La prensa hegemónica decidió no dar tregua y seguir adelante con su persistente “periodismo de guerra”. El nuevo gobierno recuperó la tradición kirchnerista de no traicionar a sus votantes y no hacer nada distinto a lo prometido. Ya dio un giro de 180 grados en el modelo económico.

Fue dicho muchas veces, no hay armisticios unilaterales. La prensa hegemónica decidió no dar tregua y seguir adelante con su persistente “periodismo de guerra”, según la definición inmortalizada por el fallecido columnista de Clarín Julio Blanck. Se trata del “pressfare” que durante la última década funcionó como el complemento indispensable del lawfare, la guerra jurídica para demonizar a los gobiernos populares, la ya reconocida táctica imperialista para debilitar a los gobernantes que no se subordinan cualquiera sea el lugar del planeta.

Sin embargo, Alberto Fernández parece creer que las gotas cotidianas de desinformación, fake news e instalación de una agenda falsa, no horadarán la piedra. Por eso asume que alcanza con su tarea diaria de explicar y explicar. Siguiendo sus palabras también cree que alcanza con tener razón.

Pero en el mundo real de la política, como seguramente sabe el Presidente, no existen ni la razón, ni la verdad, ni la justicia. Menos aun el triunfo final del bien. Lo que prima son las relaciones de poder. Y el poder del macrismo residual, mejor dicho el poder económico que fue tan bien representado por el macrismo y que no tiene nada de residual, se agazapa hoy en el pressfareLo hace a la espera del fin de una luna de miel que no respeta pero existe, ya que la imagen de Fernández no dejó de crecer desde su asunción.

La causa debe buscarse en que el nuevo gobierno recuperó la tradición kirchnerista de no traicionar a sus votantes y no hacer nada distinto a lo prometido. Además de haber nombrado un gabinete intachable tomó las medidas necesarias para poner dinero en el bolsillo de los trabajadores por múltiples vías. Desde los ingresos extraordinarios para jubilados, los aumentos por decretos para trabajadores privados y del sector público, los congelamientos de tarifas y combustibles, la baja en el precio de los medicamentos, los controles de precios y hasta la estabilidad cambiaria fueron en esta dirección.

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El gobierno logró lo que parecía imposible, parar la pelota cuando la economía amenazaba con marchar indefectiblemente a una burbuja hiperinflacionaria por el endeudamiento y la falta de divisas. Las restricciones cambiarias, pero también el paquete económico lograron aquietar las aguas y tranquilizar a “los mercados”.

Pero la luna de miel terminará al igual que los seis meses de congelamiento tarifario. La lucha por el poder, que en economía se expresa como la lucha por la determinación de los precios básicos –salarios, tarifas y dólar– se reanudará. Será entonces cuando la acumulación de desgaste motorizada por el poder mediático comenzará a cobrar valor y será más fácil exacerbar el descontento y las rencillas internas del Frente de Todos.

Nótese, por ejemplo, que a pesar del rotundo fracaso y el desastre de la administración macrista-radical, tanto en Nación como en la provincia de Buenos Aires, los responsables más visibles, Mauricio Macri y la enamorada María Eugenia Vidal, siguen siendo tratados con guantes de seda por los mismos medios que nunca dejaron de apoyarlos, no solamente por la pauta multimillonaria sino también por comunidad ideológica y de intereses. Es una de las formas de preparación de un potencial regreso.

Vidal dejó un desquicio de deuda en la provincia que obligó a la administración de Axel Kicillof a reprogramar vencimientos tan impagables como los dejados por Macri a nivel nacional. ¿Cómo titularon los medios hegemónicos? “El default de Kicillof de los bonos que emitió Daniel Scioli”. Al desmanejo macrista simplemente se lo hace desaparecer de escena.

Frente a cuentas provinciales desordenadas sólo hay dos opciones, reducir gastos destruyendo las funciones básicas del Estado o aumentar la recaudación, esto es así porque los estados provinciales tienen poco margen para la política monetaria, aunque es posible alguna operación de expansión a través del banco público. La recaudación puede mejorarse cobrándole a todos indiscriminadamente, a quienes menos tienen o a los más acomodados. La opción de Kicillof fue que la carga del mejoramiento de las cuentas públicas recaiga sobre los más acomodados. ¿Cómo titularon los medios hegemónicos? “El impuestazo de Kicillof”.

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Este tono será una constante con el gobernador bonaerense, una de las figuras del peronismo con máxima proyección de futuro para ocupar la presidencia. En tanto no representa los intereses de las clases dominantes locales y globales, el pressfare lo tendrá en la mira todo el tiempo. El personaje se les hará difícil, pero siempre habrá resquicios para el ataque y la deshonestidad intelectual.

A nivel nacional el panorama es similar. Actualizar las retenciones dentro del mismo marco que el FMI le obligó a fijar a la administración precedente, pero que el macrismo dejó licuar progresivamente por la vía de regularlas en un monto fijo en pesos, fue presentado como una “guerra” contra “el campo”, pues se sabe que cuando se trata de impuestos es difícil que el sector agroexportador no pique.

También se insiste en volver a desempolvar el cadáver del suicidado fiscal Nisman, al que la justicia consideró “asesinado” aunque no haya determinado ni culpables ni móvil. Ya es pólvora mojada, pero los medios no dejan de insistir sobre la memoria emotiva del 40 por ciento que votó al macrismo.

Finalmente la deshonestidad intelectual máxima, que también se publica a diario, es que el ajuste –sí, “el ajuste”– de Alberto Fernández “castiga a la clase media”. La idea sería que mientras a los más pobres se le aumentaron los ingresos a la clase media no se le dio nada. Otra mentira.

Para empezar la clase media también verá mejorados sus ingresos directa e indirectamente, tanto por la expansión de la demanda como por los congelamientos tarifarios. Luego, el dinero que se inyecta en la base de la pirámide sube hacia arriba no sólo dinamizando el comercio y los servicios, sino impulsando el crecimiento, la demanda de empleo y, en consecuencia, habilita el aumento general de la tasa de salarios. Nada puede haber peor para los sectores medios que los tres años de recesión sobre cuatro como ocurrió entre 2016 y 2019.

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Las pérdidas en el poder adquisitivo de los salarios y las caídas de ventas lo atestiguan. Las clases medias sólo prosperan en las economías que crecen. Y el crecimiento, en todo tiempo y lugar, depende de la expansión de la demanda. Lo mismo sucede con la inversión que no depende de cuestiones como la tasa de interés, sino de que se venda lo que se va a producir. Y en la economía local el consumo representa dos tercios de esa demanda.

El problema, entonces, no será el límite interno, sino el externo. Irónicamente al actual gobierno le tocará pagar la carísima campaña de casi 50 mil millones de dólares que el FMI le financió a la administración precedente. Y para ello deberá renegociar y quizá, aceptar condicionamientos.

Se temen rupturas, pero las rupturas no le convienen a nadie salvo a los fondos buitreA pesar de la experiencia histórica, el macrismo siguió colocando deuda en dólares bajo legislación de Nueva York. Hoy cerca de la mitad de la deuda se encuentra bajo esta legislación. De nada sirvió regalarles 15 mil millones de dólares a los fondos buitre con el apoyo mayoritario de ambas cámaras legislativas, los buitres pronto volverán a merodear sobre los papeles argentinos.

Por ahora la historia sigue abierta. La nueva administración ya dio un giro de 180 grados en el modelo económico. Resta saber cómo se sostendrá el nuevo rumbo

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