Su clave está en el control de los factores de riesgo, tales como el sedentarismo, tabaquismo, hipertensión, colesterol alto, diabetes y consumo de drogas o alcohol. Actuar con rapidez es vital para salvar vidas

El accidente cerebrovascular (ACV) es una afección silenciosa y su clave está en el control de los factores de riesgo, tales como el sedentarismo, tabaquismo, hipertensión, colesterol alto, diabetes y consumo de drogas o alcohol. Asimismo especialistas destacan que la atención temprana, dentro de las primeras horas de producido un cuadro, permite minimizar sus posibles secuelas.

«El ACV no avisa. No hay forma de saber cuándo una persona va a sufrir un evento neurovascular, sin embargo es posible disminuir la posibilidad de que ocurra a partir del manejo de estos factores de riesgo, además de hacerse chequeos de forma regular, conocer los valores personales de presión arterial, de triglicéridos y de colesterol, para poder entender que cuando están elevados hay que cambiar el estilo de vida», explica el doctor Ariel Bustos, quien coordina la sección Neurología Vascular del Hospital de Clínicas.

Un episodio de ACV es producido por un daño arterial a nivel del cerebro, que corta el flujo de glucosa y de oxígeno, dos componentes esenciales para la función cerebral. Tiene dos clasificaciones:

Hemorrágico: cuando se produce la ruptura de la arteria.

Isquémico: cuando hay una obstrucción de la arteria.

Ambos casos presentan síntomas similares:

Parálisis o pérdida de fuerza en la mitad del cuerpo.

Dificultad para expresarse o entender las palabras.

Pérdida repentina de la visión.

Trastornos para caminar.

Pérdida súbita de la conciencia.

En un comunicado, desde el Hospital de Clínicas se destaca que está comprobado que si el ACV de tipo isquémico es tratado en la «ventana» de las cuatro primeras horas de sucedido se minimizan sus secuelas. Y se destaca que para este fin en el nosocomio se trabaja en un protocolo multidisciplinario en Urgencias con el objetivo de acortar los tiempos de tratamiento.

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Bustos puntualiza: «Si bien es cierto que no se puede estimar cuándo se va a provocar un ACV, en ocasiones la persona tuvo antes, en los días o semanas previos, síntomas similares pero con una recuperación espontánea y sin secuelas. Es lo que se conoce como Ataque Isquémico Transitorio (AIT)«.

Y agrega que «lo importante es poder identificar esos síntomas porque quienes sufrieron un AIT es muy probable que estén camino a un ACV; por eso, ante cualquier síntoma, por más que no parezca significativo hay que concurrir a la guardia». «El AIT es una alarma que no se puede desconocer», remarca.

En este marco indica que «lo primero que hay que hacer cuando ocurre un ACV es contactar a los servicios de emergencia. No hay que tener miedo a nombrar la sospecha de ACV a quien atiende el teléfono en emergencias, porque las opciones terapéuticas están en función del tiempo que tarda la persona en ser asistida, en llegar al Hospital». Asimismo destaca que los casos de ACV isquémico «contamos además con una medicación conocida como RTPA por sus siglas en inglés.

Se trata de una enzima que aplicada vía endovenosa actúa en la disolución del coágulo y reduce significativamente las consecuencias, siempre que el evento se encuentre en fase aguda, es decir mientras está ocurriendo».

«El factor tiempo incide directamente en el éxito de la medicación, ya que solo se puede administrar dentro de las cuatro horas y media desde el inicio de los síntomas», afirma.

En tanto, el Hospital de Clínicas informa que recientemente se llevó a cabo un simulacro de atención de casos de ACV en fase aguda, quelugo lugar en la guardia de urgencias.

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«Se trató de una forma de identificar los procesos que se ponen en funcionamiento cuando un paciente con ACV llega a la guardia, como actuan los distintos profesionales y como se llega a optimizar el camino a recibir la medicación, el proceso entero se conoce como «tiempo puerta-aguja». El resultado fue alentador pero vamos a trabajar para optimizar el sistema completo» explicó Bustos.

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