La inclusión del calificativo «religiosa» a la enunciación ya aceptada de dictadura cívico militar que proponen las autoras del libro “Putas y guerrilleras” no es caprichosa, en tanto traza una continuidad con un libro anterior de una de ellas, Olga Wornat, quien en “Nuestra Santa Madre” narra la complicidad de la parte más conservadora de la Iglesia Católica con los secuestros, las torturas y el plan sistemático de apropiación de bebés que tuvo lugar en la Argentina a partir de 1976.

Lewin, la otra autora de la investigación, destaca en entrevista con Télam el machismo de la Iglesia y los distintos grados de religiosidad dentro de las Fuerzas armadas.

-Télam: ¿Cuánto pesa en la construcción de la cultura machista la incidencia del culto católico que decían profesar algunos de los militares que llevaron adelante la dictadura?
M.L.: No todos los militares eran muy religiosos. Podría decirse que de las tres fuerzas, la más católica era la Fuerza Aérea. La Marina era más liberal, en un punto, sin que esto obste para que cuando tuvieron que ocultar a un grupo de prisioneros fuera la Iglesia la que les cedió una isla de su propiedad en el Tigre que se convirtió en un centro de secuestro y tortura.

O.W.: Yo escribí un libro que se llamó «Nuestra Santa Madre», que no solo cuenta la historia de la iglesia católica sino también la gran complicidad directa con lo que sucedió en la Argentina durante la última dictadura militar y en todas las dictaduras anteriores. Los militares -la Marina también aunque eran masones- buscaron colocarse bajo el paraguas de la iglesia católica que participó en algunos casos directamente en los campos de concentración hablando con los secuestrados para que confesaran, como fue el caso de monseñor Plaza que ejerció como Arzobispo de La Plata y que no solamente entregó a su sobrino, sino que también visitó los campos de concentración de La Plata, Berisso y Ensenada.

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Sin ir más lejos, los casos de comunión a los dictadores -hay fotografías de eso- no se hubiera hecho sin la complicidad de la Iglesia católica como también de la sociedad civil. Por eso fue una dictadura cívico militar y religiosa.

T.: ¿Ven algún paralelismo entre el discurso de «salvar las dos vidas» que se consolida hoy entre quienes se oponen a la legalización del aborto y el plan sistemático de secuestro de bebés y asesinatos de sus madres durante la dictadura?
M. L.: Casualmente, entre muchos de los que pregonan que hay que salvar las dos vidas, hay algunos que se apropiaron de bebés y asesinaron a sus madres, porque esos chicos tenían que crecer en una familia «bien».

O.W.: Sí, algo hay ahí que tiene que ver con eso de decir «no importa la mujer», aunque los tiempos son distintos. En aquel momento también, de alguna manera, reinaba ese pensamiento de salvar a los chicos, aunque algunos chicos no se salvaron porque mataron mujeres embarazadas. El planteo de las dos vidas es un planteo de la más extrema derecha del conservadurismo no solamente argentino, porque existen en todas partes con un alto contenido del catolicismo más retrógrado y los grupos evangélicos.

Como contamos en el libro, Elena Alfaro se salva porque ella fue educada en un colegio de monjas y cuando el jefe del campo de concentración El Vesubio le pregunta a ella si quería entregar a su hijo «a decentes y honestas familia de militares», ella le responde muy hábilmente que tenía que «cargar con esa cruz», que así le habían enseñado en el colegio y eso fue lo que la salva.

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Ese era el pensamiento que tenía sobre todo el Ejército, que salía a matar con el crucifijo colgado. Eso se veía mucho en todos los campos de concentración: los militares primero rezaban y después salían a secuestrar.

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