La última vez que Justin Bieber lanzó un álbum (“Purpose”, en 2015, hace tres vidas) se encontraba pesaroso y arrepentido. Poco después de unos años de desintegración pública, se había vuelto humilde o deseaba que así pareciera: un chico al que se le había entregado el mundo se vio obligado a rechazar a la persona que la fama lo había orillado a ser, cantando suaves canciones de disculpa.

Resultó que él también era prisionero de ese arrepentimiento. Cuando salió de gira al año siguiente, se presentó en estadios frente a multitudes de fanáticos que gritaban mientras lo veían colgando dentro de una caja de polimetilmetacrilato, como un prisionero real que recreaba su trauma en tiempo real. Abandonó la gira antes de que terminara pues se había quedado sin energía.

Aunque eso sucedió hace apenas cinco años, el ecosistema de un pujante ícono del pop era muy distinto. Actualmente, los artistas y las tendencias surgen del internet en sus propios términos y aparecen de formas inesperadas, pero no hace mucho tiempo, la fama era un orden descendente, claustrofóbico y parecía no tener salida. Bieber se condenó cuando cedió ante el sistema y también cuando se rebeló en su contra.

Entonces tomó la única decisión razonable: desaparecer. Esto no fue poca cosa puesto que había vivido en las fauces hambrientas de la histeria de los tabloides y la obsesión adolescente desde que tenía 12 años aproximadamente. En los últimos tres años, Bieber ha lanzado más o menos una docena de canciones en total (aunque claro, una de ellas fue el remix de “Despacito”); no ha salido de gira. En realidad, la música pop nunca lo remplazó, pero sí adoptó nuevas aportaciones y siguió avanzando.

Aunque Bieber básicamente había abandonado los reflectores, no se hizo menos famoso. Con 127 millones de seguidores, es el músico varón más famoso de Instagram. Es tan famoso como la taquigrafía global, conocido incluso por el tipo de personas que se enorgullecen de desconocer la cultura pop. En este momento, Bieber es el último de una clase de artistas blancos del pop cercano al Rhythm and Blues, un huracán que induce a la locura cuyo poder es mucho mayor que el arte que él crea. Ese tipo de fervor no se desvanece; simplemente hiberna.

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Eso significa que el Justin Bieber que ha estado regresando poco a poco a la vida pública en los meses recientes tiene un público expectante, incluso si él no está locamente interesado en conquistarlo. Ahora tiene 25 años, está casado y parece estar tan despreocupado por avivar las llamas de la hiperfama como cualquier otra persona inherentemente famosa. La ubicuidad de sus primeros años ha sido remplazada por algo mucho más moderado. ¿Es posible ser una superestrella y también ocultarse?

Eso es lo que intenta hacer con “Changes”, su sinuoso, meditabundo e impresionante quinto disco de estudio y también con “Justin Bieber: Seasons” una serie documental de YouTube Originals dedicada a retratar el detrás de cámaras de su regreso. En ambos proyectos, Bieber se muestra reticente e incluso callado. No puede controlar la recepción tamaño Bieber con la que se encuentra siempre que hace cualquier cosa. No obstante, está seguro de que todo aquello que lleve la etiqueta: “Nuevo disco de Justin Bieber” será consumido eufóricamente por los fanáticos desesperados por saciar su sed.

En “Changes”, esto es una especie de obsequio. Desde el inicio de su carrera, cuando era un preadolescente cantando con voz chillona sus propias versiones de canciones en YouTube, Bieber ha mostrado una preferencia por el R&B. Ahí fue donde aprendió a moldear sus sílabas y a unirlas en garabatos muy bien definidos.

A lo largo de su carrera ha coqueteado con crear algo parecido al R&B, en especial cerca del año 2013, en la época de “Journals”, pero durante su último periodo bajo los reflectores pareció estarlo abandonando por la moda del momento, la música de baile electrónica pop (EDM, por su sigla en inglés), canciones cinéticas que no le exigían tener una gran voz, ni destreza artística.

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En “Changes”, finalmente reclama su derecho, perfeccionando un enfoque vocal que es relajante, suave, aunque quizá ligeramente indefinido, un punto medio entre el consuelo y la reticencia. Se trata de un álbum eficaz, y también deliberadamente humilde: Bieber se muestra congruente y confiado, y tampoco llama mucho la atención hacia su persona.

Esa modestia es una característica del primer sencillo del disco, “Yummy”, un ágil y sensual hechizo que, a pesar de sus letras en ocasiones ridículas, no derrama ni una gota de sudor. Aquí está Bieber atacando por ambos frentes: cantando en un susurro coqueto, pero sin forzar su voz más allá de su registro.

La versión de Bieber en R&B despliega un par de marcos musicales recurrentes. Hay tonadas reiteradas, como la tierna “Intentions”, la animada y extravagante “Running Over”, y otras, con sus débiles ecos de las antiguas producciones de Rodney Jerkins. En canciones como esta, Bieber logra lucirse ligeramente, pues su voz es como un adorno destellante. Luego están las cuasibaladas con guitarra… la extraordinaria y fluida “E.T.A.”, la canción ligeramente lenta que da título al disco y la extrañamente retorcida “That’s what love is”, en la que Bieber canta con intensidad incisiva.

Al elegir hacer música R&B, y una versión silente de eso, Bieber se retira de la carrera centrista del pop y se alinea con un estilo cercano a él que no siempre es bien recibido. De manera muy parecida al otro gran Justin de la música pop (Timberlake), Bieber acepta el R&B como un símbolo de buen gusto y tiene conciencia de ello como un distintivo de comodidad sin fronteras étnicas. No obstante, a diferencia de Timberlake, Bieber no está trabajando con arquitectos sónicos vanguardistas como Timbaland o The Neptunes, tomando decisiones que dan lugar a la aprobación de la crítica. Su enfoque es más como un libro de bolsillo producido en masa que una ficción literaria.

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No obstante, eso también subraya la reticencia que es el común denominador de esta época. El deseo de Bieber de evitar el escrutinio podría interpretarse como una especie de debilidad, pero también es una conclusión lógica para alguien que, en sus años de adolescencia y posteriores, fue uno de los famosos más analizados, juzgados y con frecuencia ridiculizados de todo el mundo. Ha sido famoso durante la mitad de sus 25 años. Los efectos son evidentes en la serie de diez episodios “Seasons”, en algunas partes de manera directa y en otras, implícita.

Los primeros episodios de “Seasons” tratan en general acerca del proceso de creación, pero los subsecuentes tratan de otra cosa por completo… son un retrato de cómo por poco no se logra la creación. “Para algunas personas levantarse de la cama por la mañana podría parecer fácil”, dijo Bieber, con la mano en la cabeza, “pero para mí ha sido muy difícil levantarme de la cama y sé que muchas personas se sienten igual. Así que solo quiero decirles que no están solas. Hay gente a la que le sucede lo mismo”.

*Copyright:c.2020 The New York Times Company

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