El documento programático de la fuerza encabezada por la fórmula de la doble efe fue poco discutido. Se entiende que esas cosas hoy se debaten poco. Pero aquí se intenta.

En un país con serios problemas de “institucionalidad” y de escasa credibilidad ante la palabra política las plataformas electorales -por más trompetas que se les meta – no gozan de prestigio y menos aún generan expectativas. Menos todavía desde que Carlos Menem dijo aquello de que si hubiera sincerado lo que iba a hacer no lo votaba nadie (risas del público). Mucho menos desde que el macrismo mintió sistemáticamente con sus promesas republicanas, las de desarrollo, las tarifarias, y sobre todo las socialmente inclusivas. Comenzando por Pobreza Cero y por lo sencillito que le iba a resultar al presidente bajar la inflación.

Sin embargo una plataforma electoral indica mínimamente orientaciones gruesas y líneas discursivas que no deberían ser desdeñadas. Cosa curiosa, la presentación pública -sin bombos ni platillos- de la plataforma del Frente de Todos no mereció discusión en los medios, ni siquiera en los cercanos al poskirchnerismo o neo-pan-peronismo. Se la glosó sin mayores debates. Aun desde la necesaria distancia y algún escepticismo, sin embargo, el texto de la plataforma merece un acercamiento. Hay sorpresas relativas en el documento de 27 páginas, algunas muy enfáticas, que pueden señalarse. La primera: una cierta ausencia de las discursividades del massismo y del pejotismo conservador o centrista, siendo que esos espacios forman parte del Frente. Sorprende entre otras cosas porque a Sergio Massa le gusta subrayar, aunque más no sea para sugerir su autonomía política o su fortaleza presunta, aquello del resguardo de las identidades de cada espacio o unidad en la diversidad (“Yo soy Massa”). Tienen mucha más presencia ciertas marcas K, algunas algo diluidas en relación a épicas pasadas, otras algo novedosas. Puede que haya massismo o pejotismo o autocrítica K en una alusión rápida pero visible que habla de los aprendizajes surgidos de los “aciertos y equivocaciones” de las gestiones kirchneristas. Para apurar otras sorpresas: no hay el discurso punitivista ni del PJ conservador ni de Massa sino todo lo contrario. Mientras que sí hay conceptos en materia de ambientalismo que brillaron por ausencia en los años K y a los que Massa -de manera vaga- solía aludir en sus discursos.

La razón de estas sorpresas puede que tenga relación con que el documento aparentemente se redactó entre los equipos del Instituto Patria y el Grupo Callao, acaso sin presencia activa de otros actores. Merece también apurarse alguna idea en torno a esa definición llamativa de Alberto Fernández que fue bastante recortada: la de presentarse como una suerte de fundador de “la rama del liberalismo progresista peronista”. Vale matizar: en la entrevista que le hizo la periodista Cynthia García, Fernández se definió también como “un liberal de izquierda. Un liberal progresista” e hizo una fortísima defensa del rol del Estado”. Su modelo, el de tantos: Finlandia o Noruega. Dijo también: “La mano invisible de los mercados no existe; es la mano de los poderosos que va marcando la suerte. Entonces el Estado tiene que estar siempre arbitrando en las diferencias. Un Estado ausente favorece la lucha del más fuerte sobre el más débil. Eso siempre perjudica a los más débiles”. Eso no les liberal, al menos en lo económico, y mucho menos libertario.

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En coincidencia con la palabra oral de Alberto F., la defensa del rol de un Estado fuerte y activo atraviesa fuertemente las 27 páginas de la plataforma electoral del Frente de Todos.

Aquí Cristina

La plataforma está compuesta de 17 capítulos y en todos el Estado tiene un papel crucial y en algún lugar también relativamente novedoso: un Estado que articule no solo con el poder económico, las PyMES, la cierta entelequia del “empresariado nacional”, “el sector científico-técnico”, la Iglesia “y diversos credos”, o los sindicatos, provincias y municipios, sino con nuevos/ viejos actores sociales, las universidades, los movimientos sociales y -mucho hincapié en eso- los hacedores de la economía social, asunto en el que el documento se expande mucho.

