Mauricio Macri parece no entender o en todo caso hacerse el desentendido con respecto a la derrota electoral. Que haya levantado el porcentaje en octubre no lo exime de haber sido el principal artífice de la caída. ¿Hasta dónde lo van a bancar sus socios políticos?

Tras el resultado de las PASO de agosto, en el que el Frente de Todos aventajó al oficialismo de Cambiemos por una abrumadora diferencia, todo indicaba al menos en las encuestas que lo que iba a suceder en octubre era la derrota definitiva de la coalición gobernante. Si en las Primarias había sido del 17%, se infería que en las Presidenciales de octubre la diferencia iba a ser mucho mayor. Las predicciones de las encuestadoras no se dieron ni en agosto ni en octubre.

Si bien tras esa primera derrota, la consigna esbozada por el oficialismo para las presidenciales fue el lograr achicar sustancialmente la diferencia para forzar una segunda vuelta, en los hechos se trató de evitar una caída estrepitosa para calificarla según sus propios dichos como una “derrota digna”. Macri no se iría entonces como un candidato vapuleado y perdedor aunque vale señalar que él es el primer mandatario de Latinoamérica que yendo por una reelección no alcanza a lograrla. La economía que es el punto más débil del gobierno si bien después de agosto quedó mucho más evidenciada no repercutió sustancialmente en el resultado final. Tanto el discurso oficialista como el de los grandes medios -que por otra parte son casi lo mismo- buscaron endilgarle al triunfo del Frente de Todos la responsabilidad por la suba del dólar y otros síntomas. Ante ese escenario el gobierno impulsó medidas que ellos mismos catalogan de “populistas” mientras que por otro lado generaron un estado de movilización de sus adeptos bajo el consabido eslogan de “Sí se puede”. No se puede decir que el 40% que alcanzó Juntos por el Cambio sea la expresión de esas movilizaciones aunque sí puede afirmarse que eso decantó bastante al voto de derecha. Mauricio Macri hoy pretende arrogarse ese guarismo aunque en la coalición gobernante no todos piensan igual.

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Tras las elecciones de octubre Mauricio Macri en una reunión con sus ministros dijo que no abandonará la actividad política. “Nunca me imaginé que iba a terminar de líder de la oposición” les señaló. Macri si se plantea como líder de la oposición por el hecho de haber logrado un 40% en primer lugar debiera definir en qué escenario lo irá a hacer. La mayoría que alcanzó Juntos por el Cambio en Diputados es un dato importante para el actual presidente pero no crucial para mantenerlo en un liderazgo que de hecho ya fue cuestionado por sus propios socios. De igual manera el triunfo obtenido en provincias como Mendoza o Córdoba.  Se puede liderar la oposición desde el Senado o la Cámara de Diputados pero muy distinto es hacerlo desde el llano ya que eso implica una articulación por hoy inexistente. En el primer caso se trata de liderazgos cerrados o corporativos mientras que conducir el abanico diverso de una fuerza opositora implica necesariamente de una organización política cohesionada inserta en la mayor cantidad de frentes posibles y en la que todos se referencian en una figura que unifica las partes y en la que se baja una línea que en general será aceptada por todas ellas. Uno de los principales frentes del oficialismo siempre tuvo como escenario a las redes sociales en la que un ejército de trolls se encargan de realizar diversas operaciones en las que se privilegia la manipulación además del insulto y el agravio con los que piensan diferente.

El futuro de la Grieta

El presidente electo Alberto Fernández entre otras cosas sostuvo que hay que terminar con esa división hoy existente entre los argentinos para proyectar un país a futuro. Sin dudas la práctica política supeditada a la existencia de la Grieta es un accionar cansador sujeto a mentiras y operaciones que de a poco se fue desgastando. Si el macrismo fue derrotado en las pasadas elecciones eso también tuvo que ver con ese desgaste, mientras que proyectar para ellos una política a futuro debiera prescindir de las típicas acciones propias a la guerra judicial y mediática con las que el actual gobierno viene insistiendo desde su inicio, además de desentenderse de sus propias responsabilidades y endilgárselas a la “pesada herencia” o al futuro gobierno. No son pocos los sectores que si bien son parte de la coalición oficialista, comenzaron a percatarse que con el negocio de la grieta ya no tenían futuro y se lo hicieron saber a Macri, reprochándole a su vez la tarea del jefe de gabinete Marcos Peña y la del asesor estrella Jaime Durán Barba. Es el caso de la derrotada gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, mientras que el jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta cada vez da más señales de autonomía.

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Mauricio Macri parece no entender o en todo caso hacerse el desentendido con respecto a la derrota electoral. Que haya levantado el porcentaje en octubre no lo exime de haber sido el principal artífice de la caída. Sus socios extrapartidarios , principalmente los radicales que siempre fueron ninguneados en las principales decisiones ya buscan una alternativa que prescinda de una jefatura para ellos ya perimida. Los ampara el haber ganado algunas provincias y contar con un aparato partidario que fue de suma importancia en el armado nacional de Cambiemos en 2015. Resulta así poco probable que la futura oposición no se fragmente.

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