Los carabineros reprimieron con camiones hidrantes y gases lacrimógenos. la calle está en disputa cada día desde el 18 de octubre pasado. Los carabineros decoran la avenida Alameda con sus uniformes verde olivo. Agazapados o desafiantes, esperan la orden de reprimir. 

En Chile lo que está en discusión es quién ocupa la calle y establece condiciones sobre ella. Los argentinos conocemos el tema de sobra. La diferencia es que acá la calle está en disputa cada día desde el 18 de octubre pasado. Los carabineros decoran la avenida Alameda con sus uniformes verde olivo. Agazapados o desafiantes, esperan la orden de reprimir o replegarse hacia unos colectivos estacionados a prudente distancia de los incidentes. Este 9M, día de la Huelga General Feminista, las mujeres marcharon hacia la Plaza de la Dignidad. No eran cientos de miles como el domingo, pero sí unas cuantas que dijeron presente. Suficiente como para que los carros hidrantes y los gases lacrimógenos actuaran como disuasivo.

En la esquina de Amunátegui y Bernardo O’Higgins hubo algunos intercambios de piedrazos y chorros de agua a escasos pasos de La Moneda. Mientras tanto los transeúntes caminaban alrededor o buscaban un lugar para el almuerzo. Había terminado la convocatoria a concentrarse y algunas jóvenes intentaban reorganizarse para no perder presencia en la calle, el territorio donde se dirime el conflicto social.

“Las feministas no soltamos la calle” dicen en su boletín La Primera que se reparte en unas treinta estaciones del Metro. Si no son más es porque varias están cerradas o fueron incendiadas desde que escalaron las protestas contra el estado patriarcal y el gobierno de Sebastián Piñera. Militantes de la Coordinadora 8M y en especial de la brigada Laura Rodig -se llama así en honor a una pintora y artista plástica chilena, pionera del feminismo fallecida en 1972 – explican sus demandas de género. No son las únicas ni todas santiaguinas. Otras mujeres como ellas se movilizaron en las ciudades de Valparaíso, Iquique, Antofagasta, Talca, La Calera y Valdivia.

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Todas, desde esta capital hacia el norte y el sur, pusieron en jaque la institucionalidad como la conciben los principales partidos del sistema. Están animadas por la movilización desbordante del 8M, que a 24 horas de producida, no deja de generar balances con superávit. Las casi dos millones de asistentes a esa marcha marcaron un hito mundial. The Guardian, el periódico inglés, destacó el hecho como inédito. Citada por El Mostrador, un sitio digital crítico del gobierno, la directora de la prestigiosa fundación Nodo XXI, Daniela López, definió lo que pasó el domingo: “Fue un 8M distinto, que se encuadra dentro del 18 de octubre. Es el movimiento feminista que pega un salto político muy importante que viene de un ciclo de lucha desde el 2016 y toma un carácter estructural”.

Piñera intentó opacar la marcha del 8M pero fracasó en su puesta en escena. A la misma hora en que cientos de miles de mujeres empezaban a caminar por la Alameda difundió dos anuncios en la Moneda: sus proyectos de ley para monitorear por un mecanismo telemático la violencia intrafamiliar y la incorporación al Boletín de Informaciones Comerciales de los deudores de la cuota alimentaria. Rodeado de mujeres en una estudiada escenografía ubicada en el patio del palacio presidencial, entre ellas su propia esposa y ministras de su gabinete, aportó el dato de que “el 84% de los demandados y obligados al pago de la pensión de alimentos, no la pagan, lo que causa un grave daño a más de 70 mil niños en nuestro país”.

Las mujeres que sufren sus políticas no le creen. Mientras tomaban las calles de casi todo el país, le dedicaron frases de despedida como “Fuera Piñera” o el ya clásico “Que muera Piñera pero no mi compañera”. Después de la enésima marcha en que despertó Chile hace casi cinco meses, se prometieron que seguirían marchando o haciendo cacerolazos en las barriadas humildes de Puente Alto, La Pintana o Pudahuel y también en el centro histórico militarizado por los carabineros. No parecen tener miedo en ese escenario represivo. Al contrario. No quieren abandonar las calles ni regalárselas al gobierno.

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