«Biblioteca bizarra» es un libro calidoscópico, con textos breves, al estilo del otro gran escritor guatelmateco Augusto Monterroso, de quien su autor, Eduardo Halfon, se declara admirador; un texto que además sirve de faro para iluminar el resto de su obra.

Halfon nació en 1971 en la ciudad de Guatemala. En 2015 le fue otorgado en Francia el prestigioso Premio Roger Caillois de Literatura Latinoamericana y en 2018 recibió el Premio Nacional de Literatura de Guatemala, el mayor galardón literario de su país natal.

– Télam: Hay dos personas claves en tu mundo de escritor: de uno aprendiste a escribir, del otro a leer. Borges decía que él era un mejor lector que escritor ¿Cómo te sentís vos?

– Eduardo Halfon: Un escritor tiene que ser mejor lector que escritor. Quizás porque tienes que ser lector de lo que escribes, o sea tienes que poder juzgar aquello que estás escribiendo, leerlo con otros ojos, con ojos ajenos, con ojos de lector, para poder sopesar si está bien, si le falta, si le sobra, corregirlo, editarlo. Acaso una de las cosas más importantes en el proceso de aprender a escribir es aprender a leer, aprender a leerte.

– T.: Pero también has leído como no escritor antes de serlo…

– E.H.: Yo he sido muchos lectores, pero esencialmente he sido tres lectores desde que descubrí la literatura y los libros, hace unos veinte años. Al inicio fui un lector joven. El lector joven que recién descubre los libros y lee de una manera obsesiva y caótica y total. Quieres leer todo lo que ha sido escrito jamás, como un yonqui de la literatura, como si la literatura fuese una droga. Luego, al empezar a escribir, me convertí en un lector artesano. El lector que quiere aprender a escribir. Cuando vuelvo a los libros que leí durante esa época es evidente que los leí de esa manera; quiero descifrar cómo ellos los escribieron.

Mirá También:  Nosotras Proponemos, un colectivo que busca desactivar sesgos patriarcales en el mundo del arte

En los libros que todavía conservo de esa época, los comentarios en los márgenes son de alguien que quiere aprender a tocar como ellos, a descifrar cómo ellos tocan sus instrumentos. Pero luego llegó un tercer lector. Un lector hijo de puta, impaciente, cascarrabias, que ya no tiene tiempo, que ya no tiene paciencia para una prosa floja, para oraciones débiles, para una literatura no trabajada. Ahora abandono libros muy rápido (antes no lo hacía). No me cae bien ese lector cascarrabias, pero ahí estoy, ahí sigo, quizás esperando que si Dios es grande, como decía mi abuelo polaco, llegue un cuarto lector.

– T.: ¿Sentís de alguna forma que el lector ideal de «Biblioteca Bizarra» es un bibliófilo, un escritor o un lector exquisito?

– E.H: No sé si hay un lector ideal de un libro. Aunque sí es verdad que un bibliófilo quizás se encuentre más en algunos textos de «Biblioteca bizarra», en algunas de sus crónicas, en la primera, especialmente, que le da título al libro y que es un texto sobre bibliotecas. Pero luego también siento que hay crónicas que ya no tienen nada que ver con libros o bibliotecas o bibliófilos o lectores exquisitos, crónicas sobre la experiencia de volverse padre, o sobre los tantos peligros de vivir en ciudades latinoamericanas. Siento que mis crónicas también sufrieron un proceso. Fueron escritas a través de muchos años. Algunas son aún de la época donde yo era muy lector, como este texto: qué significa coleccionar libros, qué significa ser un coleccionista de literatura. Pero luego también me voy alejando del acto de leer como tema literario y acercando a otros temas más cálidos. Aunque siempre relacionados con la literatura, por supuesto, siempre relacionados con lo que significa para mí ser escritor o lector o traductor.

Mirá También:  Sartre, un pensador entre la filosofía y la literatura

– T.: ¿La infancia es tu paraíso al que siempre volvés?

– E.H.: Vuelvo constantemente a la infancia. Aunque más que volver siento que empiezo a escribir siempre con la infancia, o desde la infancia, o a partir de la infancia. Busco ahí pistas, supongo. Regreso a la Guatemala de los años 70, a mi relación con el país, con mi hermano, con mi padre, con mi madre, con mis abuelos. Qué significa haber crecido ahí. No sé por qué empecé a escribir así, pero así continúo. Entonces, aun en un libro como éste, que en su mayoría es un libro sobre escribir y leer, sigue estando muy presente la infancia.

Deja un comentario

You May Also Like

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *