En su colección Otoño-Invierno 2020, Alessandro Michele de Gucci nos sorprendió, una vez más, con un homenaje a la historia de la moda. Las referencias son infinitas: desde aquel mítico desfile de Alexander McQueen en SS 2001, con sus modelos atrapadas en una caja de cristal, a convertir a sus estilistas en modelos como lo hizo Maison Margiela en SS 1998. Con una gran vitrina de exposición, el Bolero de Ravel de fondo y un escenario cargado de las personas de su atelier, Michele nos recordó que la moda siempre ha sido un trabajo colectivo. Levantó el velo sobre aquello que vemos y nos mostró a aquellas personas cuyo esfuerzo hacen de la fantasía, realidad.

Guiños religiosos psicodélicos con reminiscencias a “La montaña sagrada” del director chileno Alejandro Jodrowsky, prendas salidas de una novela de Alexandre Dumas con su exceso de fines de siglo XIX y otras con algunos detalles góticos del mismo período, sastrería setentosa, un poco de punk y una vibra escolar a lo Miuccia Prada, uniformes de todo tipo, grunge, maximalismo de los 80s pero también el de Marie-Antoinette, el verdadero museo de la moda.

Cierra la espectáculo la voz del director italiano Federico Fellini que habla de su equipo, tan capaz que está en grado de hacer un circo aún cuando se desmonta el circo y que sostiene que, al fin y al cabo, lo que el intentó hacer fue una declaración de amor al cine. Como Michele que, al abrir el mundo secreto de la moda al público, buscó reivindicarla por lo que es: arte y artesanía, para mirar y para usar, un cúmulo de experiencias y de vidas vividas, una parte fundamental de nuestra historia.

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Sin embargo, esta jornada de Fashion Week no fue solo Gucci (aunque haya logrado, nuevamente, robarse el show). Alberta Ferretti, la casa italiana que volvió a ganar popularidad recientemente, volvió a sus orígenes y presentó una colección inspirada en los años 70: colores ocres, gamuza y cuero, tie dye, denim, estampas psicodélicas y líneas amplias. Versátiles y divertidas, son prendas que gritan vacaciones aunque, por momentos, la referencia vintage se vaya de tono. Hacia la mitad del desfile transiciona en noche con vestidos con transparencias y calados en negro y en azul, muy fieles a sus colecciones pasadas. Los looks en blanco y negro, estilo safari chic, no eran necesarios.

Jil Sander, limpia y sobria, es siempre un respiro a los excesos de la Fashion Week: sastrería en colores neutros, algunos detalles de color abstractos y la preeminencia de lo geométrico recuerdan, por su despojo, a la naturaleza: una piedra mojada, un arrollo, musgo y arena. Oscilan entre la estructura de la recta y la fluidez de los pliegues, lo sintético y lo orgánico, un juego de sombras y colores y una fuerte herencia de sobriedad. Para Jil Sander la transgresión está en el detalle y en la construcción, su valor reside en lo ausente.

La italiana Nº21 mantiene su impronta de power woman para su aniversario y, como en su colección masculina, juega con la sastrería y la construcción y hace foco en su fortaleza: los sweaters. Hace algo valiente por su sencillez: diseña prendas que se prestan a ser usadas.

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