Las universidades ofrecieron al equipo de Alberto Fernández su experiencia en la elaboración de alimentos sociales, así como en logística, software y otros desarrollos para colaborar con el proyecto para erradicar el hambre en Argentina.

Las universidades nacionales trabajan para sumarse al plan «Argentina contra el Hambre», que pondrá en marcha el próximo gobierno. En el marco del Consejo Interuniversitario Nacional, los rectores ya recibieron al diputado Daniel Arroyo –quien como ministro de Desarrollo Social estará a cargo del proyecto– y también comenzaron a presentar propuestas para participar del plan. En principio, está previsto que las universidades formen parte de un Consejo Federal abocado a la problemática, donde confluirán cámaras empresariales, sindicatos, organizaciones sociales, iglesias y personalidades interesadas.

La iniciativa lanzada por el presidente electo, Alberto Fernández, prevé la baja de precios a la canasta básica, la entrega de una Tarjeta Alimentaria para los sectores más vulnerables, acuerdos intersectoriales, y políticas de alimentos acordadas con cada provincia, entre otros puntos. Es en ese entramado que buscan sumarse las universidades. «Hay propuestas de trabajo que tienen que ver con lo organizacional, por ejemplo el desarollo de software que le permita a la gente en forma muy rápida identificar dónde se van a vender los alimentos y cuáles son sus precios», explicó el director general del CIN, Mario Lozano.

Las universidades de Quilmes, de Hurlingham, de José C. Paz y de Moreno presentaron un documento que propone grandes lineamientos orientados al abordaje de la problemática alimentaria a corto, mediano y largo plazo. Uno de los ejes es el mapeo de dispositivos de complementación alimentaria. «Con el fin de contribuir a la aplicación de políticas sociales asistenciales que intervengan sobre la emergencia alimentaria nos proponemos confeccionar un mapa de dispositivos estatales y de la sociedad civil que brinden asistencia alimentaria en los municipios del conurbano bonaerense», señala el documento presentado por los rectores.

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Otro eje es la producción de alimentos sociales. Aquí el objetivo es obtener uno o varios productos alimenticios con fines sociales. En la Universidad Nacional de Quilmes se elabora este tipo de productos desde el año 2002. «Nuestra universidad va a poner a disposición el Programa SuperSopa, brindando asesoramiento para la transferencia tecnológica de la planta a aquellos interesados en replicar el programa en diversos puntos del país», señaló el rector de la UnQui, Alejandro Villar.

Se trata de una «sopa concentrada», preparada sobre la base de hortalizas, carne vacuna como fuente de proteínas, aporte calórico en la forma de materias grasas y una base amilácea como el arroz.

Desde la Universidad Nacional de Luján (UNLu) destacaron el proyecto Yogurito, que consiste en incorporar a la dieta de chicos en edad escolar, especialmente en sectores sociales que presentan déficit nutricional o condiciones medioambientales desfavorables, un probiótico láctico desarrollado por el Cerela/Conicet, el lactobacillus rahmonosus CRL 1505, que se incorpora a un yogur, y cuyos efectos demostrados son  mejorar las defensas y proteger a los niños frente a posibles infecciones gastrointestinales y respiratorias, aumentando también la eficacia de los medicamentos antiparasitarios.

Desde la Universidad Nacional del Comahue, el rector Gustavo Crisafulli contó que la institución asistirá a productores de la economía familiar y también formará parte de un observatorio de políticas públicas que elaborará estadísticas sobre las mediciones de peso y talla de la población de cero a seis años.

El rector de la Universidad Nacional de Río Negro, Juan Carlos Del Bello, entregó un documento que describe las capacidades del Laboratorio de Propiedades Nutricionales. En ese sentido, expuso las características de la línea de producción para mezcla de alimentos en polvo y deshidratados que realiza la universidad; un desarrollo de barras nutricionales que utiliza como fuente de fibra los subproductos generados en las industrias agroalimentarias del Alto Valle. Asimismo, planteó la posibilidad de aprovechar la línea de producción de sidra para la molienda de frutas y verduras con las que se podrían elaborar jugos naturales de primera extracción.

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