A raíz de los intentos de modificar las legislaciones locales en Mendoza y Chubut para habilitar la megaminería, investigadores del Conicet y de la Universidad de Buenos Aires difundieron un duro comunicado en el cual refutan los principales argumentos de quienes defienden este tipo actividad y llamaron al resto de la comunidad científica a sentar su posición para “fortalecer” el debate público.

El documento, firmado por varias decenas de especialistas, comienza por señalar que, a diferencia de la minería tradicional, la megaminería se encuentra prohibida en muchos países del mundo debido a que la utilización de sustancias químicas como el cianuro, el mercurio y el ácido sulfúrico -utilizadas para separar los metales preciosos de las rocas- generan “irreversibles efectos socio-ambientales”.

Sin embargo, los investigadores aseguran que en los medios de comunicación circulan “una serie de argumentos discutibles” esgrimidos por quienes apoyan la implementación de la megaminería.

Uno de estos argumentos afirma que esta actividad “bien hecha” puede no tener efectos dañinos en el medio ambiente y la salud pública. Al respecto, el documento explica que los desechos de los químicos utilizados para separar los metales preciosos de la roca son descartados en enormes piletas artificiales, llamados diques de cola, que en innumerables ocasiones han tenido filtraciones hacia las napas y los ríos. Situaciones como esta tuvieron lugar en la mina Veladero, en San Juan, en Minas Gerais, Brasil, y el Mar de Cortés, en México. A veces, incluso, las filtraciones comienzan después del cierre de la mina y de que las empresas se hayan retirado.

Los investigadores también explicaron que un solo emprendimiento de megaminería puede llegar a abarcar hasta mil hectáreas sólo para el área de mina –la que será completamente destruida-, llegando a remover hasta 300.000 toneladas de roca diarias, y empleando por día hasta 100 toneladas de explosivos, más de 100.000 litros de combustibles y decenas de toneladas de sustancias químicas de alta toxicidad.

En segundo lugar, el documento busca refutar a quienes aseguran que la megaminería genera desarrollo, empleo y diversificación de la economía regional.

Sobre este punto, detallaron que se trata de una actividad muy intensiva en capitales pero no así en mano de obra. “La generación de empleo es ínfima en relación al monto de las inversiones: en promedio, la megaminería sólo genera un puesto de trabajo por cada millón de dólares invertido”, argumentan.

Al mismo tiempo, explicaron que la megaminería tiende a “destruir empleo por sus impactos potencialmente negativos sobre otras actividades locales, como la agricultura, la ganadería y, el turismo, aumentando los niveles de pobreza local”.

“La explotación de minas y canteras aportó sólo el 2,95% del Valor Bruto de producción total en Argentina desde 2004 hasta 2018, siendo que la megaminería metalífera aportó apenas 0,49%, en comparación con el 6,95% de la ganadería, agricultura, caza y silvicultura (INDEC, 2019). En los últimos 23 años, el total de la minería (metalífera, no metalífera, y principalmente hidrocarburífera) ha generado sólo el 1,15% del empleo total, en comparación con el 5,9% de la ganadería, agricultura y silvicultura”, plantea el documento.

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Finalmente, los investigadores le responden a quienes aseguran que ellos no plantean alternativas de desarrollo local.

“Existen múltiples producciones alternativas a la megaminería, que ya funcionan o que tienen una alta potencialidad de desarrollarse, que no perjudican al medio ambiente ni a la sociedad y contribuyen a la diversificación productiva, como la vitivinicultura, la olivicultura, la fruticultura y el turismo. Estas producciones alternativas responden directamente a los intereses y posibilidades de acción de las poblaciones locales”, aseguran.

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