sus puertas, los espacios culturales de la ciudad despliegan estrategias para subsistir, como la venta de bebidas por delivery en algunos casos, y en tiempos donde el aislamiento desactiva el encuentro social, traducen parte de su programación al lenguaje digital para poner en circulación contenidos culturales participativos y visibilizar prácticas artísticas y a sus creadores.

Talleres, cursos, actividades por WhastApp, musicalización en vivo y hasta un festival, son algunas de las actividades que los espacios culturales vienen realizando a través de sus redes para seguir en contacto con sus comunidades.

Sin embargo, detrás de la virtualidad, se formulan preguntas: ¿cómo garantizar la subsistencia del espacio pero también de artistas, gestores, productores? ¿Es reemplazable el encuentro cara a cara?

Las redes son un arma super potente para interactuar. Pero el espacio físico y la experiencia artística que se genera en el club es irremplazable

Camila Zapata Gallagher

Para Camila Zapata Gallagher, del Club Cultural Matienzo -uno de los espacios más activos en Internet- «lo de las redes es algo que nos mantiene activos pero también nos genera un poco de miedo. Sabemos que son un arma super potente para seguir interactuando con nuestros seguidores. Pero el espacio físico y la experiencia artística que se genera en el club es irremplazable».

Por su parte, Lisa Kerner de Casa Brandon, el espacio que durante dos días desarrolló un festival virtual, también cuenta que están intentando «llevar algo de la programación a redes. Es muy difícil traspasar la experiencia en vivo a una digital. Algunes artistas están considerándolo, otres esperan que termine esto. Los centros culturales tenemos esto del cuerpo a cuerpo, el abrazo, la contención», dice.

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Como explican Patricia Gómez y Diana Maffía, en Tierra Violeta trabajan «con colectivos (o colectivas) que es necesario ir construyendo en el encuentro, colectivas raciales, de diversidad de género, colectivas de jóvenes y eso no puede desagregarse en participaciones individuales a través de medios sino que requiere espacios en común y eso es justamente lo que nos falta«.

Justamente, en espacios donde el intercambio cara a cara es un pata clave de la experiencia cultural, la experiencia virtual no es sólo una traducción de lenguaje, trae consigo «cuestionamientos» -dice la directora del Matienzo- ¿Qué pasa cuando los contenidos están totalmente liberados y se consumen en un click? ¿El click paga las cuentas? ¿Qué pasa con los trabajadores de la cultura que tienen que comer y vivir de algo?».

«Hay que tener cuidado con la idea de que el arte puede mantenerse vivo a través de los seguidores que tengas en Instagram porque hay una concepción muy elitista que subyace a esto. Quienes pueden seguir vivos y generando contenido sin cobrar por ello, son personas con condiciones materiales aseguradas», subraya.

Otra estrategias económicas para estos espacios es el delivery de bebidas, como El Emergente que con la venta de determinada cantidad se regala una entrada de regalo para un evento futuro poscuarentena.

«Estamos tratando de encontrar la salida a todo esto», explica Hugo Szmoisz, quien adelanta que están enfocados en reactivar su radio porque «no está funcionando de forma habitual y estamos pensando cómo volver a generar programación en vivo con programas especiales».

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