En tiempos de aislamiento obligatorio para contener las consecuencias de la pandemia de coronavirus, muchas universidades repiensan sus formas de trabajo para sostener el vínculo entre sus docentes y alumnos y facilitan el acceso a sus libros no solo a la comunidad académica sino a todo aquel que busque nuevas lecturas para atravesar la cuarentena.

Alejandro Dujovne, investigador del Conicet y director de la Maestría en Sociología de la Cultura y Análisis Cultural de la Universidad de San Martín, analiza las particularidades de estas producciones atravesadas por la concentración territorial y el crecimiento y profesionalización y traza un panorama actual de su funcionamiento.

Télam: ¿Cómo es el mapa de las editoriales universitarias de nuestro país?

Alejandro Dujovne: Es desigual en al menos dos sentidos. Por un lado, hay una mayor concentración de sellos en el Área Metropolitana de Buenos Aires. Un tercio de las editoriales que realmente funcionan como tales se ubican en esta zona. Esta mayor presencia se corresponde con la densidad de universidades públicas en esa área. Pero también con una mayor concentración de especialistas en el área de edición, de tramas comerciales y culturales, y de lectores. Esto es un factor decisivo en la creación y estabilidad de proyectos editoriales. Por el otro, todas las editoriales universitarias distribuyen y comercializan sus libros en la Ciudad de Buenos Aires. Dos tercios de los sellos tienen presencia en las provincias de Buenos Aires (fuera del Área Metropolitana de Buenos Aires), Córdoba y Santa Fe. En el otro extremo, tan solo cuatro editoriales distribuyen sus libros en las provincias de Formosa y La Pampa. Estos desequilibrios atentan contra las posibilidades de publicación de muchos investigadores, ensayistas y escritores de un gran número de provincias argentinas. La comunicación digital ha reducido las distancias pero está lejos de haberlas suprimido. En la práctica, el contacto directo, las redes de sociabilidad y la pertenencia a una institución universitaria facilitan el ingreso a un catálogo universitario. A su vez, la desigualdad en la distribución limita una de las misiones centrales de la universidad, y de las editoriales en particular, que es la difusión de la producción intelectual. La edición y venta u oferta gratuita de libros digitales salvan en parte este problema, en tanto que las librerías continúan siendo el canal privilegiado de visibilización y venta de libros.

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T: ¿Cómo es esa concentración en relación a la producción editorial general?

A.D.: Si comparamos la concentración geográfica de editoriales con la estructura de producción editorial comercial argentina, la edición universitaria se encuentra mejor balanceada. De acuerdo al informe de la Cámara Argentina del Libro correspondiente a 2016, si tomamos la edición comercial, es decir, aquella producida por empresas dedicadas a la edición y cuyos libros ingresan a los distintos circuitos de venta (esto excluye a, por ejemplo, las ediciones institucionales y las autoediciones), 89% de las novedades fueron registradas en la Ciudad de Buenos Aires, 6% en la Provincia de Buenos Aires, 3% en la de Córdoba y 2% en la de Santa Fe. Concentración que se incrementa si consideramos que parte del 6% publicado en la Provincia de Buenos Aires corresponde al Área Metropolitana de Buenos Aires.

T: ¿Cómo caracterizás el funcionamiento de las editoriales universitarias hoy?

A.D.: Si tomamos los últimos diez años observamos un proceso contradictorio. Por un lado, vemos un crecimiento en el número de editoriales y en la profesionalización de su trabajo. Y por ende, en una mayor presencia de los libros de estos sellos en librerías y en los programas de estudio universitarios. También se puede ver una acumulación de experiencia y de lazos en el trabajo colectivo a través de la Red de Editoriales Universitarias Nacionales. Por contrapartida, observamos que este despliegue no es homogéneo. Algunas editoriales crecieron y se afianzaron, otras tuvieron trayectorias más oscilantes. Esto se debe, entre otras razones, a la dificultad de las autoridades de algunas universidades de comprender el rol central que juegan los sellos universitarios en su misión científica y educativa. La inestabilidad de los cargos, los cambios repentinos en las directivas y los escasos recursos asignados, han conspirado contra un proceso de consolidación y profesionalización que llevan un tiempo prolongado. Asimismo, las editoriales se han visto enfrentadas a cambios abruptos en las políticas nacionales que han limitado ciertos desarrollos, como, por ejemplo, una mayor y mejor presencia internacional.

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