La normativa aprobada por el Congreso facilita la ciudadanía a inmigrantes irregulares de Pakistán, Bangladesh y Afganistán, pero excluye a los musulmanes.

Al menos 27 muertos y más de 200 heridos es el saldo de los enfrentamientos entre hindúes y musulmanes en la capital india de Nueva Delhi por la flamante ley de ciudadanía. En el inicio del conflicto, el lunes pasado, el jefe de gobierno del estado de Delhi, Arvind Kejriwal, le había pedido al gobierno central que decrete el toque de queda y el despliegue del ejército para prevenir incidentes. La ley aprobada por el Parlamento de la India facilita la nacionalidad para las minorías religiosas llegadas antes de 2015 desde Bangladesh, Pakistán o Afganistán, asumiendo que sufrieron persecución. Al no contemplarlos, los musulmanes creen que la ley es discriminatoria. Luego de varios días, el primer ministro indio Narendra Modi rompió el silencio y le rogó a los habitantes de Delhi que contribuyan a la «paz y armonía» del país. El comienzo de los incidentes coincidió con la primera visita oficial al país del presidente estadounidense, Donald Trump, que concluyó el martes.

La nueva normativa cristalizó el temor de los musulmanes a ser relegados a ciudadanos de segunda categoría, en un país en el que los hindúes representan al 80 por ciento de la población. La violencia se desencadenó cuando un grupo de manifestantes bloqueó la ruta principal del barrio de Jaffrabad, Delhi, como protesta contra la ley aprobada a fines de diciembre del año pasado por el Parlamento. «Cerramos la carretera durante dos días, pero llevamos protestando casi dos meses», explicó una de las mujeres que participaron de la protesta, oculta bajo un largo velo negro y que pidió el anonimato por miedo a represalias.

Hacia el norte se encuentran las áreas más afectadas por la violencia, donde ardieron decenas de tiendas y las calles fueron tomadas por turbas armadas con palos y pistolas. Los problemas más serios empezaron cuando Kapil Misra, líder de la formación nacionalista hindú Bharatiya Janata Party (BJP), organizó una manifestación a favor de la ley muy cerca de la protesta promusulmana de Jaffrabad, y pronunció un discurso incendiario.

«El líder del BJP Kapil Misra trató de llamar a la violencia y la policía no actuó contra los que estaban causando problemas», relató Rahu, un joven del barrio, sobre los inicios del conflicto. Los vecinos acusan a la formación gobernante del primer ministro, Narendra Modi, y al grupo extremista Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS) de desatar una verdadera masacre contra los musulmanes.

«La gente estaba cantando Jai Shri Ram («Gloria al Dios Ram»), no sabemos de dónde vinieron», dijo Rahu. Esa frase se ha convertido en el grito de guerra del nacionalismo hindú. Los vecinos de Nueva Delhi coinciden en denunciar la falta de acción de la policía a la hora de controlar las protestas, que tuvieron lugar al mismo tiempo en que llegaba al país el presidente estadounidense, Donald Trump, en el marco de una visita oficial de dos días. Como resultado de la gira oficial, Trump dijo que su país venderá helicópteros militares valuados en más de 3 mil millones de dólares a la India.

Los alcances de la ley

El Parlamento indio había dado luz verde en 2019 a la llamada ley de ciudadanía, una reforma legal que agiliza la nacionalidad de las minorías religiosas que llegaron antes de 2015 desde países como Bangladesh, Pakistán o Afganistán. La norma, tachada por sus detractores como una ley antimusulmana, es la última de una serie de medidas impulsadas por el gobierno liderado por Narendra Modi, un nacionalista hindú, en contra de esta comunidad.

Para Modi, la nueva legislación tiene como objetivo ayudar a los cristianos, sijes e hindúes que han sufrido persecución en tres países con mayoría de población musulmana. Esos grupos minoritarios, que durante años permanecieron sin derechos reconocidos en la India, tendrán ahora una vía automática para conseguir la nacionalidad.

Arvind Kejriwal, jefe de gobierno de Delhi, estado que incluye a la capital, consideró que la situación es «alarmante» y pidió desde un principio que el gobierno de Modi imponga el toque de queda y despliegue a los militares. «A pesar de sus esfuerzos, la policía no logra controlar la situación e restaurar la calma», manifestó Kejriwal. La seguridad en Delhi, territorio que dispone de un estatuto particular, es responsabilidad del gobierno central.

El primer ministro indio, Narendra Modi, finalmente rompió el silencio y dirigió un mensaje «pacifista» a los habitantes del territorio de Delhi: «La paz y la armonía son fundamentales para nuestro espíritu. Hago un llamamiento a mis hermanas y hermanos de Delhi para que mantengan la paz y la fraternidad en todo momento», dijo Modi, nacionalista hindú, en un mensaje difundido en su cuenta deTwitter. «Es importante que se restablezca la normalidad lo antes posible», agregó el primer ministro, intentando calmar las aguas, un objetivo que por el momento no ha podido cumplir.

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