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Alcoholemia: muy pocos controles en el país

Después de los casos de alcoholemia de El Pepo y del conductor que atropelló al ciclista, los especialistas cuestionan la escasa cantidad de controles, la carencia de pipetas, y la necesidad de modificación de las leyes.

El vuelco que protagonizó el cantante de cumbia Rubén Darío «El Pepo» Castiñeiras el fin de semana, en el que murieron dos personas que lo acompañaban en la camioneta en la que se encontró alcohol, y el ciclista atropellado la semana pasada por un automovilista ebrio en el barrio de Agronomía, entre otros casos, desnudaron la escasez de controles de alcoholemia que se realizan en el país. Las cifras argentinas, unos 300.000 controles, 7 cada mil habitantes, se ubican muy lejos de los países exitosos en reducir la conducción alcoholizada como Francia, con 9.844.000 controles, 152 cada mil habitantes o España, 6.136.000 controles, 132 cada mil habitantes –datos del Consejo Europeo de Seguridad en el Transporte (ETSC)–. A esto se agregan situaciones en las que, como en la causa de «El Pepo», no se pueden hacer los test de alcoholemia porque no hay alcoholímetros disponibles.Además de los datos consignados, según el informe de ETSC, durante 2017, se realizaron en Suecia 1.297.000 controles, 130 cada mil habitantes; en Finlandia 1.535.000 controles, 279 cada mil habitantes, y en Austria 1.660.000 controles, 189 cada mil habitantes. Estos números, de países que han bajado la siniestralidad, contrastan fuertemente con los operativos de control que se implementan en el territorio nacional.

El 21 por ciento de los siniestros son por alcoholemia

En la Ciudad de Buenos Aires, según datos oficiales de la Secretaría de Transporte porteña, un 21 por ciento aproximadamente de los siniestros mortales que ocurren en la ciudad están vinculados al consumo de alcohol. En tanto los controles pasaron de 117.063 en 2016 a 202.220, en 2018. Mientras que este año, en el primer semestre, con un incremento de 31,5 por ciento respecto al mismo período anterior, se efectuaron 145.702.

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El titular del Observatorio Vial Latinoamericano (Ovilam), Fabián Pons, remarcó que «en Ciudad de Buenos Aires, que es donde más controles se realizan, los números por cantidad de habitantes sigue siendo muy bajos, cuando en países como Finlandia llegan a controlar el 30 por ciento de la población por año. Y los países nórdicos cuando quisieron bajar la siniestralidad llegaron al 60 por ciento».

En el mismo sentido, el titular de Luchemos por la vida, Alberto Silveira, remarcó que «no solo los controles son escasos o no se hacen sino que, además, los alcoholímetros faltan, o no están calibrados, o no tienen pipetas. Los operativos esporádicos no sirven, tienen que ser sostenidos en el tiempo. Controlar el fin de semana no es controlar, porque si bien el fin de semana puede ser mas dable a los excesos, por los boliches, es una estigmatización. Como si fuera sólo un problema de los jóvenes, cuando los adultos también toman».

«No había forma de conseguir una pipeta»

En el caso del siniestro en la ruta 63, que involucra a «El Pepo», la fiscal de Dolores, Verónica Raggio, dijo que no pudieron concretar el control de alcoholemia porque no contaban con alcoholímetros ni en Dolores ni en Chascomús. «Pedí que se buscara desde las 3 de la madrugada, en Las Armas, Maipú, General Guido, hasta Chascomús y no había. Se preguntó a la Agencia Nacional de Seguridad Vial. No había forma de conseguir una pipeta», dijo la fiscal a la prensa.

También el licenciado en Accidentología Vial Néstor Sebastián evaluó que los controles son exiguos y remarcó que «lo que hay es una sensación de que se puede circular sin ser controlado. Esto lleva a que la gente consuma alcohol en la seguridad de que no va a tener inconvenientes para regresar manejando después de tomar».

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Para el especialista, no sólo fallan los operativos de control sino las sanciones, como el sistema de scoring (quita de puntos por infracciones) que no está funcionando como amenaza para aquel que transgrede las normas viales. Y cómo la sociedad considera el consumo de alcohol, al que se incita a través de campañas publicitarias festivas.

Según Pons, además de sumar controles, se debería «cambiar la ley y hacer como se hizo en Chile. Cuando una personas tiene el doble de la cantidad de alcohol permitido no se considera contravención sino delito, la persona puede ir presa y se le retira la licencia al menos por un año. La cantidad permitida es 0,3 gramos por litro de sangre, y se considera ebriedad a partir de 0,8. Es decir, a los controles los tiene que acompañar la legislación para que sean efectivos», afirmó al mismo tiempo que consideró una «aberración técnica» y un efecto demagógico hablar de tolerancia cero para el consumo de alcohol en conductores.

«El cero absoluto no existe. Las mediciones con el alcoholímetro tienen un margen de error de 3 por ciento aproximadamente. Y en el mundo es delito manejar con altos niveles de alcohol, mientras que acá no. Se termina castigando al que cumple, cuando hay que ser más severo con el que la incumple y manejan con altos grados de alcohol en sangre, no con el que tiene menos de 0,5. En el caso del ciclista atropellado, el conductor tenía 2,14 gramos de alcohol en sangre«.

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