La industria del libro, de la que dependen autores, editores, periodistas, libreros, imprenteros y distribuidores, entre tantos otros oficios y profesiones, viene sufriendo los embates de la economía, en jaque por una baja en la producción de ejemplares, las caádas en las ventas, el aumento del precio de los insumos y el cierre de librerías desde hace ya muchos años: la pandemia del coronavirus es hasta el momento la última de las crisis que se ve obligada a atravesar.

El viernes pasado se difundió un comunicado de la Cámara Argentina de Librerías que alertaba sobre una caída del 70 por ciento en las ventas de libros, señalando que se trataba de «la peor crisis de su historia» y ya en noviembre de 2019 la Cámara Argentina del Libro, en su informe anual, reportaba una baja acumulada en la producción de ejemplares de un 45% desde el año 2016.

Si el lugar común dice que en cada crisis se esconde una oportunidad, ¿no podrá el confinamiento obligatorio, lejos de ser la última mala noticia de un negocio golpeado, transformarse en un momento clave para la creación de nuevos lectores y establecer nuevas formas de circulación de libros? ¿No se tratará de la chance que estaban esperando el libro electrónico y los formatos digitales de consumo para finalmente poder despegar?

Si bien los primeros números informales hablan de un aumento en el comercio del libro electrónico de un 60 por ciento, no parece hacer demasiado espacio para el optimismo.

Ya estamos viendo un duro golpe a una industria que venía golpeada. En la Argentina, la inmensa mayoría de los libros se venden en las librerías, y hoy están todas cerradas.

Juan Boido-Penguin Random House

Sí, es probable que en sus casas haya gente saldando deudas con su biblioteca, pero tanto en los grandes conglomerados editoriales como en los sellos independientes saben que el problema del negocio del libro es complejo y de larga data.

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Juan Boido, director editorial de Penguin Random House, opina que «ya estamos viendo un duro golpe a una industria que venía golpeada. En la Argentina, la inmensa mayoría de los libros se venden en las librerías, y hoy están todas cerradas. Si bien en estos días se vio un aumento en la venta de los formatos digitales no son formatos instalados masivamente en el país, con lo cual es imposible que compense pronto la caída de los libros físicos».

«Todo esto no quiere decir que la gente lea menos, al contrario: es muy probable que esté leyendo más. Algunos en ebook y la mayoría, todos esos libros sin leer que los lectores suelen acumular a lo largo de la vida», señala a Télam.

Gastón Etchegaray, presidente corporativo del Grupo Planeta Argentina, coincide en que «hoy está siendo un golpe muy duro para la industria. Si tendrá un efecto positivo en el futuro no lo podemos determinar, porque seguramente se rompan la cadenas de pago y haya muchos problemas. No estamos en condiciones de ver qué pasará después, es una crisis atípica».

Víctor Malumian, editor del sello Godot y organizador de la Feria de Editores, sabe que no hay respuestas sencillas para una situación inédita: «La pregunta es compleja porque encierra una multiplicidad de variables. La crisis del sector es anterior y es una crisis con un gran porcentaje de reducción de capacidad de consumo por parte de las lectoras y lectores, y por otra parte, más a nivel mundial, de competencia por el tiempo libre. Hoy el libro no es el objeto central que domina la escena de los consumos culturales».

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«Es casi imposible saber qué aprendizajes nos dejará el encierro como rubro editorial. Seguramente quienes habían descuidado los libros digitales empiecen a prestarle más atención, dado que como soporte tienen una serie de características inigualables, como la capacidad de búsqueda, que son accesibles para personas no videntes, viajan rápidamente de una punta a la otra del mundo y nunca están agotados. Ahora bien, el libro digital, salvo en situaciones tan extremas como esta, ya ha mostrado su techo. Y en la Argentina hay múltiples factores que le han puesto un techo más bajo», apunta el editor.

Y agrega: «Dicho todo esto, el golpe al rubro será durísimo. Donde más atención hay que prestar es al canal librero. Alquileres, cargas sociales, sueldos, servicios y demás pesos se suman sobre la espalda de las librerías. Yo no comparto la idea de que la soluci&añoacute;n sea que las editoriales vendan directo. Las propuestas, tanto estatales como desde el mismo rubro, deben incluir y destacar a las librerías».

Pablo Braun es precisamente distribuidor y fundador de la mítica librería Eterna Cadencia, y uno de los pocos que se permite una pequeña dosis de esperanza: «Entiendo, en primer lugar, que esto va a ser un mazazo para la economía, y salvo algunos rubros como salud y algunos más, todos los demás, incluida la cultura, van a sufrir consecuencias».

Hoy está siendo un golpe muy duro para la industria. Si tendrá un efecto positivo en el futuro no lo podemos determinar, porque seguramente se rompan la cadenas de pago y haya muchos problemas.

Gastón Etchegaray-Grupo Planeta

«A corto plazo mi mirada es más bien pesimista -sostiene-. Pero por otro lado esta crisis va a ser seguramente un momento para reflexionar acerca de nuestras conductas como seres humanos. Y va a reconfigurar, quiero creer, lo que hacemos con nuestro tiempo libre. Y ahí sí calculo que hay una oportunidad para, a nivel general, conectarnos con otras cosas, como el hábito de leer. Habrá que ser inteligente y creativo en lo que viene si no queremos que el libro siga retrocediendo en las preferencias de la gente».

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Constanza Brunet, del sello Marea, también cree que el presente será oscuro, pero quizá el futuro depare alguna buena noticia: «En lo inmediato y en el corto plazo esta situación sin duda suma pérdidas a la ya pésima situación del sector. Todos nuestros canales de venta están suspendidos. Y una vez que se levante la cuarentena, tardarán mucho más en volver eventos masivos como la Feria del Libro, la Feria de Editores, las presentaciones de libros…», asegura.

«Los únicos canales que hoy quedaron abiertos para nosotros son el libro electrónico, que en la Argentina tiene muy poco desarrollo y difusión, y cuyas ventas son mínimas, y el audiolibro, que recién está asomando. Mi deseo es que este tiempo de introspección obligada lleve a los lectores a volver cuando se pueda a las librerías con avidez a buscar libros que los hagan pensar, crecer o simplemente disfrutar de una buena lectura», explica Brunet.

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