Es CFK la que habla cuando de movida el documento habla de apuntar a “nuevo contrato social” que aplique en primer lugar políticas de absoluta emergencia para los perdedores del modelo macrista y dé pelea a la inflación. Casi como en los primeros años de Néstor Kirchner (“deudor muerto no paga”) se alude al drama de la deuda externa (los nuevos 113 mil millones de dólares, deuda total equivalente al 90 por ciento del PBI más fuga de capitales “que se tradujo en desindustrialización y primarización de la economía”) aclarando que los eventuales acuerdos con los acreedores deberán partir de “un crecimiento inclusivo como único recurso para poder afrontar los compromisos”. Primero crecimiento, recuperación del mercado interno, “generación de un excedente genuino de divisas”, sustitución de importaciones. Luego veremos, y a cruzar los dedos.

Traducido a las palabras que usó Alberto Fernández en su última conferencia de prensa la cosa se presenta así: “Vamos a pagar pero no nos pidan que impongamos más sacrificios a la gente (…) Yo necesito que los argentinos me vean bien, no que me aplaudan en Wall Street. Eso tiene que ver con cómo nos paramos en política internacional. Somos un país en default que no estamos en default porque el fondo nos socorre. ¿Qué es estar en el mundo si nadie te presta plata?”.

Se verá si los pre-requisitos antes del pago de la deuda se cumplen o no. Pero la señal discursiva es importante y no es precisamente la del macrismo ni las ambigüedades del peronismo de la avenida del medio. Hay una fortísima crítica al fracaso del “experimento neoliberal” macrista, con unos cuantos números catastróficos ilustrativos. Pudieron ser muchos más y de hecho el dato de la desocupación ya quedó desfasado desde que el INDEC -con no poco dibujo- anunció que solo el desempleo ya pasó la barrera simbólica del 10 por ciento.

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Si no hay más descripción de la catástrofe social no es seguramente por razones de síntesis si no para no sobreabundar en la pelea, evitar toda sobreactuación furibunda de cara a mostrar una cara más amigable ante el electorado indeciso o independiente. De hecho, a la relativa suavidad del documento se suman alusiones de época y apelaciones amables “deskirchnerizadoras” del tipo “Es tiempo de unir a todas las argentinas y argentinos” o “el diálogo será un eje central del futuro gobierno”.

Si al kirchnerismo se lo cuestionó con buenas razones por aquello del “modelo extractivista” no faltan las alusiones -amén de a la industria del turismo siempre promisoria- a la generación de divisas genuinas mediante la apuesta a Vaca Muerta, la minería o el gas. Más adelante, en el capítulo de las políticas ambientales, hay alusiones generales a la preservación del medio ambiente, se menciona la palabra prohibida “agroquímicos” y se prometen medidas de resguardo en coordinación con provincias y municipios. Se habla incluso de un Pacto Federal Ambiental.

Contenido que salta a la vista: se promete rejerarquizar los ministerios de Salud, Trabajo y Ciencia y Técnica (aplausos) y se rechaza la posibilidad de reformas laborales y jubilatorias.

Frente a la catástrofe laboral, social, educativa y alimentaria el documento propone una batería de más de 25 medidas muy diversas, muchas focalizadas en niños y jóvenes, así como la eliminación del IVA en los productos de la canasta básica (propuesta siempre discutida dado que suele decirse que el Estado no está en condiciones de asegurar que una baja o eliminación del IVA efectivamente se traslade a precios más baratos). Las repetidas alusiones a la economía popular suenan promisorias o al menos creativas, en búsqueda de sintonía fina con actores sociales habitualmente invisibilizados.

