Con la «Kermese del día después», un título que se posiciona a favor de la campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, el Museo del Libro y de la Lengua reabrirá sus puertas el próximo martes para desplegar una oferta diversa que según su directora, la escritora María Moreno, «dará lugar al feminismo articulado con otras luchas emancipatorias», pero sin intención de convertir al espacio «en un decálogo progresista».

Afinar la puntería para derribar una lata que dice «patriarcado», «travestofobia» o «racismo», pinchar simbólicamente a la globalización, consultar el provenir a través de una ruleta que porta la imagen de la fallecida activista trans Lohana Berkins: en clave lúdica, quienes el martes a partir de las 18 visiten el subsuelo o primer y segundo piso del espacio fundado en 2011 por el sociólogo Horacio González, se asomarán a una agenda provocativa pero elocuente de las tensiones que por estos días ganan la calle y las redes sociales.

«La idea de la kermese es hacer algo que tiene un elemento fuerte popular, quizá algo infantil, algo ingenuo, pero al mismo tiempo elegir este acontecimiento tiene que ver con poner en juego algo que hace el feminismo actual, que es trabajar contra las militancias tristes. En el feminismo actual se baila, se canta, se bebe, y a pesar de que nos llaman feminazis no tenemos ningún muerto», explicó María Moreno.

La irreverencia de la propuesta comienza ya con el título, que hace referencia a que la actividad se hará un día después del paro nacional de mujeres -en alusión al 8M que este año fue convocado para el día 9 porque el 8 cae domingo-, pero también a «la pastilla del día después», como se conoce popularmente a la píldora abortiva llamada Misoprostol: «hay una especie de promoción subliminal del aborto libre y gratuito, del que ya hay un proyecto en marcha», destaca la periodista y ensayista.

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Su llegada a la función pública

Es antojadizo suponer que si una figura que durante décadas estuvo asociada a la contracultura y a los disruptivo se convierte en funcionaria, su discurso o su agenda temática van a cambiar drásticamente para perderse en el molde de la corrección política, mucho menos si es el caso de Moreno, batalladora incansable del feminismo y emblema de las disidencias sexuales desde mucho antes que estas cuestiones inundaran la agenda social.

«Se sospechaba de mí no? Pensaban que iba a decir que no… no sé por qué se corrió esa bola -ironizó esta tarde acerca de su nombramiento la autora de «Black Out» en un encuentro reducido con periodistas- Quizá la palabra ‘funcionario’ tiene mala prensa porque se piensa en funcionario como alguien que cede su libertad para obedecer a determinada ideología o a una posición subordinada. Yo pienso que ser funcionario es justamente comprometer la libertad en un proyecto colectivo y me parece que eso es valiosísimo», apuntó.

El proyecto para el Museo

Moreno llegó hace cerca de un mes al Museo del Libro y la Lengua -que funciona contiguamente y depende de la Biblioteca Nacional- para poner en marcha un circuito de ideas que recoge parte de sus marcas personales y al mismo tiempo pretende dar cuenta, con efecto amplificador, de las tensiones y debates que cruzan la escena contemporánea, como la cuestión del lenguaje inclusivo, que promete incorporar como uno de los ejes del espacio sin dejar de aclarar que la denominación no la convence y que prefiere hablar de «lenguaje plurinacional».

«Se le va a dar mucha bolilla al tema del lenguaje inclusivo, aunque la palabra inclusivo me molesta porque parece que se incluye desde una autoridad, que se autoelige a quién se le da el pasaporte y a quién se le baja la barrera. Por eso habíamos pensado en una lengua nacional, sin aduanas ni peaje. Ese sería para mí la consigna. Esta inclusión debería tener que ver con las lenguas de los pueblos originarios, de las sucesivas inmigraciones, de los jóvenes que se dice que hablan con términos precario… en ese sentido no hay un plan y no tener un plan fijo no lo asocio a la improvisación sino a la apertura a nuevas voces», adelantó.

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«Queremos dar lugar al feminismo que está articulado con otras luchas emancipatorias: ni feminismo de estado ni feminismo de mercado -puntualizó-. Las polémicas van a tener lugar en este espacio, no entre opuestos pero sí donde haya fricción porque no se trata de predicar a los ya convertidos. Además ya no estamos hablando del feminismo de los 60 que era un poco era sectorial: el cuerpo ya no es aquel cuerpo que se enunciaba como ‘yo soy mía’. Hoy es un cuerpo colectivo que implica sexo, salud, alimento y alegría».

A continuación, Moreno aclaró: «No queremos correr el peligro de que el Museo se transforme en un decálogo del progresismo.

Hay que pensar cómo articular las inclusiones con las demandas concretas de los grupos activistas».

Reconstrucción

La autora de «Oración» y «Banco a la sombra» se encargó de remarcar también que el espacio donde funciona el Museo se encuentra en plena reconstrucción, ya que fue “abandonado en términos criminales por la gestión anterior”, según precisó a poco de asumir el escritor Juan Sasturain, nuevo director de la Biblioteca Nacional.

«La palabra adecuada quizá es recuperación, restitución o reparación del espacio en toda su soberanía -señaló Moreno-. Durante la gestión anterior el museo pasó a ser una sala más de la Biblioteca Nacional y se destruyó la colección permanente que era justamente sobre la lengua americana. Macri hizo un museo de la devastación simbólica pero además tuvimos el tema del agua: que se inundara la sala David Viñas es interesante. Viñas fue un intelectual crítico, y esos fueron justamente los enemigos para el macrismo en nombre del modelo filosófico de Alejandro Rozitchner», disparó.

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Otras actividades

En paralelo a la kermese, las actividades que arrancan el martes incluirán el ciclo «Canilla libre de poesía» que promete dos horas de poesia corrida con la intervención de 40 poetas que leerán en el jardin y la exposición «Mareadas en la marea: diario de una revolución feminista», con la curaduría de Fernanda Laguna y Cecilia Palmeiro, además de un recital de la cantante Paula Maffia y «Generotrix», una iniciativa curada por Laura Arnés que incluye obras de artistas visuales que trabajan de forma cruzada con la fotografia, el arte plástico y la lengua.

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