El Frente de Todos ganó las elecciones presidenciales aunque por menos de lo que se esperaba. Axel Kicillof, gobernador electo de Buenos Aires, surge como una de las figuras jóvenes más fuertes del kirchnerismo. El nuevo escenario y, como siempre, la latencia de los quinta columnas.

Primero lo primero y principal: El Frente de Todos ganó las elecciones, Alberto Fernández es presidente electo y Mauricio Macri lo reconoció.

La diferencia fue menor a la esperada, calculada, ilusionada después de los resultados de las PASO.

Pero eso era también previsible, salvo en lo emocional.

Con las cartas – los números – de las primarias a la vista, la polarización de la elección en serio (la que sí existió, Mauricio) era un hecho: raje por un lado de votos de Lavagna, quizás del Centurión genocida Gómez y de Espert hacia Macri; y por el otro alguna desobediencia de la izquierdita parlamentario burguesa hacia el voto útil contra el modelo hambreador de Cambiemos.

En fin, ocho puntos de diferencia y ganar en primera vuelta no es poco, aunque se esperara más por eso de la contundencia que no se dio.

O sí, que el imbécil del Newman nunca ganó en primera vuelta.

Se puede pensar así: Si Macri hizo semejante desastre ganado por dos puntos en segunda vuelta, ¿por qué no se puede hacer lo contrario y más con esta ventaja?

Segundo lo segundo y secundario o no: A esta hora que se escribe no se tienen claras las bancas del Congreso pero sí que la realidad será también menos favorable que la esperada para el gobierno de Alberto Fernández.

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Habrá que negociar con una oposición mayor que la ilusionada y eso será durito.

Más durito aún si se piensa que se soñaban ratas en fuga y ahora hay enclaves resistentes.

De los quinta columnas se hablará después, por razones de organización de este texto, que ahora pasará a los actos.

Tercero lo tercero o el feliz reconocimiento: Juntos por el Cambio jugó la lógica frente al resultado y la jugó bien, a ganador.

 

Salió Larreta a la cancha y pudo hacer volar los globos y sonar las cumbias pedorras de siempre. Con veinte puntos de ventaja sobre Lammens y la reelección en prima volta, el Guasón puso el clima para lo que vendría.

Arrancaron bien, que de dibujar las cosas de lo que no son saben un montón.

Vidal salió después amorosa (hablo de tiempos, no de lugares) a reconocer que había perdido pero también escuchado y que estaría siempre al lado de todos, siempre que me voy pero no pero me voy y vuelvo. Grande Heidi, de verdad.

Y entonces sí Mauricio – que perdió a Michetti rodante en el camino – salió a la palestra con ocho puntos abajo pero unas cuarenta para cantar.

Y las cantó, que de casi segura rata en fuga pasó a ponerse en líder de dialogante y democrática oposición.

En fin, está por verse y no es el tema de esta nota.

Pero está.

Cuarto lo cuarto pero no de cuarta: En absoluto de cuarta lo de Axel Kicillof. De primera, diríamos los pibes de la plaza de Tolosa ante algo hermoso e impensado como la figurita difícil del álbum o una bolita japonesa de colores raros.

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Primero que nada por las cifras, porque Kicillof arrasó en la Provincia de Buenos Aires y superó en eso de los números a Alberto Fernández.

Pero eso no fue nada (en realidad muchísimo como base) si se piensa que desde ahí disparó su discurso en la sede (jamás diré el puto bunker) electoral del Frente de Todos.

Para este cronista dijo lo que se debía decir: la desmentida clara a las imposturas de Vidal y de Macri, la necesidad de producción, trabajo y educación. Salir de la miseria.

Y habló de campo popular, no de peronismo. Pensando lo del Frente en serio.

Y dijo que las recorridas de campaña con el Clío no fueron recorridas de campaña sino que seguirá yendo, estando…

Y lo dijo desde ahí, desde sus hechos, lo que produjo un efecto tan raro como maravilloso cuando se trata del discurso de un dirigente político: resultó terrenalmente creíble, cierto.

Anoche el gobernador electo Axel Kicillof se instaló como uno de los dirigentes políticos más importantes de la Argentina.

(Debo abrir necesario un paréntesis acá).

(Abro necesario paréntesis sobre Kicillof acá:

Anoche, mientras comíamos unos choris y solomillos regados con buenos vinos con unos amigos peronchos, escuchamos hablar a Axel por la tele, al lado de Cristina y de Alberto.

Cuando lo escuché se me ocurrió postear algo en el feisbuc.

Esto:

“¿No podemos hacer un cambio y mandarlo a Kicillof de presidente?”, escribí.

Era apenas un texto en contexto, un elogio para el próximo gobernador de la Provincia.

La cantidad de imbéciles que me contestaron: que no es el momento, que Cristina eligió a Alberto, que no te adelantes, que Axel tiene que aprender de CFK y no sé cuántas mierdas más me impresionó.

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Cuando la literalidad es tan masiva, la estupidez es epidemia.

Fin del paréntesis)

(Otro paréntesis, breve: la carita de Massita.

 

Hablaba Kicillof y la cara de Massa se transfiguraba.

Ojo que ahí, en ese sujeto, está el huevo de la serpiente.

Fin del breve segundo paréntesis)

Quinto lo quinto y CFK puso la quinta: Cristina sigue a años luz de cualquier dirigente político de la Argentina.

Lo sabe. Y como está a años luz sabe ponerse en el plano necesario, que puede ser un segundo plano.

Pero desde ahí habló fuerte de América Latina y también le dijo a Macri que no se hiciera el boludo, que lo que está pasando en la Argentina es su responsabilidad.

Y le dio pie a Alberto.

foto/Horacio Paone

Sexto lo sexto pero primero y último: Al final habló – como corresponde – Alberto Fernández, el presidente electo.

Habló como un presidente electo.

Se verá cómo actúa cuando sea presidente.

Cambio y fuera.

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