Autora de obras como «La hora de la estrella», «Aprendizaje o el libro de los placeres» y «Un soplo de vida», Clarice Lispector continúa sumando lectores en la Argentina, donde la editora Fernanda Pampín asegura que «ha dejado de ser un misterio» y se ha convertido en «una figura de culto».

«La recepción de su obra fue creciendo en las últimas décadas. En nuestro país tiene un nicho de lectores y especialmente lectoras apasionadas, y en este sentido, es, tal vez, una experiencia que los diferencia del resto de América Latina (y me animo a decir, también, de España). Un público que si bien comenzó por ser femenino conquistó al masculino y crece con los más jóvenes, atraídos muchos de ellos por sus cuentos. Clarice se ha transformado en una figura de culto», indicó Pampín.

Para una de las responsables de la editorial Corregidor, «hace tiempo que Clarice ha dejado de ser un misterio. Su historia en nuestro país se inició hace largos años».

En ese sentido recordó su visita a la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires en abril de 1976, a días de instaurarse la dictadura cívico militar: «Los medios parecían encantados con su llegada. En sus diarios escribió entonces que se empezaba a sentir aquí ‘como una estrella de cine'».

Reconocida por conceder pocas entrevistas a los medios, la revista Crisis publicó en julio de ese mismo año un reportaje que le hiciera Eric Nepomuceno, quien le preguntó sobre cómo clasificaría sus libros, ante lo que respondió: «Yo solamente me considero escritora en el momento exacto en que estoy escribiendo. Fuera de eso, no me sentí nunca obligada a pertenecer a una escuela o estar al día con determinadas obras».

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Al repasar las entrevistas que se le hicieron en nuestro país, la editora recuerda que el año anterior Haydée Jofré Barroso, traductora de «La araña», novela con la que Corregidor la publicaba por primera vez en Argentina, en 1973, también la había entrevistado para el diario La Nación.

En 2001, Corregidor actualizó la traducción de esa novela y lanzó, en el marco de la colección Vereda Brasil, única colección fuera de su país dedicada exclusivamente a la literatura brasileña, la subcolección Biblioteca Lispector que lleva hasta el momento nueve títulos publicados y planea ampliarse mucho más, indicó Pampín.

Gonzalo Aguilar, traductor de su novela «La pasión según G.H.», dice que el primer texto que leyó de ella fue el cuento «Amor», al que llegó, siendo adolescente, y si bien el título le pareció «poco imaginativo», quedó «shockeado por el modo en el que el personaje femenino vive y percibe el espacio y por un personaje misterioso que masca chicle». «Encontré el cuento en la edición de Sudamericana de ‘Lazos de familia’ y desde entonces conseguí todos los libros que había editado Sudamericana (son cuatro en total) y los ejemplares que podían conseguirse de otras editoriales, en una verdadera búsqueda del tesoro», explicó.

Florencia Garramuño contó que lo primero que leyó de Lispector fue «Agua viva» traducida al español y no le gustó, fue al leerla en portugués que nada volvió a ser igual.

«Creo que algunas de las primeras traducciones no comprendieron esta intervención en la lengua y tendieron a normalizar la lengua de Lispector, aplanando sus obras, convirtiéndolas – efectivamente – en otras obras mucho menos interesantes», detalla.

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Su hipótesis es que es «sobre todo en las primeras obras donde la intervención de Clarice es más radical, porque en las posteriores a los años sesenta, ya ha abandonado toda constricción formal en términos de estructura y se permite jugar mucho más con la desestructuración de las tramas narrativas, logrando con eso lo que en las primeras obras lograba con su intervención en la lengua».

Para la analista esto se ve muy claramente en «Cerca del corazón salvaje», la que está está traduciendo en este momento, que dice que «tiene giros realmente muy radicales, cosas como ‘el reloj se despertó en tic tac sin polvo’, que a menudo cuesta entender o tendemos a traducir inmediatamente con otros giros más previsibles, pero donde la gracia está precisamente en detenerse en esa invención y obligar a la mente a imaginar lo que ese giro quiere significar, las imágenes que trae a nuestro pensamiento».

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