Bullrich, go home

Se decía al principio lo de las marcas K, mucho más presentes que las marcas Massa o del pejotismo. Hay en la plataforma una fortísima crítica a las políticas punitivistas encarnadas en la figura de Patricia Bullrich, la violencia institucional, el gatillo fácil, la bruta autonomización de las fuerzas de seguridad. Se anuncia la creación de un Observatorio de Seguridad Pública (viejo reclamo del CELS que el kirchnerismo nunca satisfizo). En cuanto a las políticas de Derechos Humanos se denuncia el vaciamiento -o el camino a contramano- hecho por la gestión Cambiemos y se reivindica el proceso de Memoria, Verdad y Justicia, en el marco del respeto del sistema interamericano de derechos humanos.

No falta el capítulo específico sobre políticas públicas de género, contra la violencia, o de protección de las mujeres socialmente más vulnerables. No aparece sin embargo una referencia explícita sobre el aborto legal, seguro y gratuito. El párrafo exacto más cercano al tema dice de manera un tanto sinuosa “Proponer reformas legales y normativas para garantizar la autonomía reproductiva de las personas gestantes”.

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Así como no se menciona la palabra aborto tampoco se alude al maldito vocablo retenciones y se critican los tarifazos sin decir qué se hará con las tarifas. Hay en cambio un intento de autodefensa de los años K y de resignificar las ideas de transparencia y de corrupción cuando se dice que la corrupción “está impulsada por las élites económicas que son las que buscan orientar la tarea estatal en su propio beneficio”, más los peligrosos efectos antipolíticos que genera esa dinámica, por más imperdonable responsabilidad que tengan funcionarios o dirigentes. Contra el curro, se hacen propuestas de control de lobby, organismos de control autárquicos, participación social profesionalización de funcionarios.

Inmediatamente después viene otra fuerte marca K de más precisamente cristinista: “Las élites económicas concentran cada vez más cantidad de riquezas y se apropian de ingentes flujos de ingresos poniendo en tensión la capacidad de la democracia como régimen político a la hora de impulsar y garantizar el bienestar de las mayorías”.

Ya se trate de hablar de un concepto no hipócrita de transparencia, Justicia, deuda o corrupción, el documento intenta dar una cierta batalla cultural en los párrafos necesariamente resumidos de la plataforma. En cuanto a la vieja batalla cultural, la otra, la que se libró con exceso de vehemencias y energías (y no pocos errores) en tiempos de la Ley de Medios, el capítulo sobre comunicación y cultura es más bien breve, pobre y luce un tanto achicadito, casi como quien arruga. La educación presidencial le llamó Horacio Verbitsky al “aprendizaje” que hizo Menem de las batallas que pretendió librar Raúl Alfonsín y en las que no le fue bien. Acaso en esta materia -por más alusiones que haya en el capítulo respectivo a la libertad de expresión y el derecho de acceso a una información rica y diversa- pase algo parecido. Un cierto apocamiento ante aquello que fue la mal llamada guerra contra el Grupo Clarín. Fue Verbitsky mismo el que contó en el programa que conduce Ari Lijalad que ya Alberto Fernández se reunió con el histórico lobista Jorge Rendo, del Grupo que encabeza Héctor Magnetto, y que le dijo que ojo que hay leyes sobre competencia y demás a las que el Grupo deberá someterse. Otra vez: en la cancha se verán los pingos.

Dicho de nuevo, como con toda plataforma electoral, veremos, dijo un ciego. Si es por el no-discurso del macrismo, su absoluta incapacidad de prometer en esta campaña algún futuro venturoso, la plataforma del Frente para Todos -en este mundo y este país que como dijo CFK son otros- está más cerca de un reformismo relativamente sensato, moderado, re-industrializador, que de “Son lo Mismo”. El documento revela sí un intento serio y convencido de parar la destrucción e intentar volver a remontar las esforzadas escaleras que nos llevaron del infierno al purgatorio y luego bastante más arriba.

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