SAN PABLO.- Una semana después de la visita de Felipe Solá a Brasilia, en una misión elogiada hasta por el propio presidente Jair Bolsonaro, el gobierno brasileño se vuelve a develar con una duda casi existencial acerca de su relación con la Casa Rosada. “Precisamos entender cuáles son las intenciones de las nuevas autoridades argentinas de compartir el camino con nosotros”, dijo esta mañana el secretario de Comercio Exterior y Relaciones Internacionales, Marcos Troyjo, un funcionario clave del área económica del gobierno brasileño, drante una larga exposición, en la sede paulista del banco BTG Pactual, donde convergieron CEOs brasileños y multinacionales con el mundo político.

Reveló luego en directa referencia al gobierno de Cambiemos: “Hicimos un trabajo que iba por un muy buen camino el año pasado, con una visión del mundo coincidente entre la Casa Rosada y el Palacio del Planalto, bajo la presidencia de Mauricio Macri”. Con este gobierno, dijo, “tratamos de lidiar de una manera muy pragmática, por cuenta de los intereses de Brasil”, pero admitió que en ese camino se encontraron con obstáculos.

Según enumeró Troyjo, uno de los principales escollos se llama “modernización arancelaria del Mercosur”. Lejos de ser un tema técnico, como pareciera, esa definición adquirió un enorme voltaje político. Remite a la confrontación de dos modelos al parecer antagónicos, como son el de la sustitución de importaciones vía mercado interno vs. la apertura e integración al mundo.

Con todo, el secretario juzgó que puede haber una aproximación entre los dos socios. “La semana pasada estuvo con nosotros en Brasilia el canciller de Argentina, Felipe Solá. Sentimos una predisposición positiva en ese movimiento de modernización arancelaria”. Esta iniciativa significaría reducir, en el tiempo, la protección a las producciones domésticas frente a importaciones desde terceros países. Las dificultades, dijo, no irán sin embargo a traducirse en un movimiento de salida de Brasil del bloque sureño, por “el costo político” que eso implicaría.

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En su visión, fue clave para avanzar en esa “renovación” del bloque el acuerdo firmado con la Unión Europea. Y es allí donde crece la incertidumbre. El secretario, que entre sus títulos exhibe el de formar parte del Consejo Consultivo del Foro Económico Mundial (Davos), no sabe qué hará la Argentina con ese tratado.

La ansiedad del gobierno brasileño en este tema se basa en las “demoras” por parte de la Casa Rosada en firmar “la versión traducida y jurídicamente revisada” del contrato con los europeos. “Sólo una vez que se cumpla ese trámite podremos establecer convenios bilaterales con los países de la UE. Esto significa implica poner la firma en la revisión jurídica final del acuerdo y su traducción”. El ministro Solá prometió, ante las autoridades brasileñas, que estará concretado en seis meses.

El funcionario brasileño continuó en su exposición: “Una vez hecho ese trámite, el acuerdo se remite a los países europeos y del Mercosur. En ese contexto, supongamos que la Argentina no quiere todavía colocar el reloj de arena a funcionar: es decir, no manda el tratado al Congreso. En ese caso, no habrá problemas porque automáticamente entra en vigor lo que está establecido en el acuerdo, una vez ratificado por el Parlamento Europeo”.

¿Por qué Brasil le adjudica tanta importancia a esa alianza transatlántica? Troyjo lo sintetizó de la siguiente manera: “El compromiso Mercosur-UE es el mayor acuerdo de la economía mundial. Fui uno de los negociadores jefe de ese proceso. Y recuerdo bien cuando una colega de la UE me dijo que habíamos hecho en 6 meses más avances que en los 20 años precedentes de negociación”.

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Claro que no es sólo eso lo que rescató el funcionario, para quien este pacto “permitió actualizar el concepto de apertura comercial. Hoy, la apertura comercial no es apenas la reducción de aranceles y el desarmado de cuotas de importación. Para Brasil puso en marcha unos efectos de espejo muy positivos. Nos permitió, por ejemplo, pavimentar el camino para que el comercio de automotores sea de todo el Mercosur, con la inclusión de Paraguay”. Subrayó la importancia que su gobierno le da ese sector: “Representa el 45% de todo el comercio de Brasil con América Latina”.

El tratado tuvo otros efectos adicionales. “Conseguimos también, gracias a esos cambios de concepción, el apoyo de Estados Unidos para entrar en la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE)”. A juicio del secretario, esto conduce al aumento de inversiones en Brasil: “Los grandes inversores internacionales hoy no sólo privilegian las grandes calificadoras de riesgo a la hora de decidir el destino de sus capitales. Miran con especial atención a los países que están en la OCDE. De tal suerte, abrimos la llave del cofre que nos dará acceso a fuentes de liquidez que no teníamos”.

“¿Cómo haremos para convergir con la OCDE si nuestro arancel medio es de 16% cuando los integrantes de la organización tienen en promedio una protección de 2%?”, le preguntó Eduardo Guardia, ex ministro de Hacienda brasileño en 2018.

“Nos guste o no, formamos parte de una Unión Aduanera -contestó Troyjo-. Nuestro gobierno no encontró el mundo que le gustaba sino el que existe en la realidad. Si queremos hacer un movimiento dramático de reducción de los aranceles nos queda un camino: abandonar la unión aduanera. Pero eso precisaría de una aprobación del Congreso Nacional. Y ahí se plantea un interrogante estratégico: ¿estaríamos dispuestos a usar nuestro capital político para eso, en una coyuntura en que bajo el paraguas del Mercosur hicimos el mayor acuerdo comercial de la historia?”.

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