Las tres escritoras hablaron con Télam sobre cómo trabajaron estas ficciones que se convirtieron en fenómenos disruptivos para ampliar sentidos establecidos sobre los femicidios, los oficios de las travestis y las consecuencias de los abusos intrafamiliares, al mismo tiempo que contaron los ecos que siguen produciendo estos textos con los que irrumpieron en el campo literario.

A Reyes (Buenos Aires, 1978), las lecturas y devoluciones por «Cometierra» la siguen sorprendiendo ya que, a meses de la publicación, le siguen escribiendo cincuenta o sesenta personas por día. Ella asegura que si bien «es un sueño hecho realidad porque todo escritor quiere ser leído e ir al encuentro de ese público», también «es un desborde porque no esperaba tanto».

«Las devoluciones son muy heterogéneas: hay hijas o hijos de femicidios, gente a la que le impactó porque está buscando a un familiar. Algunos me escriben contándome que pudieron contar la historia de alguna mamá que faltaba y armar esos pedazos después de leer el libro. Eso me encantó porque una ficción permite que la persona pueda armar su propio relato», señala.

En ese sentido Reyes explica que «muchas veces las hijas de los femicidios son nenas muy chiquitas y quienes las crían tratan de sustraerlas de ese dolor y se retacea información: nunca tienen un relato completo, menos cuando la familia de crianza es la ligada por sangre al femicida. Entonces cuando crecen y quieren armar su propia historia, atravesada por la violencia machista, necesitan armar la historia de esa mujer que fue su mamá estableciendo su propio relato. Que ese relato me lo hagan a mí y me manden las poquitas fotos que conservan implica que me están compartiendo un tesoro».

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«Cometierra» se tradujo a seis idiomas (inglés, francés, holandés, italiano, polaco, turco) y la narradora está trabajando en una historia que marcará la continuidad de esa protagonista, siempre pensando además en el conurbano, donde vive y trabaja en contacto con adolescentes.

Sosa Villada (La Falda, 1982) es autora de «Las Malas», al que elude definir «como un libro feminista o que retrata la realidad de las travestis» porque resalta que esa lectura «produce un movimiento de topadora sobre las particularidades que tenemos las travestis. Estamos todas peleando para tener un nombre propio, más allá de dejar de morirnos. Algunos han aprovechado para hablar de comunidad travesti como si entre nosotras no hubiera particularidades», apunta.

En esa línea explica que el texto, editado por Tusquets, «relata historias de travestis muy únicas» y enfatiza: «Celebro haber podido escribir un libro que me pagara lo que me merezco, que generara dinero a la altura de mi esfuerzo, mi lucha. Hace muchos años que trabajo sin parar y es la primera vez que gano el dinero que considero merecer».

En «Por qué volvías cada verano», Belén López Peiró (Buenos Aires, 1992) narra, a partir de múltiples voces, una historia de abuso intrafamiliar transformando su dolor en una obra literaria que ya fue traducida al catalán, portugués e inglés.

«Pasaron casi dos años y todo fue una sorpresa, desde lo que me sucedió a mí con la publicación hasta la reacción de los más cercanos», cuenta la autora del libro que nació en el taller de la escritora Gabriela Cabezón Cámara y por el que recibió variados y conmovedores testimonios.

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Entre los mensajes recibidos están los de varones que le dijeron que se «permitían estar más atentos a las relaciones con sus parejas, a los vínculos con sus hijas» pero además la autora considera que la novela «supo acompañar a mujeres que estaban experimentando el proceso de reconocerse como víctimas o de denunciar a su agresor».

«También ayudó a generar una conciencia general sobre las causas y las consecuencias que tiene un abuso sexual en una mujer o en quien la padezca, así que creo que tuvo un rol social y político muy importante», expresó.

Si su primera novela tenía que ver con lo que vivía una mujer a la hora de denunciar un abuso y lo relacionado a la institución familiar, ahora está trabajando en un libro que hace foco «en lo que enfrenta una mujer en el proceso judicial después de denunciar, qué significa ser o no punitivista, qué pasa con las mujeres cuando llega el juicio oral, cuando ya pasaron años».

Al momento de pensar su relación con la escritura, cada una plantea una forma de exploración diferente. Reyes asegura que le interesan «las problemáticas abiertas, materiales que provienen de la sociedad» porque considera que «la ficción permite sensibilizar la recepción de quien está leyendo y llevarla a un tiempo y a una sensibilidad propia de la lectura y la escritura».

Así explica que «Cometierra» le permitió detenerse en los femicidios: «Uno lo puede abordar por estadísticas pero la literatura te permite dar cuenta de la problemática y de la falta enorme del impacto de la falta de esas mujeres que nos están sacando hora a hora, y en un lapso de tiempo cada vez menor, 12 o 16 horas».

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A Sosa Villada le interesa «explorar cierta relación erótica con la palabra», que tiene que ver con cómo establece su vínculo con la literatura, con la lectura».

«Me interesa poder lograr una escritura que evidencia mi relación carnal con la palabra. Las historias van y vienen, a veces se extinguen rápidamente, a veces perduran pero lo que si importa es que entre la palabra y yo existe ese vínculo que es puramente físico», detalla.

López Peiró asevera que siempre tiene «nuevas ideas», que no le gustan «las novelas de temas» sino que se deja llevar por imágenes y deja que los temas la elijan a ella.

Las tres establecieron nuevas miradas e imaginarios en el campo literario argentino dejando una huella con ficciones que interpelaron y generaron lectores que esperan sus nuevos textos.

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