«No perder lo bueno, hacerlo mejor» dice la pintada en una pared por la avenida 18 de julio camino a la Plaza Cagancha. Y, la respuesta debajo: «nosotros podemos». Así conviven las consignas de la coalición de centro-izquierda Frente Amplio (FA), que gobierna Uruguay desde hace quince años, con la del Partido Nacional (Blanco) en alianza con otras formaciones de derecha y ultraderecha, horas antes del ballottage del domingo 24 de noviembre.

En la Plaza Cagancha, militantes frenteamplistas entregan volantes de la fórmula Daniel Martínez-Graciela Villar sin inmutarse por la presencia a unos pocos metros de un puestito opositor de la fórmula Luis Lacalle Pou-Beatriz Argimón. Del parlante de los blancos se escucha cumbia: primero Gilda, después Lia Crucet.

A esta segunda vuelta el ex senador Lacalle Pou, de 46 años, llega con ventaja frente al ex intendente de Montevideo, Martínez, de 62 años. Según los últimos sondeos, el candidato opositor obtiene entre 49 y 51,5 por ciento de intención de voto y su rival socialista cuenta con un apoyo de 43, 44, 5 por ciento.

La frase de José «Pepe» Mujica «las izquierdas en el mundo se dividen por las ideas y las derechas se juntan por intereses» sirve para entender el dato novedoso de esta contienda: el neoliberal Partido Colorado junto al ultraderechista Cabildo Abierto y dos formaciones minoritarias (Partido Independiente y Partido de la gente) se aliaron con los blancos en un «compromiso por el país» en el que prometen «hacer más con menos», reducir el déficit fiscal ( 4,9 por ciento del PIB) sin subir impuestos ni tarifas y combatir la inseguridad.

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Si Lacalle Pou se impone este domingo, pondrá fin a un proyecto de país de los últimos 15 años que mejoró, aunque con algunas limitaciones, los indicadores económicos. Así lo destacó el candidato oficialista Daniel Martínez  «Somos el país más igualitario de Latinoamérica; el salario real creció un 60 por ciento; la pobreza bajó del 34 por ciento al 8 por ciento; la indigencia del 4,5 al 0,1 por ciento, universalizamos el sistema de salud».

En un banco de Plaza Cagancha, que es como un retiro del movimiento de la calle central, Maicol Pereira dice que «la promesa de cambio de la oposición es un retroceso». Mate en mano, este trabajador en una empresa de limpieza, de 34 años, explica por qué vota al Frente Amplio. «En 15 años el salario creció siempre por encima de la inflación. La derecha quiere vender que estamos en crisis cuando es record la venta de autos 0km. No ves un ´cachilo´ (como llaman a los autos viejos)».

En este período de tres gobiernos del FA a partir del 2005 se crearon 300 mil puestos de trabajo, pero en los últimos años se perdieron 50 mil y hoy la tasa de desocupación es del 9 por ciento.

María José Vieitez, de 35 años, está desempleada desde hace más de un año. «Estoy enojada con el Frente Amplio pero le voy a dar el voto igual», dice, y agrega. «Lacalle Pou es un cheto, no sabe lo que cuesta un kilo de arroz».

Pasa haciendo propaganda con una bandera amarilla (de un sector de los blancos) un señor que se define «de centro». Eduardo Rodríguez, economista jubilado, dice que vota por «la unión de la oposición». «Voto por que el Estado no sea magnánimo, que dé libertad, que no obligue a la bancarización. Que no controle lo que comprás», concluye y entrega un volante.

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Una mujer pasa y al rechazarle el papel le dice: «no voto en contra de los trabajadores».

«No queremos que se venga Venezuela», le retruca Miriam Silva, madre y abuela de 6 niestos. «No quiero que mis nietos se vayan del país, dice esta militante del Partido Nacional y terapeuta con medicina natural.

El «fantasma del populismo» circula entre los que proclaman un cambio. «¿Sabes lo que acordaron Lula, Chávez y Fidel en el Foro de San Pablo?, se indigna Susana que teme decir el apellido. Y agrega esta jubilada, de 75 años. «Quiero vivir en democracia, sin comunismo».

El peligro Manini Ríos

De camino al hotel, un taxista y ex jugador de Racing de apellido Falero incomoda cuando dice «se va a terminar el recreo», retomando la frase de Guido Manini Ríos de que «hay que terminar el recreo de todo malandraje».

De las derechas aliadas, la que más preocupa es Cabildo Abierto, liderada por el excomandante en jefe del Ejército.  Manini Ríos fue destituido en marzo por Tabaré Vázquez por no haber denunciado la confesión del represor Nino Gavazzo de que arrojó al Río Negro el cuerpo del tupamaro Roberto Gomensoro, en 1973.

«Ya lo conocemos» dice el titulo del editorial de La Diaria repudiando que el electo senador rompiera la veda pidiendo a los militares que no voten al Frente Amplio. «Llama la atención que Manini Ríos decidiera avalar una idea que intentó refutar durante la campaña: la de que Cabildo Abierto es un partido militar», sostiene el diario sobre el video de Manini Ríos que circuló por estas horas en las redes sociales .

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En esa grabación dijo: «Vemos que aquellos que desde el gobierno han atacado sistemáticamente la institucion armada hoy les piden su voto. Son los mismos que hace tan solo un año aprobaron una ley de retiros que afectó principalmente a las jerarquías más bajas… Son los mismos que despectivamente llegaron a llamarlos ´carne con ojos»…. Manini Ríos se refería unas declaraciones por las que Mujica en su momento pidió disculpas.

Cabildo abierto consiguió once bancas en Diputados  y tres en el Senado: Lacalle Pou necesita de los legisladores de los partidos aliados para contar con mayoría parlamentaria. Guido Manini Ríos pone en cuestión la agenda de derechos que aprobó el Frente Amplio en estos 15 años como las leyes de legalización del aborto, marimonio igualitario y regulación del cannabis, entre otras.
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