La demanda en los comedores se multiplicó por cinco, en tanto que la basura se acumula en los diferentes distritos al no pasar los camiones, aunque el aislamiento se cumple de la mejor manera posible

Comedores con una demanda multiplicada por cinco, basura que se acumula en las calles porque no pasa el camión, viviendas con hasta tres familias y un conjunto de agrupaciones que brindan asistencia esencial conviven día a día en los barrios populares del Conurbano bonaerense, donde se lleva a cabo una cuarentena más rigurosa de lo que se cree, pese a los problemas del hacinamiento.

Es el caso de «Los monoblocks de La Tablada», un barrio ubicado en el extremo norte de Ciudad Evita, partido de La Matanza, que debe su popular nombre -en realidad se llama Barrio «José Ingenieros»– a la proximidad que tiene con la Rotonda de La Tablada. En una recorrida por la zona, dirigentes barriales, políticos y vecinos voluntarios, coincidieron en los problemas diarios de dar alimentos, evitar la aglomeración de personas e intentar cumplir con el aislamiento social.

«Empezamos a cocinar a las 8:00 y organizamos horarios para que vengan en grupos con su táper. Empezamos a repartir la comida antes del mediodía y no paramos hasta las 18:00 o 19:00. Tenemos siempre por las dudas huevos, atún y arroz para la gente que llega cuando no hay más comida. La idea es que nadie se quede sin comer», cuenta la administradora de uno de los comedores de la zona, vinculado a la Iglesia, preferido por los vecinos por la abundancia de las porciones y la buena organización.

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La mujer asegura que, si bien por familia se acerca una sola persona con un táper grande, nadie «se hace el vivo» para llevarse más comida: «Todos acá saben que si hacen eso, el de atrás puede quedarse sin comer. En estos momentos se ve más solidaridad que nunca», aclara.

Los alimentos, casi en su totalidad, los «baja» el Ministerio de Desarrollo Social, comandado por Daniel Arroyo, que esta semana emitió, luego de la reunión con los movimientos sociales, la orden de comprar alimentos ya no para 11 millones de personas, sino para 15.

Para algunos dirigentes sociales, esa cifra se quedará corta en poco tiempo: «Va a haber que alimentar a 20 millones de personas», advierten.

En ese contexto, en los barrios humildes hay tensiones entre quienes entregan la asistencia social, ya que la misma proviene de la Iglesia, el municipio y los movimientos sociales, que muchas veces no logran hacer un trabajo coordinado.

Sobre el caso, la administradora de un comedor -que prefirió no dar su nombre- relató: «El otro día quisimos armar una lista de adultos mayores para llevarles la comida directamente a la casa, porque muchos viven solos y no pueden salir. Apenas empezamos, vinieron los del municipio a prohibirnos. Pero ellos no les dan nada. Dicen que todos estamos siempre haciendo política».

La basura es otro punto de preocupación y una de las principales quejas de los vecinos: en casi todas las cuadras se acumulan sobre las veredas cientos de bolsas, abiertas y cerradas, que se suman al barro, siempre presente.

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Este último viernes, bajo la copiosa lluvia que azotó a Buenos Aires, se vio el problema con el barro en los monoblocks, en el marco de una recorrida a la que acompañó al secretario de Relaciones Parlamentarias, Institucionales y con la Sociedad CivilFernando «Chino» Navarro.

«El camión de la basura no pasa por acá, porque no entra. Entonces toda la basura se acumula por mucho tiempo. Ahora en la cuarentena es peor todavía, porque antes a veces algunos vecinos se organizaban para llevarla a un lugar por donde sí pasa el camión», explicó una vecina. Pese a todas esas dificultades, quienes viven en el barrio se las rebuscan para cumplir con el aislamiento de la mejor manera posible y, lo que se conoce como «cuarentena barrial» no es -como muchos creen- una vida «normal» en los límites de los edificios.

De hecho, existe una enorme preocupación porque la pandemia «llegue al barrio», ya que podría tener serias repercusiones.

«Si aparece un caso, no van a tardar en contagiarse miles. Tenemos que evitar a toda costa que el coronavirus entre a los barrios. Los vecinos lo saben y cumplen todo lo que pueden con el aislamiento», destaca una dirigente que suele recorrer comedores todas las semanas. La dificultad se presenta con mayor peso los días de lluvia, debido a que, entre la falta de cloacas y la existencia de una enorme cantidad de autos «chatarra», se generan espacios de agua estancada, que pone al barrio en alerta frente a otro peligro que los acecha en los últimos tiempos: el dengue.

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