Los iraquíes salieron nuevamente a las calles cansados de un sistema político que no les da respuestas. En las jornadas de ayer se contabilizaron más de 40 muertos y 1.800 heridos.

Los iraquíes salieron nuevamente a las calles cansados de un sistema político que no les da respuestas. En las jornadas de ayer se contabilizaron más de 40 muertos y 1.800 heridos en Bagdad y el sur del país, según informaron organismos de derechos humanos. Hace poco más de dos semanas las primeras manifestaciones dejaron más de un centenar de muertos. Los manifestantes piden poner fin a la corrupción endémica, reforma constitucional y expresan su cansancio hacia los partidos políticos y grupos armados.

En Bagdad, las fuerzas de seguridad lanzaron bombas lacrimógenas y aturdidoras contra los manifestantes de la céntrica plaza Tahrir. En este lugar se dio la represión más cruenta, ya que la gente buscó cruzar el puente Al Yumhuriya, que une Tahrir con la fortificada Zona Verde. Allí tienen su sede el gobierno iraquí y la embajada de Estados Unidos. En el sur del país se registró el incendio de dos sedes de la gobernación y decenas de locales de partidos políticos y grupos armados. “Han pasado 16 años desde el fin de Sadam Husein y seguimos dónde estábamos; nada mejoró. El Gobierno nos engañó con promesas que no cumple”, declaró un manifestante al diario El País. A principios de octubre, más de 150 personas murieron en una semana, casi todas manifestantes que reclamaban la «caída del régimen». El movimiento se interrumpió, pero el jueves por la noche renació en la emblemática plaza Tahrir de Bagdad.

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Al menos la mitad de los 42 muertos perdieron la vida en los incendios o fueron alcanzados por las balas de la poderosa coalición de paramilitares, Fuerzas de Movilización Popular. Estos son unos de los principales aliados del Primer Ministro Adel Abdel Mahdi. Tres manifestantes murieron en la ciudad petrolera de Basora, en el extremo sur del país, que el pasado verano fue escenario de protestas igual de violentas. En aquel momento la situación volvió a la calma tras acuerdos en el Parlamento.

Este movimiento espontáneo es el primero de este tipo en Irak, un país rico en petróleo que adolece de una escasez crónica de electricidad y agua potable. El 20 por ciento de la población vive por debajo de la línea de pobreza. Como al comienzo de octubre, las convocatorias de manifestaciones afectan a la mayoría de las provincias del sur, chiitas y tribales, y no al norte y al oeste, de mayoría sunita y donde hace dos años se expulsó al grupo yihadista Estado Islámico. El turbulento líder chiita Moqtada Sadr amenazó con enviar a sus combatientes para proteger a los manifestantes, lo que despertó los temores ante una eventual escalada de la violencia.

En un discurso anoche a todo el país, el primer ministro de Irak prometió que la semana que viene hará cambios en su gabinete. Por su parte el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, denunció «violaciones sustanciales» de los derechos humanos por parte de las fuerzas de seguridad iraquíes durante las manifestaciones.

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