Fiel a las ideas de Lenin de que la escuela debería “educar y preparar a los miembros de la sociedad comunista”, la revolución de Fidel Castro utilizó la educación como instrumento para construir la nueva sociedad, y para desarrollar al hombre socialista. Armando Hart, secretario de organización del partido, explicó que el objetivo de la educación socialista era “la formación ideológica, científica y técnica de generaciones enteras capaces de construir activamente el socialismo y el comunismo”.

La tarea de enseñar y la lucha ideológica están íntimamente relacionadas”, enfatizó. “Es necesario educar al hombre contra la ideología individualista e inculcarle los métodos de trabajo derivados del concepto marxista-leninista”.

La creación del nuevo hombre requirió un cambio en los valores y actitudes de la mayoría de los cubanos. La lealtad tuvo que ser transferida de la familia a la patria. La influencia vacilante de la Iglesia tuvo que ser eliminada por completo. La aversión de los cubanos al trabajo manual, junto con la tradición de que el lugar de las mujeres estaba en el hogar, tuvo que ser erradicada. La creencia de que los eventos fueron determinados por la naturaleza tuvo que ser transformada. Y finalmente, la orientación hacia el presente tuvo que modificarse.

El nuevo hombre y la nueva sociedad imaginados por Castro y su régimen tendrían que ser significativamente diferentes. La devoción a la causa del comunismo y el amor a la patria prevalecerían. El hombre trabajaría conscientemente por el bienestar de la sociedad. Cada uno funcionaría para todos y todos para cada uno. El interés colectivo reemplazaría al individual. Los prejuicios raciales serían eliminados. La honestidad y la veracidad guiarían la vida de todos. A los jóvenes se les enseñaría a respetar y admirar a los líderes del partido, especialmente a Fidel, y a obedecer la disciplina de la ideología. Predominaría la alta conciencia del deber social.

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La nueva moral socialista conservaría las características desarrolladas por el Ejército Rebelde de Castro mientras luchaba en las montañas contra Batista. Estas incluían abnegación, un espíritu de sacrificio, coraje y disciplina. Hablando con una clase de maestros graduados y después de enfatizar que el comunismo no era solo una cuestión de desarrollar riqueza material, sino también de desarrollar conciencia humana, Fidel describió el tipo de hombre que su régimen propuso crear: «Vamos a criar seres humanos desprovistos de egoísmo, carente de defectos del pasado, seres humanos con un sentido colectivo de esfuerzo, un sentido colectivo de fuerza «.

La nueva sociedad sería abundante en riqueza material. Pero el hombre estaría menos preocupado por obtener bienes materiales para sí mismo. Preferiría producir para toda la sociedad. “Desde una edad temprana”, explicó Fidel, “los niños deben ser desanimados de todo sentimiento egoísta en el disfrute de cosas materiales, como el sentido de propiedad individual, y deben ser alentados hacia el mayor esfuerzo común y el espíritu de cooperación”. No solo la sociedad será abundante en riqueza material, sino que el dinero se eliminaría. En un discurso ante la asociación de pequeños agricultores, Castro explicó su sueño: “… llegará el día en que el dinero no tendrá valor. El dinero es un vil intermediario entre el hombre y los productos que el hombre crea«.

No solo se eliminaría el dinero, sino también otros incentivos materiales. Recordando la predicación del Che Guevara acerca de la superioridad de los incentivos morales sobre los materiales, una editorial del periódico oficial del Partido Comunista de Cuba arremetió contra el “economismo”, al que describió como “la tendencia a considerar que los hombres producían más y mejor a medida que recibían más y mejor”. La nueva ideología comunista, explicó el editorial, no se impondrá a través de charlas, orientación o reuniones, sino a través de un esfuerzo gigantesco para organizar la actividad productiva, social, educativa y cultural del pueblo cubano.

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En asuntos exteriores, las masas cubanas tendrían que oponerse irreconciliablemente a los enemigos de la patria, especialmente a los Estados Unidos. Los cubanos mostrarían solidaridad con los pueblos de los países en desarrollo, del campo socialista y, en particular, de América Latina, así como la amistad y la hermandad hacia los pueblos de la Unión Soviética. Un periodista estadounidense que visitaba Cuba se sorprendió por la campaña de odio contra Estados Unidos. “Lo más triste de la revolución cubana”, escribió James Reston, “es que está enseñando odio y violencia a los jóvenes. Una notable nueva generación de cubanos, más alfabetizados y disciplinados que ningún otro, está siendo adoctrinada sistemáticamente con la idea de que Estados Unidos es la encarnación de todo lo que es estrecho, egoísta y malvado en el mundo de hoy”.

Todos estos sueños colapsaron en la realidad de un mundo difícil. Después de 60 años, la Revolución se ha convertido en una pesadilla de miseria, represión y migración. Un tercio de los cubanos ha abandonado la isla. Los que se quedaron sufrieron años de opresión y pobreza. Cuba es hoy un país en ruinas con pocas esperanzas para el futuro. El nuevo hombre roba a las empresas estatales, trabaja poco, sufre en silencio y espera la oportunidad de escapar a los Estados Unidos. El Partido Comunista y los militares aún manejan el país con el puño de hierro y se aferran al poder con la esperanza de la autoconservación. Todos saben que la revolución ha fallado, y todos los viejos sueños se han convertido en una realidad triste y aterradora.

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