El aplausazo a los equipos de salud, a cada une que le pondrá el cuerpo a la batalla contra la pandemia del Coronavirus fue el puntapié inicial en la provincia de Córdoba para el arranque de “la cuarentena en serio” que decretó el presidente Alberto Fernández. Por las ventanas abiertas de los departamentos, las pantallas lo mostraron rodeado por varios gobernadores provinciales, entre ellos el cordobés Juan Schiaretti: el bigote afeitado, y el gesto tenso, fijo en el mandatario que no apoyó ni aunque vinieran degollando con su “prescindencia”; pero al cual esta pandemia terminó por acercar.

A las nueve en punto de la noche los aplausos de cientos de miles de personas flotaron en la noche veraniega en homenaje a quienes estarán en la primera línea de combate contra el Coronavirus. Una caricia que se sintió también como una alianza entre vecinos ante lo que se viene: “¡Vamos que salimos de esta! ¡Vamo´ carajo!, gritó una voz potente y futbolera en el barrio Quebrada de Las Rosas ante la emoción -y el miedo- que se sentía en el aire.

Ya en la madrugada, la policía detuvo a la primera de la más de cuarenta personas que incumplieron el decreto 297 del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO). Fue un muchacho de 26 años que no quiso contestar qué andaba haciendo. Según difundieron, adujo que no debía darle “explicaciones a nadie”, por lo cual fue a parar a la comisaría cuarta, en pleno centro. a partir de ese momento aprehendieron a más de cuatro decenas de ciudadanos en los barrios cordobeses, pero también en las localidades serranas de Cosquín y La Cumbre en el valle de Punilla. En el útlimo caso se trata de  una mujer de 54 años que volvió vía Chile el 17 de marzo y no cumplió con su cuarentena obligatoria, por lo que se la imputó por desobediencia y confinó en su casa con guardia policial.

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Según el Ministerio Público Fiscal, sólo en la Capital cordobesa se labraron 60 actas con intimaciones para que se acate la medida de aislamiento.

En el centro histórico de la ciudad hubo poco movimiento. En la Plaza San Martín, frente a la Catedral, se interrogó a los vecinos sobre qué hacían fuera de sus casas y se los intimaba a volver a sus barrios.

Para Graciela, que atiende un mercadito multirrubro en Avenida Colón al 5900, “la gente tiene más miedo de quedarse sin comer, que al virus ése – le dijo a este diario-. Compran como en Navidad. Hay más miedo al hambre que a otra cosa».

Analía, una mujer maciza escucha y aporta sus miedos: “Yo sí le tengo miedo al bicho… Soy grande, pasé los cincuenta y pico. Pero estoy mal por el trabajo… Limpio casas, cuido chicos y ahora por todo esto mis jefas me pidieron que no fuera… ¿Y si dura mucho qué voy a comer, cómo voy a pagar la luz?

Mientras que desde las redes los usuarios piden que se liberen los servicios básicos: luz, gas, agua, teléfonos y alquileres. Los que apenas sobreviven de propinas, van un paso más allá: “Yo desayuno y como en mi lugar de trabajo. Cuido autos en una lomitería -cuenta Mariela, los dientes de conejo en una cara ajada por el sol de años a la intemperie-. ¿Te imaginás? Ahora está cerrada. No vendrá gente a comer a las mesas y no hay autos… Ni una sopa me puedo hacer. Espero que esto no dure mucho. ¿Si tengo miedo a enfermarme? Y… un poco sí. Pero hemos pasado por tantas…”.
En las cárceles, el tic tac de la bomba de tiempo por la angustia de los presos, dio una muestra ayer, cuando en uno de los pabellones de Bouwer hubo un conato de rebelión que fue sofocado. 

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Por otra parte, la comunicación entre los familiares y amigos pasa casi exclusivamente por Internet y las redes. Desde el lunes y a pesar de que hay más tiempo para ver Netflix, la angustia por lo que está sucediendo especialmente en Italia y España, donde la mayoría tiene familia y conocidos, se lleva gran parte de la energía y el tiempo a través de los celulares. Abundan también los memes que recomiendan, vaticinan, (des)informan, amedrentan o pecan de apocalípticos, como algunos conductores de radios locales que hasta parecen alcanzar cierto disfrute ante perspectivas de espanto.

En el paso crucial de los próximos diez días, el humor puede ayudar a mitigar la incertidumbre. Por la mañana y en las redes, con letras blancas sobre un fondo negro, un cordobés inauguró el primer día de la cuarentena con uno cortito y al pié: “Ya encontraron al chabón que se comió el murciélago en China, se llama Ku Liao” escribió, planteando su propia hipótesis y hasta el nombre del culpable.

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