La exposición «Dinámicas para la existencia», que inauguró en el Centro Cultural Kirchner (CCK), reúne obras de seis artistas argentinos que indagan en el complejo vínculo entre el ser humano y el ambiente, a través de producciones de gran magnetismo visual que construyen escenarios, en su mayoría, distópicos.

Mateo Amaral, Juan Pablo Ferlat, Mariano Giraud, Gabriela Golder, Magdalena Molinari y Gabriel Rud despliegan sus creaciones a partir de diversos recursos artísticos, tecnológicos y científicos que les permiten evocar imaginarios propios, al construir, reformular y registrar paisajes disímiles a los que estamos habituados, algunos concebidos como futuros posibles.

«Máquina Golem» se titula la extensa serie de obras de Juan Pablo Ferlat (1979), concebida como un work in progress que, a partir de una impresora 3D -y un brazo robótico modificado-, realiza esculturas con cera virgen de abejas y petróleo crudo, un proceso creativo de resultados irrepetibles, donde el petróleo simboliza la matriz del capitalismo, mientras que la cera -resultado de la interacción entre miles de abejas- es el máximo ejemplo de inteligencia colectiva en la naturaleza.

«En la actualidad, el 75 por ciento de los alimentos que provienen del reino vegetal son polinizados por las abejas. El uso masivo de agrotóxicos y de redes inalámbricas aumenta la mortandad de las abejas año tras año. En este escenario la búsqueda de Inteligencia Artificial, de un Golem, es un acto de fe ciega en la tecnología, la esperanza supersticiosa de una civilización en vías de extinción», advierte el artista en diálogo con Télam.

El proyecto, «una meditación sobre la urgente necesidad de aprender modos sostenibles de cohabitar la Tierra», en palabras del artista, registra además procesos invisibles que esconde esta maquinaria, como por ejemplo los cambios de temperatura del material, los movimientos de los motores o la cantidad de tiempo empleado, que transforma en atractivos gráficos de visualización.

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¿Cómo era el imaginario del planeta tierra hace 400 millones de años?, se pregunta Mateo Amaral (1979), quien presenta la envolvente videoinstalación «Devonian Geometry», que sumerge al visitante en coloridos paisajes de un período prehistórico conocido como Devónico, en el cual las plantas comenzaron a colonizar la tierra, transformando la atmósfera de manera tal que fuera posible la vida animal que surgió después.

«Imaginé un mundo dominado por la conciencia vegetal, en un período en el que comenzaron a formarse los primeros bosques. Al pensar en la actualidad, donde nuestra actividad deja huellas geológicas ecológicas y atmosféricas, me resulta importante pensar en otros períodos en los que una especie generó cambios tan profundos en el planeta», detalla el artista a Télam sobre su trabajo en el que buscó imaginar «la tierra sin humanos».

La realidad virtual es protagonista en la obra de Mariano Giraud (1977) titulada «Anfibio», una serie de huevos de ñandú y avestruz intervenidos con dibujos de símbolos de fertilidad, que se exhiben sobre pedestales, como una suerte de ritual ancestral, y que se complementa una vez que el espectador se coloque los cascos de VR.

En esta experiencia individual, el visitante asiste a una suerte de rito ancestral donde seres de fantasía ofrendan huevos, invocando a la lluvia y la fertilidad, imágenes que el artista «esculpe» en realidad virtual, con los dos controles en sus manos, una labor que encuentra muy similar al modelado en arcilla pero que le permite «llegar a una forma mucho más precisa».

«Aunque trabaje con la última tecnología, mis obras tienen que ver con cuestiones primitivas, atávicas. Lo que ves en la experiencia virtual es como un ritual de renacimiento, algo que percibo como una constante en la cultura humana», explica Giraud.

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La artista Magdalena Molinari (1983) presenta una hipnótica instalación video-lumínica, «Dispositivo abstractivo: ciclo solar» que relaciona datos cromáticos del espacio con circuitos electrónicos, que invitan a una sinfonía visual -una serie de variaciones de luz- que representan los cambios del espectro de color del cielo diurno.

En un tiempo condensado de tres minutos, Molinari transforma los aparentes movimientos del sol alrededor de la tierra y los gradientes de luz coloreada que se despliegan en el cielo en materiales capaces de autonomizarse y analizarse como datos cromáticos organizados.

«La génesis de mi obra es una obsesión que tengo por la luz y sus propiedades físicas, en particular la luz natural. Hace dos años que trabajo sobre el cielo. Comencé trabajando con traducción de video a luz, filmaba entornos reales y luego decidí construir mi propio simulador, en donde se genera un cielo ideal», detalla.

En la videoinstalación «Tierra quemada», Gabriela Golder (1971) retrata el incendio del Cerro Mariposa en Valparaíso, Chile, en una secuencia de imágenes blanco y negro donde contrasta el canto de algunas aves, como símbolo de vitalidad, con la estética brumosa, imperceptible, que de repente se evidencia el humo del incendio y, por ende, la destrucción de la tierra.

En «Colonias», el artista Gabriel Rud (1979) reúne imágenes modeladas en tres dimensiones de manera virtual, que remiten a especies marinas, árboles ramificados, cuevas de cera, caracoles, cráneos, órganos, cráteres, rocas y fósiles.

«Estas obras hacen eje tanto en la tecnología como el medio ambiente, y principalmente en el vínculo de los seres humanos con ella. Además, dan cuenta de la versatilidad que la investigación artística ha logrado en este terreno, e invita a reflexionar acerca del comportamiento del ser humano en relación a su entorno», explica a Télam Guido Ignatti, artista e integrante del Area Artes Visuales del Centro Cultural Kirchner.

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La muestra «Dinámicas para la existencia» se podrá visitar hasta el 26 de abril, de miércoles a domingos de 13 a 20, en las salas 203, 204 y 205 del centro cultural, ubicado en Sarmiento 151, con entrada gratuita.

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